Ya desde, por lo menos, los años cincuenta y sesenta del siglo XX, los términos terrorismo, narcotráfico, gobierno, comunismo, marxismo y Estado han estado estrechamente relacionados. Uno de los libros más interesantes sobre el tema fue escrito por el Doctor Joseph D. Douglass en el año 1990. Douglass, ex-director adjunto de la CIA y ex-director del Redwood Institute, fue uno de los analistas de seguridad nacional más prestigiosos en Estados Unidos. Algunas de sus líneas de investigación más relevantes fueron: la guerra cultural, el terrorismo internacional, el narcotráfico, el crimen organizado, la guerra biológica, las políticas de defensa militar, entre otras.
En su obra “Red Cocaine: The Druggling of America”, se hicieron directas y polémicas acusaciones de narcotráfico. Estas acusaciones, en la mayoría de los casos, estuvieron sustentadas en informes de inteligencia y artículos de prensa. Entre estas fuentes, destaca que el doctor Ray Cline, ex-director de la CIA, declaró haber observado en los años cincuenta y sesenta los crecientes vínculos entre los grupos políticos revolucionarios, en su mayor parte marxistas-leninistas; los narcotraficantes, que buscan la protección que los grupos revolucionarios pueden darles y pagan por ello; y los traficantes de armas, quienes operan como proveedores de armamento para los marxistas-leninistas y los narcotraficantes. (Cline en Douglass, 1990:79).
Por otra parte, Clyde Taylor, de la Oficina de Asuntos Internacionales de Narcóticos, reveló en 1985 que existían ciertas evidencias que sugerían que, hasta cierto punto, los Estados Comunistas habían facilitado las actividades de grupos narcotraficantes. (Douglass, 1990:114). Constantemente, los reportes de inteligencia señalaron que los cubanos recibieron, desde Moscú, la orden de infiltrar con drogas a los Estados Unidos y Latinoamérica. Es curioso, sin embargo, que el mercado de las drogas en la Unión Soviética no era muy grande, según los datos de la prestigiosa Universidad de Pittsburgh.
Sobre los orígenes del “narcoterrismo” y los Narcoestados, el mismo Joseph Douglass, uno de los grandes asesores de seguridad nacional en Estados Unidos dijo lo siguiente:
Los orígenes exactos del narcoterrorismo son inciertos. Sin embargo, hay una variedad de hechos que apuntan a su aparición gradual, más bien como resultado de la evolución y las circunstancias que de la planificación. Primero, según lo informado por Sejna, la estrategia soviética actual relacionada con el narcotráfico, el terrorismo y el crimen organizado tuvo sus orígenes alrededor de 1955, cuando Khrushchev se propuso modernizar la subversión soviética y poner de nuevo en marcha el movimiento comunista mundial tras la muerte de Stalin. (Douglass, 1990:79)
Los países de la órbita soviética fueron, en reiteradas ocasiones, acusados de narcotráfico por las más prestigiosas agencias de inteligencia en Occidente. Los funcionarios de los distintos organismos estadounidenses de inteligencia militar sospechaban que existía una conexión, de algún tipo, entre el aumento del tráfico de drogas y la Unión Soviética. Si Moscú no se había involucrado con el narcotráfico, por lo menos debió haber sabido del negocio del narcotráfico y permitió que este se extendiera, según las investigaciones (Douglass, 1990:8). Vemos entonces, que no se sabía a ciencia cierta hasta qué punto la Unión Soviética estaba o no ligada con el negocio internacional de las drogas.
En el caso de China, varios agentes de inteligencia en el exilio colaboraron con la prensa británica. Según los datos de la inteligencia de Japón, la Oficina de Narcóticos de Estados Unidos, la inteligencia de la Armada de los Estados Unidos y la CIA, el narcotráfico en China era una actividad «oficial”, es decir, el gobierno usaba la estructura estatal. Zhou Enlai, ex primer ministro de China, fue relacionado con la presunta red estatal de narcotráfico en China y se le atribuyó la siguiente frase: “A los capitalistas hay que desarmarlos con las cosas que les gusta probar”.
