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Chavismo totalitario

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Este año se cumplieron 100 años de la Revolución Bolchevique, ocurrida entre el 6 y el 8 de noviembre de 1917. El presidente Nicolás Maduro dijo que celebraría por todo lo alto el momento histórico en homenaje a Lenin, a quien considera el gran revolucionario del siglo XX. También señaló que hay que “reivindicar” las ideas, los sueños, la utopía y la obra del líder comunista, así como su “impacto histórico, que cruzó en dos la historia de la humanidad”.

Además de Cuba y Rusia, el chavismo se nutre de regímenes totalitaristas como el chino o el norcoreano, que están enfocados en la formación del ciudadano en un mismo pensamiento, sin que este tenga la capacidad propia de discernir y de elegir.

En Venezuela se ha visto con evidencia cómo en las escuelas se distribuyen libros en los que se refiere a Hugo Chávez como un segundo libertador; el uso de niños para erigir al ex presidente como una especie de Dios; la adoración empedernida de un hombre muerto con frases como “comandante supremo” o “comandante eterno”.

Esto mismo ocurre en Corea del Norte, donde hay un régimen dictatorial que ha torturado y oprimido a su pueblo: Kim Il-sung, el fundador del Estado norcoreano y conocido como “Gran Líder”, es considerado constitucionalmente el “presidente Eterno de la República”. Para Kim Jong-il, hijo y sucesor de Kim Il-sung, se creó el cargo póstumo de “secretario general eterno” del Partido del Trabajo de Corea y el de “presidente eterno de la Comisión Nacional de Defensa”.

Para comprender la fase totalitaria en la que se encuentra Venezuela, podemos citar a Thierry Wolton, periodista y ensayista francés que ha escrito libros sobre la historia de países comunistas. El 24 de septiembre fue publicada una entrevista que ofreció al diario Le Figaro. Allí el intelectual afirma que el “comunismo y el nazismo son dos variantes del totalitarismo”, pues en ambas ideologías se centralizan las naciones en un solo hombre u organización política, tal como ocurre en nuestro país.

En ese texto es posible entender más el chavismo. En parte el problema de la desunión de la oposición, de su confusión al momento de actuar, de sus decisiones incomprensibles, ocurre porque hace falta aprender a descifrar el chavismo, saber qué es: una dictadura totalitaria, que no es igual a las dictaduras de derecha como la de Pinochet o la de Pérez Jiménez. La del chavismo es una dictadura que invade desde la

distribución de los alimentos hasta lo que escucha o mira la gente.

Durante la entrevista, el periodista formula esta pregunta: “El pecado de casi todas las personas de izquierda es haber querido ser antifascistas sin ser antitotalitaristas’, escribe Orwell. ¿Qué quiso decir con eso?”. Wolton responde que el mejor aliado del comunismo fue el nazismo. Ambos totalitarismos se ayudaron antes de luchar entre sí, porque tenían el mismo odio hacia el mundo occidental, hacia la democracia. Después de ayudar a Hitler a llegar al poder en 1933, de apoyar el esfuerzo bélico del Führer a través del pacto germano-soviético de agosto de 1939, de compartir Europa al inicio de la guerra, los dos totalitarismos se enfrentaron. Desde ese momento, la inteligencia de Stalin se enfocó en presentarse como la mejor defensa en contra del nazismo. Ese antifascismo que pregonaban en la Unión Soviética funcionó como una cortina de humo para que el estalinismo reprimiera a su pueblo.

¿No es acaso Nicolás Maduro un supuesto enemigo del fascismo, palabra que agota todos los días, cuando en realidad su ideología nace de la hermandad entre el comunismo y el nazismo? Maduro ha usado ese mismo argumento para reprimir y destruir al país.

Otra relación surge del análisis que hace Thierry Wolton del comunismo como gran esperanza de justicia social, lo que le ha servido al chavismo y otras ideologías no solo como mensaje político-social, sino como mensaje cristiano, en el sentido de que en el futuro llegará el paraíso. Maduro siempre está hablando de Jesucristo, de que también era socialista y de que él mismo cuenta con la bendición de Dios. Wolton advierte que la muerte del comunismo es para algunos la muerte de Dios, es decir, inaceptable e imperdonable.

Pero el totalitarismo no llegó a la Rusia solo por apoyo ciudadano, también hubo un respaldo de muchos intelectuales. Wolton dice que los intelectuales y el comunismo se reunieron porque Lenin entendió que el proletariado no iba a romper sus cadenas de explotación, como creía Marx, así que se necesitaba un partido de revolucionarios profesionales para tomar el poder. Sin embargo, una vez establecido el comunismo, el régimen eliminó a los intelectuales que no estaban alineados. Y mientras fuera la sangre de otros la que se derramara, algunos intelectuales occidentales continuaron defendiendo la ideología.  

El historiador habla sobre la indiferencia de quienes se dicen intelectuales, esos mismos que sobran en Venezuela: “El comunismo representaba tal esperanza que no importaba la realidad. Para muchos era mejor creer que ver. En uno de mis capítulos cito esta frase de Camus: ‘Todo concepto erróneo termina en la sangre, pero siempre es la sangre de los demás’. El comunismo era un concepto erróneo. Hectolitros de sangre se derramaron en su nombre, pero ¿qué importa? El intelectual, en general, no se molesta con la realidad, especialmente si no la enfrenta directamente”.

El análisis de Wolton tiene un lado positivo para Venezuela y los países que han caído en regímenes totalitarios. Considera que ya no existe el “suelo” necesario para que se ratifique el comunismo. Argumenta que los países que siguen siendo comunistas se abren económicamente mientras siguen políticamente cerrados. Un claro ejemplo es China. El contexto global para que los países caigan en el comunismo ha cambiado. Y los que permanecen están condenados a desaparecer.

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