«Ojalá tuviéramos más autoestima, valoráramos más las oportunidades de México y derribáramos el mito del sueño americano«.
Los mexicanos Vicente Cruz, Damián Palacios y Francisco Máximo repiten este deseo cuando cuentan sus historias a BBC Mundo.
Cruz es un joven dinámico de Ciudad de México que acumula varios emprendimientos exitosos.
Palacios, un migrante retornado de Estados Unidos que al volver fundó una franquicia de tortillerías con ganancias suficientes como para ayudar con la beca de sus hijos en Texas.
Y Máximo, un humilde pero sacrificado trabajador originario de Veracruz que de a poco se abrió camino y está cerca de comprarse un apartamento en la capital mexicana.
Sus biografías son distintas, pero tienen un nexo común: tuvieron la oportunidad de migrar o quedarse en Estados Unidos, pero desecharon la idea. Cada vez le ven menos sentido.
«Tenemos un peso fuerte, muchas oportunidades de crecer y ‘el cariñito especial de la tierra’», dice Palacios desde Sierra Gorda, un área reserva de la biosfera en los estados de Querétaro y San Luis en México.
Cruz, Palacios y Máximo forman parte de un grupo creciente de mexicanos que cada vez piensa menos en migrar.
Es una tendencia llamativa en un país cuyos ciudadanos han buscado oportunidades por décadas en el poderoso vecino del norte, donde se estima que 40 millones de un total de 300 millones de habitantes son de origen mexicano, de acuerdo a datos de 2018 de la Current Population Survey de Estados Unidos, reflejados en la página del gobierno mexicano.
Sin embargo, en 2023, el Laboratorio del Proyecto de Opinión Pública de América Latina (Lapop), recoge que los mexicanos son la nacionalidad con la menor intención migratoria de toda la región. Un dato que además viene a la baja en el último lustro.
De un 19% de encuestados que pretendía migrar entre 2018 y 2019, solo un 14% pretendió hacerlo en 2023.
Es una tendencia que va a contramano de la mayoría de países de la región, donde la intención de migrar ha aumentado en este periodo, especialmente en Nicaragua (de un 30% a un 50%), Perú (de 33% a 40%) y Ecuador (de 30% a 39%).
La Organización Internacional para las Migraciones de las Naciones Unidas (OIM) informa que la migración mexicana disminuyó un 10% entre 2010 y 2020. De 12.415.000 de emigrantes que se registraron en 2010, el número bajó a 11.186.000 en 2020.
«Todavía hay un número importante de mexicanos que sigue migrando, sobre todo a Estados Unidos, pero es notable que la migración está cambiando y que la estabilidad de la economía y el fortalecimiento del peso pueden ser factores (en esta tendencia)», le dice a BBC Mundo Ariel Ruiz Soto, del Migration Policy Institute de Estados Unidos.
El «superpeso» y el «boom» internacional
México vive un momento económico estable y poderoso.
Ahora mismo es un imán que atrae a nómadas digitales, decenas de multinacionales, emprendedores extranjeros y mexicanos de vuelta tras pasar un tiempo en el exterior.
“La mentalidad cambió mucho. Hay una escena emprendedora alucinante, con muchos jóvenes abriendo negocios y extranjeros, muchos estadounidenses, interesados en residir, trabajar e invertir en México”, cuenta Cruz, de Papel Maché, una agencia de marketing digital.
Por su trabajo, Cruz considera que tiene «un buen termómetro» de cómo se manifiesta en la calle la bonanza mexicana: una cotización de 18 pesos por dólar (hace dos años estaba a 20), un crecimiento de más del 3% del PIB en 2023 (entre los cuatro primeros de la región) una posición consolidada como segunda economía de América Latina por detrás de Brasil y una tasa de desempleo del 2,8%.
El Banco Mundial, sin embargo, alerta que «durante las últimas tres décadas, México ha tenido un desempeño por debajo de lo esperado en términos de crecimiento, inclusión y reducción de la pobreza en comparación con países similares», a pesar de las mejoras conseguidas en el sexenio de Andrés Manuel López Obrador como presidente.
«Pero en las grandes zonas urbanas: CDMX, Monterrey o Puebla, por ejemplo, se aprecia mucho cómo el crecimiento está ayudando a las familias locales», dice Ruiz Soto.
Una realidad que, insiste el experto, parece estar transformando la migración y mentalidad de los mexicanos.
«La idealización» de Estados Unidos
Cruz me enseña su lugar de trabajo. Es una casa asombrosa de comienzos del siglo XX transformada en un espacio de emprendimientos en la colonia Juárez de Ciudad de México.
«Cada semana vienen nuevos clientes, mexicanos y extranjeros, con ideas de proyectos», cuenta mientras recorremos la mansión.
A sus 38 años, Cruz cuenta con una amplia hoja de vida.
Previo a establecer su agencia de marketing, estuvo al frente de una hamburguesería a domicilio llamada IT Burgers.
Antes trabajó con Eugenio Derbez, un famoso actor y comediante mexicano. Entonces iba con frecuencia a Los Ángeles, por lo menos una vez al mes.
Midió de cerca los pros y contras de vivir y trabajar de uno u otro lado de la frontera.
