El beisbol tiene esa maravilla que ningún otro deporte comparte: se juega todos los días, durante meses.
Noche tras noche, sus protagonistas acumulan desempeños que van sumando, semana a semana. Ese calendario de 162 encuentros hace que las Grandes Ligas ofrezcan cierto rango de predictibilidad que otras disciplinas extrañan. Por eso nació la sabermetría, como proceso natural: cuando aficionados que amaban las estadísticas vieron que cada pelotero tiene tendencias, y que sólo es cuestión de darles tiempo para que esas tendencias se impongan.
Eso vale tanto para la explosión inesperada del toletero que nunca antes bateó, como para el prolongado slump del especialista en desgracia.
Eso valía para Odúbel Herrera.
Tardó muchísimo en embestir, el Torito. Bateó apenas para .262 en abril, con .757 de OPS, y se enterró en mayo, con .183 de average y .453 entre slugging y OBP.
Su manager Pete Mackanin le dio todo el tiempo que creyó necesario, suponiendo que le faltaba dar unos pocos batazos de frente para finalmente despertar. Es lo que sucede con frecuencia. Pero a veces el desierto es más largo de lo imaginado.
Ya en junio, fue un movimiento de vieja escuela de Mackanin lo que sacudió al zuliano. Es común ver a un bateador en problemas quedarse uno o dos días en la banca, para quitarle presión. Suele funcionar como panacea, cuando se trata de toleteros eficaces. Los pilotos dicen que es necesario descansar, refrescar la cabeza, dejar de pensar en lo que se está haciendo mal. Y el ex estratega de las Águilas del Zulia decidió que la ración fuera extrema, con tres fechas libres en un lapso de cuatro juegos.
Así le encontró junio. Entre los días 3 y 8 disparó 12 hits, todos extrabases. Es la primera vez que un paleador de los Filis hace algo así. Impuso o igualó varios hitos para su franquicia y para venezolanos, con sus tres choques corridos de dos tubeyes y con sus dos cotejos en fila disparando dos biangulares y un jonrón. Al escribir estas líneas, mostraba una vigorosa tarjeta con promedios de .442/.455/.837, con 11 empujadas y 9 anotadas en 10 lances, más 1.292 de OPS.
Tenía que ser así. Más allá del alto pico donde ha puesto sus promedios, Herrera siempre fue un buen bateador. No tenía lugar en las Mayores por su defensiva como camarero y porque Texas no tenía lugar para él arriba, pero siempre fue un peligro en las menores, En la LVBP fue campeón bate, Novato del Año y Jugador Más Valioso. Sus primeras dos zafras en la gran carpa fueron sólidas, culminando con 15 cuadrangulares, 25 bases robadas y .781 de OPS en 2016.
Estaba claro el potencial del Torito. A contramano, incluso llegó a tener una nominación al Guante de Oro, a pesar de las críticas que muchos, el propio Mackanin entre ellos, llegaron a asomar por su desempeño en el campo. Por eso la diatriba sobre su capacidad para convertirse en el líder de Filadelfia a largo plazo, discusión que el legendario Mike Schmidt trató de soslayar de un modo algo tonto, dando como un hecho que la barrera idiomática no le permitiría nunca ejercer como jefe de la manada.
Herrera declinó polemizar y ha seguido hablando en el idioma que mejor maneja: enviando pelotas a tierra de nadie con sus maderazos y corriendo a toda velocidad. Ese es el liderazgo que quieren los cuáqueros.
@IgnacioSerrano