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El año del pitcher

Los lanzadores, casi siempre someten a los bateadores, pero aquel año de 1968 en las grandes ligas, hicieron de todo con ellos.

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Gracias a ese frenesí universal por los aniversarios cuyos años culminan en «cero», o en todo caso en «cinco», caímos en cuenta que en este presente se cumple medio siglo de una temporada que marcó un hito en la historia de las grandes ligas. ¿Dónde y cuándo habrá surgido esa exaltación que nos lleva a celebrar con arrojo no importa qué, si el «0» o el «5» están de por medio. O para ser más exactos, de último. ¿Recuerdan el paroxismo que recorrió el globo terráqueo al acercarse el milenio? En algún lugar y momento de la existencia humana debe estar el por qué, aunque por ahora regresemos a nuestra hábitat tradicional, el beisbol.

Al igual que todas las anteriores a las que tuvimos acceso una vez atrapados por el fervor por el juego, la campaña de 1968 la seguimos, honesto es reconocerlo tanto tiempo después, con más atención a la que debimos prestarle al quinto de Humanidades en el liceo Pedro Emilio Coll en Caracas. Aún estábamos bajo los efectos del guayabo provocado por el adiós del zurdo Sandy Koufax dos años atrás, y entretanto seguir a los venezolanos en la gran carpa no requería del esfuerzo colosal del presente. La embajada local no podía ser más escuálida: el campocorto Luis Aparicio, el jardinero Víctor Davalillo, el utility César Tovar y el infielder José Herrera. En recompensa y niveles aparte, los cuatro eran nuestros héroes por el solo hecho de estar allí.

Turbulento es un calificativo que describe lo ocurrido entre los meses de abril y octubre, incluida la Serie Mundial entre Detroit y San Luis. Especialmente por lo sucedido desde la lomita del pitcher. Tomen nota o guarden esta página porque no lo van a creer. Dennis McLain ganó 31 juegos para los Tigres. Desde 1934 ningún lanzador había superado la barrera de los treinta triunfos y ningún otro lo ha hecho desde entonces. Repartidos entre los dos circuitos, otros seis pitchers alcanzaron al menos veinte éxitos, y ocho cerraron con efectividad por debajo de dos  carreras limpias por cada nueve inning, contado el promedio de 1.12 de Bob Gibson para los Cardenales en algo más de 300 episodios. ¡1.12 en más de 300 capítulos! De verdad, ¿pueden creerlo?

Pero el sometimiento no quedó allí. Se elaboraron cinco encuentros sin hits ni carreras, entre ellos un juego perfecto de Jim Hunter con los Atléticos de Oakland, mientras Don Drysdale en un momento del calendario completó 58 entradas consecutivas sin tolerar carreras, una marca para las mayores que permaneció invicta durante dos decenios. Lo de Gibson tampoco quedó allí. Completó trece blanqueos y tampoco permitió anotaciones a lo largo de 45 tramos. 

Como era de esperarse, los bateadores, ni antes ni después, habían padecido una dictadura como aquella que le otorgó a 1968 el histórico título del «Año del Pitcher». En la Liga Americana, apenas un toletero finalizó con un promedio ofensivo más allá de los .300 puntos, Carl Yastrzemski con .301 para los Medias Rojas de Boston. Sus colegas de la Liga Nacional fueron más afortunados. Cinco superaron la barrera con Pete Rose en la cima de la fila con .335 para los Rojos de Cincinnati.

Cualquiera pudiera imaginar que los bateadores que los pitchers enfrentaron durante esos seis meses eran universitarios. Pues no. Aún estaban en combate Willie Mays, Henry Aaron, los boricuas Roberto Clemente y Orlando Cepeda, Frank Robinson, Ernie Banks, Billy Williams, Al Kaline, Johnny Bench, Willie McCovey, Willie Stargell. Actualmente, todos con una placa en el Salón de la Fama.

Como colofón, en el primer juego de la Serie Mundial, Gibson ponchó a 17 bateadores para superar a nuestro pesar el registro para un encuentro de 15 establecido por Koufax en 1963, y el zurdo Mickey Lolich alcanzó tres victorias para ofrecerle la serie a los Tigres. En las 49 series siguientes ningún otro lanzador consiguió tres ganancias en un solo clásico.

En retrospectiva, y fuera de las frontera de las ligas mayores, 1968 sí fue un año merecedor del arrebato que envuelven los aniversarios acabados en «cero» o en «cinco». No sabemos si el mundo se ha visto sacudido tanto como en esos doce meses: asesinaron a Martin Luther King en Memphis por defender los derechos civiles de los negros en Estados Unidos, mataron a Robert Kennedy en Los Ángeles cuando trataba de ser candidato a la presidencia de los estadounidenses, los soviéticos invadieron a Checoslovaquia, en mayo los estudiantes por poco sacan al general Charles DeGaulle de la presidencia de Francia, César Tovar jugó las nueve posiciones en un solo encuentro de los Mellizos y Morochito Rodríguez ganó el título mosca en boxeo y le dio a Venezuela su primera medalla de oro en una Olimpíada. Entretanto, nos graduábamos de bachiller.

¡Qué año!

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