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23 de enero (un viaje en el Metro de Oeste a Este)

por Avatar EL NACIONAL WEB

La avenida Sucre de Catia amaneció con manchas negras por las barricadas de la madrugada.

En la noche vi bajar a vecinos con la cara encapuchada. No tenían miedo.

Por al menos tres horas, funcionarios del FAES subieron y bajaron por la zona, asegurándose de que no bajaran otros más.

Las detonaciones y los gritos duraron hasta las 2:00 am mientras el olor a lacrimógenas se metía en las casas.

Pero la gente no tenía miedo.

En el andén del Metro, veo a una chama de unos 20 años sola. Lleva una gorra tricolor, franela blanca, un bolso pequeño y una botella plástica de agua. Nos miramos. No tiene miedo.

Dentro del tren veo a una madre con su hija. Ambas visten franelas blancas, blue jeans y zapatos deportivos rotos por los costados. La madre carga en el cuello un rosario. Su hija, una gorra tricolor.

A mi derecha están sentados tres chamos, todos con bolsos pequeños, botellas de agua y zapatos deportivos. “Viejo, no te vayas a poner inventar”, dice uno. “Deja el cague, vale”, le responde el otro.

No tienen miedo.

En el andén de Plaza Venezuela veo una larga fila de camisetas blancas, coronadas con gorras tricolor y escoltadas por pequeñas y grandes banderas de Venezuela. “No quiero bono. No quiero CLAP. Yo lo que quiero es que se vaya Nicolás”. En el tren se monta una persona, solo una, vestida de rojo. No dice nada.

La gente en el tren comienza a gritar la misma consigna. Aplaudiendo. Golpeando el techo. Sonriendo. Un señor a mi lado, riéndose: “Yo lo que quiero es que se vaya el monigote”.

El golpeteo de las manos al techo se propaga de un extremo a otro del tren. Es una imagen hermosa. De repente, sin darme cuenta, estoy golpeando el techo también. Y pienso. Pienso en mis padres, en mis hermanos, en mis primos, en mis amigos. En los que han sido víctimas de la xenofobia. Pero no es momento para lamentarse.

Porque no tenemos miedo.

No te tenemos miedo, dictador.