El cambio de Gleyber Torres a los Leones descubre, como pocos, las peculiares condiciones para canjear peloteros en el beisbol de Caribe, en general, y en la LVBP, en particular.
Un prospecto como Torres difícilmente habría sido entregado en las Grandes Ligas para adquirir a un par de jugadores veteranos, de esos que todavía pueden ayudar, pero que no están en el momento más alto de sus carreras. El propio campocorto lo vivió el año pasado, cuando fue embarcado a los Yanquis como la carnada que le permitió a los Cachorros conseguir nada menos que a Aroldis Chapman, el mejor relevista de su generación.
Muchas organizaciones son francamente reacias a entregar a sus mejores valores jóvenes, cuando tienen la estatura del caraqueño. Se supone que van a ser estrellas, y lo serán a un precio relativamente módico durante los primeros seis torneos, gracias al contrato colectivo de la MLB.
Es diferente en el beisbol invernal. Ya sabemos de las limitaciones que impone el Winter Agreement y también conocemos las imposiciones adicionales que dictan muchas organizaciones. Eso afectaba antes a los grandeligas establecidos. Ahora abarca a los ligamenoristas más jóvenes, en especial a los lanzadores y a los prospectos de primera línea.
El Caracas, entonces, no adquirió una pieza fundamental para el futuro, a diferencia de Nueva York en julio último. Se hicieron de alguien que les dio la promesa (también lo hicieron los Bombarderos) de jugar en diciembre, alguien que quizás ayude en una o dos campañas más después de eso.
¿Y entonces? ¿Para qué acordar un pacto así?
Pues porque el corto plazo también importa en la pelota. ¿Recuerdan la negociación por Félix Hernández entre el Magallanes y Lara? Es altamente improbable que el Rey vaya a lanzar en los próximos campeonatos, excepto, quizás, cuando su carrera esté llegando a su fin. Pero el alto mando de los Navegantes tenía la oportunidad de contar con el mejor pitcher venezolano en los playoffs. El plan acordado con Seattle les iba a permitir usarlo cuando más importaba, gracias a su deseo de prepararse para el Clásico Mundial.
Era la misma apuesta de Chicago con Chapman. Si los oseznos no hubieran ganado la Serie Mundial, habrían perdido el cambio abiertamente. Pero ese trofeo bien pagó el sacrificio, porque terminó con un siglo de sequía. A los turcos no les funcionó, pero ¿y si hubieran clasificado? ¿Cómo habría sido esa rotación con Hernández al frente? Valía la pena intentarlo, aunque no salió como esperaban.
Aragua, ya lo revisamos en otra columna, no perdía nada. Pero no debe perderse el detalle de que Guillermo Moscoso y Víctor Gárate tienen la edad para dar dos o tres buenas zafras a su nueva escuadra, el tiempo que Torres probablemente estará activo en la liga. Así que el paquete es casi equivalente para ambas partes.
Otros pactos siguen reglas más convencionales. Zulia y Lara se traspasaron piezas para el presente y el futuro, días atrás, sin tener que aplicar el ajedrez descrito arriba. Sin embargo, Anthony Jiménez pinta como un posible prospecto. Si llega a serlo de manera legítima, como parece, quizás los Cardenales se vean en problemas, aunque por ahora esperan contar con él en octubre.
Sí, son las peculiaridades de los cambios en el Caribe.
@IgnacioSerrano