Aparentemente, Enlai se refería a las drogas y estupefacientes. En el año 1974, unos 15 años antes de la obra de Joseph Douglass, Stanton Candlin publicó la obra “Psycho-chemical Warfare: The Chinese Communist Drug Offensive Against the West” (540 páginas), a través de la editorial Arlington House. En el libro, se habla de diversos funcionarios del gobierno chino que, luego de obtener asilo político, denunciaron la red de narcotráfico estatal en China. Uno de ellos, describió una presunta reunión secreta del gobierno chino en 1952, en la cual se discutió la agenda de la droga en los siguientes veinte años. En esta reunión, se tomaron decisiones para estandarizar los grados de narcóticos, fijar regulaciones, establecer horarios de precios diseñados para alentar el mercadeo agresivo, enviar representantes de ventas, expandir la investigación y la producción de droga, así como reorganizar las responsabilidades administrativas. Supuestamente, la información pudo ser confirmada con datos suministrados por agentes de inteligencia soviéticos y checoslovacos.
De acuerdo con Turnbull en Douglass (1990:13), la producción y distribución de drogas era una fuente valiosa de ingresos nacionales y una poderosa arma de subversión para el gobierno chino. Turnbull señaló que el narcotráfico le permitía a China cumplir los tres objetivos básicos de su política exterior: financiar actividades subversivas en el extranjero; corromper y debilitar a la gente del “Mundo Libre”; y destruir la moral de los militares estadounidenses que combaten en el sudeste asiático. La conclusión de Turnbull fue idéntica a la alcanzada veinte años antes por el Comisionado de Narcóticos de los Estados Unidos, Harry Anslinger. Según estos analistas, la operación subversiva china debía ser considerada una forma de guerra química clandestina en contra de Occidente.
En Latinoamérica, son cinco los casos básicos y fundamentales para entender las acusaciones de Narcoestado: Panamá, Colombia, México, Cuba, y Venezuela. En los años sesenta, los servicios de inteligencia occidentales señalaron que Fidel Castro declaró que “las drogas serían un arma decisiva en la lucha contra las democracias de Occidente”. En el año 2000, un informe de uno de los centros de información del Departamento del Estado (EE UU) señaló que México estaba “en camino a convertirse en un Narcoestado en sentido pleno”, a la vez que calificó a Colombia de Narcoestado incipiente. El caso de Panamá es realmente interesante, puesto que Noriega ha sido el único ex-presidente latinoamericano que ha sido acusado, de manera directa y formal, por sus nexos con el narcotráfico. Curiosamente, la acusación fue emitada un año antes de la intervención militar estadounidense.
El caso de Fidel Castro es uno de los más interesantes. Según un informe de inteligencia del mes de julio de 1961, rumores en la comunidad de exiliados cubanos en Florida indicaban que el narcotraficante Santos era la vía de Castro para distribuir las drogas en los Estados Unidos. Ya en 1964, los informes comienzan a sugerir que la participación de Castro en el negocio del narcotráfico era directa. Cabe destacar que, estas acusaciones fueron contemporáneas con la invasión de Playa Girón (Bahía de Cochinos) en 1961, la cual contó con el apoyo de Estados Unidos, Guatemala y Nicaragua.
El día 22 de noviembre de 1982, catorce funcionarios cubanos fueron acusados de narcotráfico por un juez federal en Estados Unidos -cuatro de ellos eran parte del alto gobierno-. El juez federal alegó que los cubanos habían pretendido enviar marihuana y metacualona colombiana a territorio estadounidense. Dos de estos funcionarios eran importantes miembros del Comité Central del Partido Comunista de Cuba. Según Douglass (1990), ex-director adjunto de la CIA: “Como centro revolucionario soviético en el Caribe, Cuba es el centro operativo para el narcotráfico y la capacitación de terroristas revolucionarios. (…) Cuba proporciona un refugio seguro para los narcotraficantes de América Latina con destino a los Estados Unidos (p.78).”
