Luego de casi dos meses de Guaidomanía durante los cuales la inmensa mayoría de los venezolanos hemos logrado reencontrarnos con la esperanza, y en los que hemos podido soñar con la anhelada recuperación de la libertad, una cadena de eventos ocurridos principalmente el pasado 23 de febrero, nos traen de vuelta a una terrible pesadilla que se resiste a toda costa a desaparecer o disiparse; y es que el desgobierno, como buena fiera herida y acorralada, aún puede hacer mucho daño, como en efecto lo hizo, al incurrir en la barbaridad no solo de bloquear el acceso y distribución de la ayuda humanitaria, sino de además quemar ante los ojos del mundo entero parte de esos alimentos y medicinas por los que clama nuestro pueblo.
Se ha afirmado por los organizadores del envío de ese primer convoy de ayuda humanitaria enviado desde Cúcuta, que en uno de los camiones que resultaron quemados se transportaba fórmula para infantes lactantes, con lo cual no pude evitar recordar el trabajo que se desarrolla en una extraordinaria ONG de alcance internacional como lo es AID FOR AIDS, desde donde se han dedicado por años a redistribuir medicamentos para el tratamiento del SIDA a poblaciones vulnerables; y gracias quienes supe de primera mano que ese flagelo dista de ser lo que en algún momento fue en cuanto al número de víctimas que cobra, pues gracias a los hallazgos y evolución de la ciencia, hoy un seropositivo puede tener una vida normal y además ha podido evitarse la transmisión del virus de la madre al feto, con lo que es posible el nacimiento de niños sanos, aún proviniendo de madres infectadas, siempre y cuando, eso si, la madre no amamante al infante para así no transmitirle el virus. Es por eso que las fórmulas para lactantes van más allá de ser un simple alimento de infantes, y en casos como el descrito, se convierten inclusive en un escudo protector para contraer un mal mayor en un sector de la población tan naturalmente desprotegido, como es el de nuestros bebés. ¿Censurable, deplorable, abominable, reprobable, inhumano, despreciable? Ningún adjetivo es suficiente para calificar el alcance de una conducta enfermiza, al punto de destruir esos pequeños gestos de humanidad destinados a salvar vidas; y es allí donde se pone de manifiesto el mal que puede causar la fiera herida.
La fiera en efecto está herida y acorralada; y más allá de las sanciones y el desconocimiento de la abrumadora mayoría del mundo civilizado que la saben ilegítima, la mayor lesión se la produce el desconocimiento del país entero que clama porque se esfume de una buena vez de la vida política venezolana, pero no, la fiera se resiste, embiste y aún débil, está dispuesta a causar más daño del que ha hecho a lo largo de 20 años.
La fiera herida no entiende lo ocurrido y se refugia en el recuerdo de esa mal lograda mayoría que alguna vez obtuvo gracias al populismo clientelar que precisamente ahora pagamos y con creces. Recuerda los aplausos y a sus cortesanos y le es imposible entender, aceptar y reconocer que no es la derecha, ni tampoco los gringos, sino su propia torpeza y ceguera la que la metió en esa enredadera de la que no podrá salir.
Como venezolanos resueltos y determinados a recobrar la libertad, la democracia y a retomar la senda de la modernidad, estamos obligados a estar atentos y a no ser sorprendidos por la fiera herida y por sobre todas las cosas a entender, que aún y cuando uno de sus zarpazos puedan impresionarnos y hacernos creer que está fuerte, lo que en realidad ocurre es todo lo contrario y está más bien con la respiración acelerada, agotada, adolorida, lamiéndose las heridas y aspirando al descanso aún sin reconocerlo, con su propia captura. Aunque débil, la fiera es muy peligrosa, pues no es poca cosa para ella lo que está en juego. Poder, impunidad y recursos, por solo nombrar algunos, guían la actividad incansable de la fiera, que de tanto huir será capturada en algún momento mansita e inofensiva y allí estaremos para celebrarlo y para poner a andar nuestro sueño de país.
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