La situación se calienta en Hawái, literalmente.
El volcán Kilauea sigue despierto, vomitando lava, humo y cenizas sobre la Isla Grande, mientras nuevas señales indican que las cosas pueden ir a peor.
En los primeros días, una lava densa brotó de las grietas de la montaña, pero eran flujos espesos y muy lentos que terminaban formando pozos y apenas se esparcían por los alrededores.
«Inicialmente, vimos que el magma que estaba brotando era antiguo. Había estado cerca de la superficie por décadas y el contacto hizo que perdiera con el tiempo gases tóxicos y que se formaran cristales», explica a BBC Mundo la vulcanóloga Janine Krippner.
Esto, según la investigadora de la Universidad Concord, en Estados Unidos, conllevó a un cambio en la «química del magma», lo que provocó que la lava se volviera más densa y más lenta, como se vio en los primeros días.
Pero desde finales de la semana pasada, el panorama cambió.
Más de 20 nuevas fuentes de magma comenzaron a brotar en las zonas cercanas a la montaña, de donde más de 10.000 personas debieron ser evacuadas ante el peligro inminente.
Para el domingo, la lava llegó incluso al mar y la reacción con el agua salada comenzó a producir una nube tóxica conocida en inglés como lazeen, una combinación mortal de ácido clorhídrico y partículas de vidrio que se extiende todavía por una región costera de la isla.
Las concentraciones en la atmósfera de dióxido de azufre, un gas tóxico liberado cuando la lava entra en erupción, se triplicó desde entonces.
Es un fenómeno del que no se tenía registro desde hace más de90 años, según Krippner.
Y es que, de acuerdo con la experta, la lava del Kilauea cambió.
Una lava más peligrosa
Krippner asegura que la causa de lo sucedido hay que buscarla en la fuerza que impulsó ese magma antiguo desde las entrañas de la tierra.
«Lo que estaba pasando era que corrientes de magma más nuevo estaban impulsando el más antiguo hacia la superficie. Y ahora, es ese magma joven el que está brotando», explica.
Pero ¿qué significa esto?
La experta explica que este lava más «fresca» implica tres circunstancias nada promisorias:
Como no estuvo en contacto con la superficie, es más rica en gases venenosos, que se disparan a la atmósfera y que pueden ser nocivos para la vida.
La temperatura es mayor y la consistencia de lava es más fluida (menos gruesa), por lo que avanza más rápido y abarca mayores superficies. Esto aumenta el peligro para zonas habitadas y hace mayores los daños potenciales.
Permite que las erupciones sean más violentas y que los chorros de lava puedan llegar más lejos. Hasta este miércoles, habían alcanzado una altura de unos 100 metros.
«Es algo que no se veía desde una erupción de 1924, lo cual es mucho tiempo si se tiene en cuenta la vida activa de un volcán. Por tanto, es por mucho una actividad muy diferente a la que los humanos estamos acostumbrados de ver en el pasado», asegura Krippner.
Y los pronósticos, según la experta, son reservados.
«No tenemos idea de por cuánto más tiempo esto pueda seguir. Es realmente imposible predecir cuánto durará, ya que depende de muchos factores, pero todo indica que continuarán las erupciones», afirma.
Pero la académica considera que los peligros no terminan ahí.
«La isla es muy grande y hasta ahora la zona afectada es pequeña. Creo que es algo que se debe señalar, porque dala impresión cuando se lee la prensa que la erupción abarca toda la isla. En realidad hay un área muy pequeña afectada».
«Sin embargo, hay que tener en cuenta también los posibles sismos que pueda generar y si la dirección del viento arrastra esos gases nocivos hacia zonas más pobladas», concluye.