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La hora de Ramón Hernández

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Ramón Hernández es un gran conversador. No fue gratuita la invitación que le hicieran para analizar en televisión la última final de la LVBP. Sabe de pelota, y sabe cómo expresarlo.

No hay periodista que no tenga una anécdota del sucrense. La de Humberto Acosta es extraordinaria. En un Spring Training, se le acercó antes de un juego de exhibición. El equipo contrario tomaba práctica de bateo y el cumanés era el único de su escuadra en la cueva que observaba lo que hacían sus rivales. ¿Por qué?, le preguntó Humberto. “Porque es aquí donde puedes ver quién está pasando por un buen momento y quién no. Mi obligación, como receptor, es saberlo. En las prácticas de bateo puedes descubrir quiénes están luchando para salir de un slump y quiénes se sienten cómodos en el plato”.

Este columnista tiene su propio momento con el ex receptor. En abril de 2012, en Houston, los Rockies visitaban a los Astros en el Día Inaugural. No había cumplido 36 años de edad y la temporada apenas empezaba, pero ya estaba doblado por el dolor que dejaba en su cuerpo el trabajo de años detrás del plato, los foul tips, el duro entrenamiento al que un catcher se somete.

Hernández estaba echado en un sofá de cuero, frente a su locker. Con cordialidad, nos invitó a sentarnos. Tras explicarle que los periodistas tenemos prohibido sentarnos donde pueden hacerlo los jugadores, quedamos de cuclillas, junto a él, y hablamos de pelota durante una media hora. Sí, las fuerzas estaban abandonándole. Pero su conocimiento del juego, su capacidad de análisis, estaban más presentes que nunca.

El oriental sólo duraría una campaña más. A mediados de 2013 cerró su pasantía por las Grandes Ligas y en enero de 2015 colgó los spikes, después de la última final entre Anzoátegui y Magallanes.

Aquel careta estaba predestinado a ser manager. Lo sabía Buddy Bailey, que tanto admiró y agradeció su rendimiento en la LVBP, especialmente cuando reforzó a sus Tigres.

Bailey adelantó entonces lo que muchos vaticinábamos: que el cumanés llegaría a ser piloto. Y fue el estadounidense quien primero le ofreció el puesto de coach de banca en 2016, con los Tiburones.

Luego de dos experiencias como esa, incluyendo la última con los Navegantes, llega la hora de Hernández, nombrado manager de Aragua.

No puede haber mejor matrimonio. Su contrato nunca perteneció a los bengalíes, pero parte de los logros de la dinastía se debieron a él, llegando como refuerzo del Pastora. Analítico, inteligente, con capacidad para comunicarse con los peloteros, pareciera estar hecho para el puesto.

Carlos Guillén, presidente de los bengalíes, acertó al escogerle como timonel. Pero hay un problema: los rayados han tenido una colección de estelares dirigentes, desde que comenzó el mandato de Guillén. Por Maracay pasaron Bailey, Eduardo Pérez, Carlos Subero, Carlos García, Luis Sojo y en teoría Álvaro Espinoza, anunciado como manager en 2014, aunque nunca llegara a tomar el mando.

¿Cuánta estabilidad puede tener un club que en cuatro campeonatos suma seis mandamases, y contando? ¿Cuánto afecta a la cueva este vaivén? ¿Por qué ha le sido tan difícil a los centrales casarse con un proyecto que una la oficina y el clubhouse?

Hernández tiene la madera para ser un piloto especial. Le toca a los Tigres permitir que eso se haga realidad.

@IgnacioSerrano

www.elemergente.com

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