Las próximas tres semanas sacarán lo mejor de la rivalidad eterna entre caraquistas y magallaneros. De acá al 27 de diciembre, las bromas abundarán entre familiares, amigos, compañeros de trabajo y estudio que usen camisetas distintas en un juego entre Leones y Navegantes. Las inéditas ocho victorias consecutivas de los turcos ponen la serie particular de este año al borde del zapatero y el chalequeo será mucho mayor si ese día, cuando se dispute el último encuentro de la ronda eliminatoria entre ambos, los melenudos vuelvan a tropezar.
Es probable que los seguidores del cuadro capitalino no vayan a defenderse todavía recordando que el único zapato entre ellos, aquel de la campaña 1979-1980, ocurrió en una serie particular de 14 encuentros, mucho más larga que esta. Es como si hoy a los bucaneros todavía les quedara por recorrer la mitad del camino para cantar victoria y empezar a burlarse. Recordar aquello sería como admitir que la venganza sí va a concretarse y el orgullo de ambas fanaticadas es muy grande como para tolerar incluso sutilezas así. Ya tendrán tiempo de defenderse con ese argumento, en caso de hacerse realidad la barrida.
Aquella hazaña de los metropolitanos es uno de los capítulos legendarios de la pelota venezolana, por difícil y por haber pasado entre los dos clubes con más seguidores en el país. Además, los filibusteros acababan de conquistar el bicampeonato en la Serie del Caribe, meses antes. ¿Cómo fue posible que una novena pasara a sufrir tal vergüenza, si venía de reinar en el por entonces prestigioso torneo internacional?
La humillación marcó también el inicio de la peor época del Magallanes. Fueron tres eliminaciones consecutivas y 15 campeonatos sin una corona, hasta la llegada de Alfredo Guadarrama y Juan José Ávila al comando de la oficina.
Aquella justa 1979-1980 se disputó con un calendario de 70 duelos por elenco, insólitamente largo. Fue un cronograma de corta vida, que permitió a Baudilio Díaz el tiempo necesario para quebrar el récord de jonrones de Bob Darwin y a Vitico Davalillo para convertirse en el único bateador con una zafra de 100 hits. Aún no ocurría la segunda expansión, no nacían Caribes ni Petroleros y las series particulares eran de 14 cotejos.
Esos turcos estaban bajo las órdenes de Willie Horton, que acababa de ganarse el mote de Brujo, por sacar del sótano a sus dirigidos y hacerlos campeones del Caribe aplicando las más insólitas tácticas. Quizás la debacle que evitó el viejo slugger era ya el aviso de lo que estaba por venir. Después de todo, los filibusteros eran últimos cuando despidieron al manager Cookie Rojas en la recta final de la 1978-1979 y estaban prácticamente desahuciados.
Todo le salió mal a los cabrialenses tras celebrar en el Clásico de Febrero. Impusieron un récord todavía vigente de más derrotas en una ronda eliminatoria, recibieron el recordado zapatero y en la 1980-1981 implantaron otra marca odiosa con sólo 14 victorias, la menor cantidad en una temporada desde la primera expansión.
A los metropolitanos les pasaba lo contrario. Fueron campeones en la 1979-1980 con Felipe Alou y repitieron en la siguiente, llegando incluso al tricampeonato y a ganar la Serie del Caribe en la 1981-1982 bajo las órdenes del recordado Chico Carrasquel.
@IgnacioSerrano
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