Johan Santana anunció hace un año que trataría de lanzar con el Magallanes e incluso se presentó en el estadio José Bernardo Pérez, para trabajar con los trainers. No lanzó. No pudo. Desde enero de 2015 le sigue resultando imposible subir al montículo y participar en un juego real.
Hace días, de visita en Madrid, conversó con el periodista venezolano Gabriel Rodríguez y expresó el mismo deseo: quiere intentar una vuelta, probar si su cuerpo responde, reaparecer en la LVBP y eventualmente ver si es factible volver a las Grandes Ligas.
Santana tiene 38 años de nacido. Únicamente Rafael Betancourt y Giovanni Carrara han podido pitchear con la expedición nacional en las Mayores a esa edad. Pero si lograra su cometido, en 2018 ya tendría 39. Sólo Betancourt ha hecho algo así.
Es altamente improbable que el Gocho llegue nuevamente a la MLB. Pero no exclusivamente por los antecedentes históricos. También por los antecedentes médicos.
El merideño es el único serpentinero que ha completado un regreso aceptable de una cirugía de la cápsula, al tirar un juego sin hits ni carreras en 2012, con los Mets. Pero a esa delicada operación siguió otra en la misma zona, en aquel 2012. Y luego, a mediados de 2014, cuando hacía su última salida de rehabilitación en las menores de los Orioles, se rompió el tendón de Aquiles y tuvo que regresar al quirófano.
En enero de 2015, con los Navegantes, trató y no pudo. Algo sintió en el hombro y debió parar. Luego vinieron nuevos procedimientos, plasma enriquecido con plaquetas, nueva rehabilitación de los tobillos y el hombro. Tanto tiempo ha pasado, que en diciembre aparecerá por primera vez en la planilla de votación de Cooperstown, pues son elegibles para el Salón de la Fama quienes pasan cinco años sin actuar.
Hoy, como ayer, se entrecruzan las voces y opiniones de aficionados y fanáticos. Algunos aplauden el denuedo, la persistencia, la lucha del mejor pitcher venezolano en la historia. Otros critican su perseverancia, bien por hastío o bien por piedad.
Está claro que Santana merece retirarse en sus propios términos. También parece claro que la posibilidad de hacerlo es casi nula. Aunque, ojo, alguna vez también lo fue que un criollo ganara el premio Cy Young, y él consiguió dos.
¿Qué busca el nativo de Tovar? Ante Rodríguez fue más llano y sincero que nunca. Quiere volver a disfrutar ese placer que tantas veces sintió en un morrito y poder competir. La vida de todo deportista es una pequeña tragedia: siempre está condenado al retiro. No hay excepción. Recordaba Humberto Acosta, el domingo, que la carrera periodística jamás acaba, que es posible hacer una gran entrevista a los 40 años de ejercicio profesional. Lo mismo puede ocurrir con un ingeniero, un abogado, un albañil, un maestro, un arquitecto, un médico.
Los atletas tienen inexorable fecha de vencimiento, y eso ocurre cuando todavía están en la flor de la vida. Es injusto, pero es la naturaleza de esa profesión. ¿Cómo no entender a Santana? ¿Cómo no apoyarle en sus intentos de regresar?
El Gocho ya es patrimonio nacional, se entiende que a tantos preocupe o duela. Pero tiene todo el derecho de insistir. No se trata de buscar otro Cy Young. Es la conmovedora historia de un hombre intentando gozar por última vez aquello que tanto gozó.
@IgnacioSerrano