La oposición venezolana, que sufre una de sus peores crisis en los últimos veinte años, luce hoy dividida y desorientada. La constante improvisación y la falta de estrategias han desmovilizado a la ciudadanía de sus filas. Esto es más que evidente en los diversos partidos políticos venezolanos que le hacen frente al gobierno, desde los más tradicionales hasta los emergentes. “La oposición venezolana está en su peor momento por su creciente fragmentación y la inexistencia de códigos mínimos que eviten la descalificación entre los actores políticos”, dijo hace días el politólogo John Magdaleno.
La verdad incómoda es que el cambio político en Venezuela no es más que una remota posibilidad, incluso para el año 2019. A estas alturas son muchas las cosas que pueden suceder y no todos los analistas esperan el cambio desde la oposición tradicional. ¿Pero de qué diantres estamos hablando cuando usamos esta palabra? En estas circunstancias, se pueden hablar de por lo menos tres clases en Venezuela: la tradicional, la oposición de la oposición y la oposición dentro del chavecismo.
La frustración es el pan de cada día de la ciudadanía venezolana. Como si la dramática situación económica del país no fuera suficiente, los venezolanos son diariamente bombardeados por una propaganda que es más fantasía que realidad. Si bien en política uno no siempre puede decir la verdad, algunos han hecho un uso excesivo de la venta de esperanza. Recordemos que el marketing político no lo es todo; menos aún cuando no se tiene una estrategia coherente.
El debate sobre una intervención militar en Venezuela se ha intensificado, dentro y fuera del país. A raíz de la incapacidad de la dirigencia opositora para generar un cambio político, un sector de la oposición venezolana pide la intervención militar en el país como solución a nuestros problemas nacionales. Más allá de los eufemismos a nivel interno, la misma comunidad internacional ha admitido que aquello que algunos tratan de vender como una injerencia humanitaria es en realidad una acción militar para intervenir en los asuntos nacionales; por más vueltas que se le quiera dar al asunto. ¿Qué pasó en Kosovo?
La posibilidad de intervención militar en Venezuela no debe ser tomada a la ligera; nadie está jugando y ninguna opción ha sido descartada. No es para menos que la especialista Shannon O’Neil, Socia Senior de Estudios de Latinoamérica del Consejo sobre Relaciones Exteriores, haya comparado la posible intervención en Venezuela con las acciones militares en Irak. Las consecuencias de la intervención en Irak están a la vista de todos. En Irak, la reconstrucción después de la invasión ha sido un fracaso y el país todavía se encuentra en ruinas.
Uno de los grandes dilemas de una posible intervención militar en Venezuela, es que esta no tiene un guión y el conflicto puede escalar en múltiples direcciones. Una intervención es, al mismo tiempo, una oportunidad y un riesgo para los países vecinos. Todavía Colombia reclama el Golfo de Venezuela y Guyana la isla de Ancoco. Una acción militar para presionar el cambio político en Venezuela es una oportunidad para resolver estos problemas. Como dice el viejo proverbio: “los países tienen intereses y no amigos”.
Una intervención militar no es una garantía de una transición democrática. El historial de intervenciones militares en el mundo demuestra que, con frecuencia, se ha visto lo contrario. El caso de Panamá es una interesante excepción porque se justificó de acuerdo a la defensa de las obligaciones de los Tratados del Canal de Panamá y el derecho a la legítima defensa de los estadounidenses, así como en el fraude electoral cometido por Noriega días antes de la invasión. La oposición panameña en 1989 estaba mucho mejor organizada, unificada y articulada que la venezolana en 2018. Además, el territorio de Panamá es doce veces más pequeño que el de Venezuela y una movilización militar a Venezuela es más complicada.
Ni siquiera las revoluciones de colores han sido realmente eficientes para garantizar una transición democrática hacia el modelo occidental. El caso más exitoso en el ex-bloque soviético es el de Georgia. Aún así, el país todavía mantiene los mismos vicios que le impiden acabar con la corrupción. De nada sirve reemplazar a una élite por otra, si ese cambio no viene acompañado de una reforma institucional que fortalezca la convivencia democrática y el equilibrio de poderes.
Por diversas razones a nivel internacional, la intervención militar en Venezuela todavía es improbable, pero no imposible. En lo interno, Estados Unidos tiene muchos asuntos que resolver en las próximas semanas. En Latinoamérica, la mayoría de los países que conforman el Grupo de Lima han señalado que no apoyan una acción bélica en Venezuela, en rechazo a las declaraciones del Secretario General de la OEA, Luis Almagro. El Grupo de Lima insiste en la búsqueda de una salida pacífica y negociada a la crisis que se vive en Venezuela. El presidente de Uruguay, Tabaré Vásquez, también condenó la posición de Almagro y manifestó: “Discrepo totalmente, no lo apoyamos en sus dichos”.
Pese a que han sido llamados traidores por algunos sectores de la oposición venezolana, lo cierto es que aquellos países que no apoyan abiertamente una intervención militar en Venezuela están salvaguardando sus intereses nacionales. No podemos ignorar que nadie sabe con exactitud cómo puede terminar una intervención de esta clase en un país. Cualquier error de cálculo les puede salpicar, sobre todo a los vecinos. El Presidente de Colombia, Iván Duque, declaró hace días que las intervenciones militares pueden terminar legitimando a los dictadores.
Si bien es un hecho que las negociaciones no han dado grandes resultados, lo cierto es que una intervención militar tampoco es la solución ideal a los problemas en Venezuela. Ni siquiera sabemos si sería una solución, a pesar de los sacrificios y el alto costo humano que conllevan. La experiencia histórica de los países que han pasado por una situación parecida nos demuestra que Venezuela puede pasar varios años en el conflicto armado y la miseria, aún después de esta acción militar. Uno siempre puede estar todavía peor. A veces conviene ver las cosas con la cabeza fría y un poco de objetividad.
La intervención militar en Venezuela ha sido rechazada en la misma prensa estadounidense; recientemente Business Insider publicó un artículo de Christopher Woody sobre el tema. En varias oportunidades, el especialista Geoff Ramsey ha advertido los riesgos de una invasión a Venezuela. Ninguna potencia tiene el deber de ser la “salvadora” de otra. La Historia nos enseña que las potencias actúan militarmente para salvaguardar sus propios intereses, ya sea que hablemos de Estados Unidos, China, Alemania, Japón, Rusia o cualquier otra
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