Danry Vásquez delinquió hace dos años, al golpear bestialmente a su novia y ser sometido a un proceso que no terminó en condena penal porque la joven no lo demandó. Como la propia mujer acaba a declarar a Univisión, las víctimas de violencia de género confunden las explosiones de sus parejas con amor, culpa, dependencia, tantas cosas. Hoy luce dispuesta a ser activa en la necesaria cruzada contra esta conducta repudiable.
La publicación del video donde Vásquez arrastra escaleras abajo a la muchacha, su inexplicable y repetida brutalidad, han causado un revuelo internacional, produciendo una virulencia general en su contra, desde colegas como Justin Verlander, deseándole la peor vida posible fuera del beisbol, hasta aficionados locales que exigen una suspensión en la pelota criolla.
Es imposible ser neutral cuando se conoce un acto semejante de un hombre hacia su compañera. Implica tal cobardía que no repudiarlo es un gesto de complicidad.
Pero este caso particular tiene otras aristas. Vásquez ha expuesto su versión, ha reconocido la vileza de sus actos, ha hablado de su deseo por ser mejor persona y asegura que está tratando de reivindicarse a través de actos de beneficencia y trabajo comunitario. Toda persona tiene derecho a una nueva oportunidad, a demostrar que es posible volver a nacer. Sin embargo, ante la falta de sanción judicial (porque no estuvo preso por algo que sin duda debería merecer cárcel) es imposible condenar la sanción moral, esa que la sociedad manifestó tímidamente hace dos años y que ahora le atenaza con saña en las redes sociales y medios de comunicación, al hacerse pública la vergonzante evidencia.
El ex prospecto cargará con el peso de su falta durante años, quizás por toda su vida. Es muy probable que jamás vuelva a jugar en el extranjero. Ha sido despedido por segunda vez, por la misma causa, y parece imposible que alguna otra organización vaya a darle un contrato.
Es una tragedia. Alexander Mendoza, quizás el periodista con más profundo conocimiento sobre el proceso de firmas de Julio 2 en Venezuela, nos hablaba hace un par de días sobre cómo el swing de Vásquez era comparado a los 16 años de edad con el swing de Bob Abreu, lo que le mereció un bono de 1,3 millones de dólares.
Pero la violencia de género, como otras enfermedades sociales, es algo mucho más complejo. Y es aquí donde entra en juego el beisbol venezolano.
Hemos sostenido muchas veces que nuestra pelota puede y debe jugar un papel activo en la construcción de valores. Es una deuda que los equipos y la directiva de la LVBP todavía tienen. El pasatiempo nacional no es una isla, un pequeño paraíso donde escapar de las injusticias que nos han tocado en estos años. Su obligación es ayudar a luchar contra lo injusto y fomentar la siembra de valores.
Ahora mismo, el grandeliga José Torres está siendo procesado en Estados Unidos por violencia de género y otras figuras criollas han estado involucradas en situaciones así. La justicia no debe aplicarse en retroactivo, es cierto, pero es necesario que el Código de Ética del circuito incluya en adelante un capítulo contra la violencia de género. Que se impongan castigos a quienes incurran en ella y se abra la puerta a la posibilidad de redención. Que en esta campaña tan necesaria no esté ausente nuestro beisbol.
@IgnacioSerrano
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