«Siempre tuve claro que en México tendría un futuro mejor», comenta.
«Hay una idealización del mexicano de que en EE UU están todas las oportunidades, pero en países como México a veces hay más cosas por hacer. Con buenas ideas y bien estructuradas, la probabilidad de levantar capital es mucho más alta de lo que la gente cree».
Piensa que muchos mexicanos se dieron cuenta de «la narrativa incierta del sueño americano» y ahora regresan de Estados Unidos, con dólares y un «know how (experiencia) estadounidense interesante» que ayuda a que México florezca.
Aunque Cruz tampoco idealiza: «ni sueño americano ni mexicano. Es un cuento lo de que solo con sacrificio se consigue todo y México tiene otros problemas, como la gentrificación que genera su popularidad».
Bajo condición de anonimato, emprendedores y trabajadores mexicanos también contaron a BBC Mundo sobre cómo los “derechos de piso” ahogan a muchos emprendimientos una vez se hace notorio su éxito.
Los llamados derechos de piso ocurren cuando delincuentes o grupos criminales se presentan en negocios y exigen a los dueños pagar dinero a cambio de protección personal y material.
«Regresé a ayudar a mi pueblo»
Damián Palacios es uno de esos mexicanos que regresaron tras décadas en Estados Unidos.
Vivió en San Antonio, Texas, donde considera que está su segunda casa.
Se fue a fines de los 80 y volvió a comienzos de los 2000 con ideas frescas, ganas, recursos y un respeto máximo por cuidar al cliente y el trabajador.
«Fundé una cadena de tortillerías donde actualmente damos trabajo a 45 personas. Quise volver y ayudar, aportar a la economía de los pueblos más pequeños donde no somos conscientes de las oportunidades que hay».
La tendencia de mexicanos que regresan de Estados Unidos es otro fenómeno llamativo.
Con altibajos, los expertos llevan estudiando un aumento en el retorno de migrantes mexicanos desde la crisis económica que sacudió al mundo en 2008.
En 2010 se produjo un boom histórico de 832.790 retornados. En 2020, el censo registró 294.203 retornados, pero este valor seguía estando por encima de la cifras reportadas en 2000, de acuerdo a un estudio de la Universidad Autónoma de México.
La OIM habla de «altos niveles» de retorno, que impulsan la disminución general de migrantes mexicanos en EE UU.
«En mi caso regresé porque abrí los ojos y creí en mí. EE UU fue una escuela, pero yo notaba apatía. En México hay oportunidad y calor humano. Deberíamos tener más autoestima», dice Palacios.
Su caso, además, ilustra las contradicciones que pueden suceder entre fronteras.
Desde México, un país con menos recursos, ayudó a mantener las becas de sus hijos en prestigiosas universidades de Texas, «donde hay más dinero pero la vida también es más cara».
«Ha sido una lucha grandísima el haberlos apoyado con dinero», reconoce Palacios, enseñándome orgulloso las fotos de sus hijos graduados.
Un cambio de tendencia
La mirada de Francisco Máximo reluce cuando echa la vista atrás y visualiza el camino andado.
Llegó a CDMX con apenas 14 años a comienzos de los 90 y desde entonces ha trabajado en la construcción, hotelería, como handyman… Está curtido de oficios.
Dos de sus hermanos residen en Estados Unidos. Uno como temporero y el otro como permanente tras primero llegar ilegal. Durante un tiempo le insistieron en dar el paso.
«Lo pensé mucho, pero preferí quedarme cerca de mi familia, viendo a mis hijos crecer y aprovechando que México ha cambiado mucho, sobre todo en las opciones de trabajo. Solo hay que encontrarlo y echarle ganas», reflexiona.
Cuando analiza la diferencia con sus hermanos, dice que «ellos han logrado más en cuestión de propiedades: el carro, la casa».
Pero hasta esto está a punto de cambiar. A base de esfuerzo, ahorros y un jefe solidario que «le considera parte de la familia», Máximo está cerca de comprar su primer apartamento.
Termina la conversación con un deseo: «ojalá mis hermanos tomaran conciencia y volvieran. Ojalá tener a toda la familia junta otra vez».
Ariel Ruiz Soto, el experto en migraciones, aclara que que más mexicanos encuentren motivos para quedarse o regresar va de la mano con que el número de migrantes mexicanos que viajan irregularmente a Estados Unidos se mantiene relativamente constante y aquellos que migran usando mecanismos regulares, como las visas temporales, está aumentando.
Pero ve un cambio de tendencia.
«Puede que aquellos irregulares migren más por la violencia, el crimen o la discriminación, usualmente fuera de zonas urbanas, que por motivos económicos como antes», analiza Ruiz Soto.
Es la otra cara de la bonanza económica del país, que registra datos escalofriantes como 30.523 víctimas de homicidio en 2023, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Es un mal que junto a otros como el poder de los carteles de la droga, las denuncias de debilidad estatal, la falta de más acceso a educación y salud y la alta violencia de género mantienen en pánico y penuria a altos sectores de la población.
«La economía de México, el crimen y la violencia dictarán lo que sucederá con la migración en los próximos años», concluye Ruiz Soto.
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