En Un lugar en silencio (2018) el actor transformado en realizador John Krasinski, confirma que el buen cine (por sobre todas las cosas) amerita de renovación, de convertir lo conocido en algo fresco.
Casi nunca importa el cuento, la mayoría de las veces lo significativo es la forma de contarlo.
Entender que en el cine siempre debe existir la necesidad de contar una historia bajo reglas propias es quizás el principal reto de cada realizador y al mismo tiempo la razón fundamental del éxito que pueda obtener.
“No te cases con una sola forma de hacer cine, porque hay mil maneras de hacerse y mil maneras de verse” afirmó el director mexicano Guillermo del Toro hace unos días en una entrevista publicada en el diario El País.
Krasinski al parecer entiende esa aseveración y en esta ocasión no siguió la fórmula convencional de hacer cintas de suspenso, pues relatando una historia que ya se ha contado un millón de veces, logra una película diferente al tomar un camino creativo y poco transitado por realizadores de cintas similares.
Un lugar en silencio es un experimento creativo que funciona principalmente porque se eleva por encima de su argumento gracias a su principal cualidad: la mesura.
La cinta no nos permite echar en falta ni diálogos grandilocuentes ni explicaciones extensas sobre los acontecimientos concretos que se nos presentan desde la primera escena, ya que la historia simplemente sucede ante nuestros ojos.
La premisa es simple: para sobrevivir, los Abbott, Evelyn (Emily Blunt), Lee (John Krasinski) y sus hijos, necesitan permanecer callados. Por esta razón el filme transcurre casi en su totalidad sin diálogos ni sonidos estridentes.
Una película sin palabras, sin voces que intervengan para ayudarnos a entender lo que pasa es un riesgo. Estamos tan acostumbrados a vivir en un mundo que habla las 24 horas al día, un universo que no deja jamás de proferir discursos insistentes, que permanecer en el cine mirando escenas silentes y descubriendo en sus detalles personajes y emociones no parecería una apuesta exitosa.
Sobre todo si se trata de hacer un film para el gran público, que busca la mayoría de las veces entretenimiento, no experimentación, ni reflexión o innovación creativa.
Sin embargo, aquí queda claro que es precisamente el desarrollo de la creatividad lo que permite que una película enganche y genere adhesión.
Cuando ves Un lugar en silencio conectas con un género que ya parecía agotado. Conectas con una historia que no te da mayores explicaciones (como sucede usualmente en cintas de este género), pero te permite entender que quizás el buen cine es en el fondo algo simple: la posibilidad de estar dentro de una historia hasta perderte en ella.