Académicos venezolanos, de diversas corrientes ideológicas y posturas políticas, han afirmado que Venezuela va en camino a la balcanización. Aunque no coinciden en el diagnóstico, por lo general sí lo hacen, hasta cierto punto, en las perspectivas a mediano y largo plazo.
Venezuela, entendida como Estado-Nación, podría dejar de ser existir tal como la conocemos hoy en día, al punto que el parlamentario Luis Florido pidió en el año 2018: “evitar la Balcanización de Venezuela y exigir que las FAN cumplan su rol Constitucional”. Desde Emilio Figueredo, abogado y ex-diplomático venezolano, hasta Alexander Campos, académico de la Universidad Central de Venezuela, han sido muchos los expertos que llevan años advirtiendo la posibilidad de un proceso de balcanización de Venezuela. De hecho, también existen analistas en la izquierda venezolana que han sugerido esta posibilidad, como es el caso de José Negrón Valera. En términos geopolíticos y estratégicos, se usa el concepto balcanización para referirse al proceso de desintegración que pueden sufrir los Estados. El desmembramiento de Yugoslavia es el referente principal de la balcanización.
Según el profesor Alexander Campos, esta es la razón fundamental que permitiría que ocurriera un proceso de balcanización en Venezuela: “Por no poder dominar el territorio. En las fronteras hay un dominio más efectivo de los grupos narcotraficantes y de los grupos guerrilleros que del propio Estado. En el oriente del país domina el narcotráfico. Las megabandas están, de alguna manera, llegando a un acuerdo con los cuerpos policiales. Soy científico social y mi deber es pensar en tendencias.”
La falta de control efectivo de nuestro territorio por parte del Estado Venezolano, la presencia de un Paraestado (grupos de choque-colectivos) y las pretensiones geopolíticas expansionistas de algunos vecinos son parte de los factores que han encendido las alarmas desde hace ya algunos años, puesto que podrían facilitar un proceso de balcanización. En Venezuela, el Estado no es capaz de hacer cumplir la ley en las zonas periféricas y fronterizas, en donde han aumentado los delitos transfronterizos y las mafias delictivas. La policía y el sector militar, aunque son quienes por legitimidad deberían tener el monopolio de la violencia (ver Max Weber), con frecuencia quedan subordinados a los grupos de choque, mejor conocidos como colectivos.
En Venezuela, afortunadamente, los regionalismos siguen sin exacerbarse, al menos no al nivel de la Venezuela del siglo XIX, período en el que más prevalecía la identidad regional y la consciencia que emanaba de esta, que la nacional. Tampoco están presentes grandes tensiones étnicas entre una región de Venezuela y la otra. Desde el gobierno de Juan Vicente Gómez, se ha venido consolidado una identidad nacional y una división político-administrativa. Más allá de algunas regiones como Zulia -y ni tanto-, el clamor nacional sin duda pesa más que el regional. Y esperamos que siga así por mucho tiempo: el regionalismo es uno de los factores que podrían facilitar una balcanización.
Rodeada de vecinos como Brasil y Colombia, ahora más que nunca Venezuela vive una situación delicada. La crisis migratoria, la hiperinflación y el creciente aislamiento internacional de la cúpula de Miraflores limitan el rango de respuesta del país sudamericano. Históricamente, Brasil y Colombia han tenido una visión geopolítica expansionista. En el caso de Colombia, recordemos que todavía esta reclama su soberanía sobre el golfo de Venezuela, muy importante para toda la economía nacional. Este es un asunto que todavía no ha sido resuelto.
El hipotético escenario de una balcanización en Venezuela, hasta hace no mucho tiempo considerado una teoría conspirativa, cada vez suena menos fantasioso y descabellado. Después del acto de juramentación de Juan Guaidó y la reciente ronda de sanciones estadounidenses a la estatal petrolera venezolana PDVSA, Venezuela ha pasado a tener dos presidentes y dos gobiernos. Se está creando una estructura paralela gubernamental opositora que definitivamente permita sacar a Nicolás Maduro del poder en Venezuela. No es poca cosa que Juan Guaidó vaya a manejar los activos de la República Bolivariana de Venezuela en suelo estadounidense, como CITGO. La Asamblea Nacional de Venezuela es apoyada por el mundo demócratico-liberal occidental.
Las opciones de financiamiento Nicolás Maduro son cada vez más reducidas y el cerco lo aprieta cada vez más. En los actuales momentos, Turquía y los Emiratos Árabes Unidos son presionados por los Estados Unidos, con el fin de que estos países no sigan realizando operaciones con el oro venezolano. El mundo es cada vez más pequeño para Maduro: cada vez menos países lo reconocen y se quieren relacionar con él. La reputación de su administración es muy negativa y las grandes empresas se abstienen de hacer negociaciones con él. Pero esto, de ninguna forma, garantiza que el final del chavecismo-madurismo esté cerca. Sin dinero, sin reconocimiento internacional y con niveles alarmantes de pobreza, hay gobernantes que han logrado sostenerse durante varias décadas.
Si la crisis en Venezuela sigue escalando, las consecuencias pueden ser catastróficas para el Estado-Nación venezolano. Los procesos de balcanización pueden ser complicados, y hasta impredecibles. Aunque muchos seguramente podrían suponer que Venezuela se va a dividir en dos, lo cierto es que nadie quita que se divida en tres o cuatro partes, cada una con un menor o mayor reconocimiento de la comunidad internacional, dependiendo de la alineación de esos nuevos Estados con las grandes potencias del mundo. Hemos entrado en una situación verdaderamente peligrosa.
¿Encontraremos los venezolanos una salida a esta crisis? Con urgencia, necesitamos una solución que nos permita reconstruir en paz la institucionalidad de nuestro país. No queremos la balcanización de Venezuela.
Material referencial:
Davies, V. (2018). Alexander Campos: La venezolanidad es la clave para salir del régimen totalitario. Contrapunto.