En los últimos años, el término es usado con mucha frecuencia para referirse a Venezuela, sobre todo después de la detención de los sobrinos de Nicolás Maduro, los cuales fueron condenados a 18 años de prisión. En la jerga comunicativa, se ha vuelto común hablar de Narcoestado, narcogobierno, narcocomunismo, narcodictadura y narcotiranía, a la hora de referirse al sistema de gobierno venezolano. Sin embargo, hay que tener en cuenta que las investigaciones no han terminado y no existe todavía una acusación verdaderamente formal, emitida por las autoridades competentes -como sí ocurrió en el caso de la Panamá de Noriega en 1988-.
A lo largo del siglo XX, hemos visto que las acusaciones de gobiernos narcotraficantes fueron muy frecuentes, sobre todo en el contexto de la Guerra Fría. Estas denuncias incluso fueron emitidas por los directores de las más importantes agencias de inteligencia en Occidente, como la CIA. Aún así, en la mayoría de los casos, no se tomaron acciones. Aunque Fidel Castro había sido acusado por narcotráfico desde los años sesenta, no fue acusado de forma directa y formal por un juez federal en Estados Unidos, a diferencia de Noriega. Este es solo un ejemplo.
El tema del narcotráfico podría ser más complejo de lo que parece. El narcotráfico es una actividad productiva y mercantil, de carácter internacional y muy al margen de la legalidad. Después de largos años de acusaciones, sustentadas o no, el problema está muy lejos de resolverse. El consumo de drogas ha seguido creciendo y cada vez hay más adictos en el mundo. Una vez que las drogas cruzan la frontera, estas no se venden solas. A lo largo y ancho del mundo, existen importantes grupos económicos muy bien articulados en el negocio de la droga. En la cadena de distribución, el margen de ganancia es muy alto: el valor de la droga es muy distinto cada vez que esta cruza la frontera. Uno se pregunta: ¿no será que el negocio es muy rentable y no existe, por lo menos en sentido pleno, la voluntad terminar con el narcotráfico internacional?
Más información:
Candlin, S. (1974). Psycho-Chemical Warfare: The Chinese Communist Drug Offensive Against the West. Nueva York: Arlington House.
Defense Technical Information Center. (2000). The United States and Latin America: Shaping an Elusive Future. Recuperado de https://archive.org/download/DTIC_ADA375197/DTIC_ADA375197.pdf
Douglass, J. (1990). Red Cocaine: The Drugging of America. Atlanta: Second Opinion Publishing Inc. Recuperado de https://portalconservador.com/livros/Joseph-Douglass-Red-Cocaine-The-Drugging-of-America-and-the-West.pdf
Neuhauser, K. (1990). The Market for Illegal Drugs i n the Soviet Union in the Late 1980’s. Washington: National Council for Eurasian and East European Research. Recuperado de https://www.ucis.pitt.edu/nceeer/1990-Duke-23-Neuhauser.pdf
Autor: Vicente Quintero @vicenquintero
Vicente Quintero es Licenciado en Estudios Liberales de la Universidad Metropolitana de Caracas, con énfasis en el área política. También ha tomado cursos de cultura y política en la Universidad Politécnica Estatal de San Petersburgo (Rusia). Quintero es columnista de El Nacional Web (Venezuela), The Global World (España, American Herald Tribune (Estados Unidos), WTC Radio (Venezuela), ProEconomia (Venezuela-España) y La Trenza (México). En el año 2018, ha tenido la oportunidad de presentar sus obras de arte en el Museo Alejandro Otero (Fundación de los Museos Nacionales de Venezuela). A través del arte, Quintero expresa la realidad política y económica del mundo. Quintero domina cuatro idiomas: español, inglés, ruso y alemán.
Temas: política, relaciones internacionales, América Latina, Venezuela, Estados Unidos, Panamá, liberalismo, religión, cultura, economía política, economía.