Por HUMBERTO ACOSTA | hacosta@el-nacional.com | @tripleplayha
La evocación del título de la novela del checo Milan Kundera, “La insoportable levedad del ser”, intenta desmontar uno de los mitos que rodea al beisbol desde tiempos inmemoriales. Sí, es lento. Tan pausado, que un juego podría ser eterno. Ante el riesgo de ser conservador y también exagerado, un encuentro de beisbol pudiera extenderse por toda una vida.
Incluso sus fieles más entusiastas suelen reconocer su parsimonia. Aunque, cuando se les pregunta cuál es el tipo de desafío que más les agrada, responden que aquellos que finalizan con pizarras de 1-0, 2-1 o 3 carreras por 2. Por cierto, una economía de carreras, que en modo alguno se traduce en un desafío que no duré una «eternidad».
Sin embargo, ¿lento en relación a qué, porque el beisbol si hay algo que exhibe en abundancia, es acción y movimiento? Solo que comparados con lo que ocurre en una cancha de fútbol o en una de basquetbol, los peloteros pueden parecer estatuas erigidas sobre el terreno a la vista de un observador novicio.
No cuesta mucho descifrar el enigma de su lentitud. Al contrario del fútbol y el basquetbol, el beisbol no depende del reloj, de un pitazo que indique que todo ha concluido. El resultado de un encuentro de fútbol que se halla 4 a 0, u otro de basquetbol con una diferencia de 15 puntos a falta de un minuto, no será alterada.
Pero para bien o para mal, en el beisbol siempre habrá que alcanzar el último out. El pitcher o el bateador jamás podrán demorar la acción a la espera del sonido del silbato. Y es allí en ese intervalo donde cualquier cosa puede ocurrir. He allí tal vez el encanto principal del beisbol.
Aparte, al contrario de lo que acontece con los técnicos en el fútbol y el basquetbol, usted puede prever y detectar sin reservas, lo que decide hacer el manager del equipo de beisbol. Es una extraordinaria compensación que recibimos por su proverbial “lentitud”. ¿Quién ante el televisor o acomodado en el estadio no prevé la posibilidad de un toque de sacrificio o un robo de base?
Es cierto también, sus reglas son muchas y algo complicadas. Pero si desea profundizar y disfrutar aún más su dinámica y naturaleza, siga este consejo: no aparte la pelota de su vista. Sígala a donde vaya. Nada ocurre donde la esférica no esté. Nada.
El pasado 7 de mayo en Chicago, el cubano Aroldis Chapman con su legendaria bola rápida de más de 100 millas por hora, llegó en la parte baja del noveno inning a proteger una ventaja de tres carreras para los Yanquis. No pudo. Solo pudo eliminar a dos bateadores, y con tres imparables y dos bases por bolas, los Cachorros igualaron la pizarra a 4 carreras.
El juego se extendió por nueve actos más. Hasta que en la parte alta del décimo octavo inning, Aaron Hicks anotó la rayita de la victoria para los Yanquis desde la tercera base, con un rodado dentro del cuadro del dominicano Starling Castro.
El encuentro duró 6 horas y 5 minutos. Ninguno de los 40.584 asistentes, abandonaron sus puestos en el parque Wrigley hasta que se materializó el último out.