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Analizando el cambio entre Anzoátegui y La Guaira

por Avatar EL NACIONAL WEB

Hubo un tiempo en que Joseph Ortiz era visto como uno de los lanzadores con más futuro en Venezuela. En aquel tiempo, hace unos cinco años, crecía en las menores de los Rangers de Texas y mostraba gran dominio, mientras lucía una etiqueta de prospecto que pronto validaría.

El caraqueño tenía todo para triunfar. Joven, zurdo y ponchador, con diminuta efectividad en las granjas de los vigilantes y roce creciente en la LVBP.

¿Qué pasó? Aquel accidente de tránsito, del que hay varias versiones, cambió drásticamente lo que pudo ser una larga carrera en las Grandes Ligas. Ortiz acababa de llegar a la gran carpa y había pasado su primera prueba con buenas notas. Su hoja de servicio muestra 4.23 de efectividad en 32 relevos a su paso por la MLB. El futuro le sonreía.

El apagafuegos comienza ahora una nueva etapa en su carrera. Luego de cuatro campañas de lesiones y dificultades, entre nuevos intentos y ligas independientes, forma parte de los Caribes de Anzoátegui, que entregaron para obtenerlo al derecho Miguel Román.

¿Qué ganan los Tiburones de La Guaira? ¿Cuánto se beneficia la tribu con este movimiento?

La tropa oriental piensa en el corto plazo. Es improbable que Román ayude de inmediato a los salados, por tener 20 años de edad y apenas dos justas en las menores. Viene de trabajar en la Dominican Summer League, la primera parada en la ruta del desarrollo.

El diestro también es apagafuegos. Todavía no muestra grandes capacidades para pasar a los rivales por la vía de los tres strikes, pero es muy pronto para sacar conclusiones. Su más reciente cosecha en Quisqueya luce buena a primera vista, con 1.98 de efectividad en 21 apariciones. Pero sus otras estadísticas hablan de un muchacho que tiene mucho que demostrar.

Su WHIP fue de 1.50, igual que en 2016. Es una cantidad de corredores embasados por inning que pudiera pasarle factura, eventualmente. Su media de abanicados es de apenas 5,6 por cada nueve entradas, contra 4,9 boletos en el mismo lapso. No le batean mucho. De hecho, todavía no le han dado un jonrón como profesional. Pero necesita pulir sus herramientas, mejorar su control y sacar provecho de lo que tiene, para algún día poder triunfar. Es, como reza el lugar común, un diamante por pulir.

Ortiz, en cambio, ya estaba engarzado en un anillo reluciente, cuando descarriló su carrera. Sea por las lesiones o por otros motivos, todavía está en deuda con todo lo que se esperaba de su talento.

Fue dejado en libertad por los Cachorros de Chicago en 2015, su único torneo con otra divisa distinta a los texanos, y regresó en 2017, para lanzar con el Joliet, en la Liga de la Frontera. Se trata de un circuito independiente de mediano nivel. No es el mejor termómetro para medir sus actuales capacidades. Allí dejó 5.94 de efectividad, con buen control, pero con escasa capacidad ponchadora.

¿Qué buscan los indígenas? Es una apuesta de corto plazo. Está por verse todavía qué será de la vida de Román, pero si Ortiz ayuda ahora mismo, el pacto valdrá la pena. Todavía es joven. Acaba de cumplir 27 años de edad y un zurdo es siempre un valor agregado en el bullpen.

De lo que haga ahora a favor de los aborígenes dependerá la respuesta a la pregunta que siempre hacen los aficionados: y al final, ¿quién gana con este cambio?

@IgnacioSerrano

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