Tras la erupción el domingo del volcán Cumbre Vieja en la isla de La Palma, en las Islas Canarias (España), que destruyó más de un centenar de viviendas y forzó la evacuación de miles de personas, la preocupación de las autoridades se centra ahora en la llegada de la lava volcánica al mar.
Es difícil precisar en qué momento ocurrirá. Todo depende de la velocidad de la colada (el manto fluido de lava), que a medida que se enfría y atraviesa terrenos más llanos se va ralentizando.
Pero los expertos y los responsables públicos coinciden en que acabará sucediendo y, por eso se han extremado las precauciones, ampliando el perímetro de exclusión en la costa para evitar que la gente se acerque a la zona.
La razón principal por la que se monitorea de cerca el arribo del magma al océano es por la reacción química que se genera cuando este entra en contacto con el agua salada, y que «puede generar explosiones y emisión de gases nocivos», según señalan las autoridades del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias (Pevolca).
Gases tóxicos
«Cuando el magma toca el mar, se van a formar unas grandes columnas de vapor de agua porque gran parte del agua del mar se va a vaporizar. Eso se debe al gran contraste térmico que hay entre ambos: la colada tiene una temperatura de más de 900°C, mientras que el agua tiene unos 23°C», le explica a BBC Mundo José Mangas, profesor de geología de Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.
«Pero como el agua tiene cloruros, sulfatos, carbonatos, fluor y iodo (entre otras cosas), se van a volatilizar también gases tóxicos», dice el académico.
Estos gases pueden provocar irritación en la piel, los ojos y las vías respiratorias.
Mangas da como ejemplo lo que ocurre en las zonas próximas a los volcanes en Hawái.
«Cuando te acercas a la zona del mar donde esta cayendo la lava líquida -una zona que está cercada- allí te pica la nariz y la garganta, porque estas respirando los gases que se han evaporado del agua de mar que contiene cloro, sulfatos…».
Son gases que dejan temporalmente un olor desagradable en las zonas más cercanas.
Por otro lado, cuando la colada se enfría rápidamente por el contacto con el agua, «la lava se fractura, y eso puede producir la eyección de proyectiles balísticos a relativamente corta distancia, y la liberación de gases (tóxicos) que la lava tiene atrapados en su interior», le dice a BBC Mundo Héctor Lamolda Ordóñez, ingeniero geógrafo del Instituto Geográfico Nacional y profesor de la Facultad de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid.
Los gases que se generan en estos dos procesos son empujados por los vientos hacia el mar, en las condiciones meteorológicas actuales, dice Lamolda, que añade que aunque las condiciones cambien, se dispersarían en el aire en poco tiempo.
Ambos científicos coinciden en que la delimitación de un perímetro cercano a la zona afectada es suficiente para controlar el peligro.
«Los gases tóxicos liberados en la atmósfera abierta, en un espacio obviamente restringido, acotado y delimitado, no deberían entrañar mayor peligro, ya que no debería haber nadie alrededor cuando eso suceda», añade Lamolda.
Otros peligros vinculados a la llegada del magma al océano, de acuerdo al Servicio Geológico de Estados Unidos, y que no están necesariamente vinculados al caso del volcán Cumbre Vieja en La Palma, son el colapso repentino de los terrenos y acantilados del litoral, las explosiones desencadenadas a raíz de este colapso y las olas de agua hirviendo que se generen a su alrededor.
Fases iniciales
Si bien la situación está ahora controlada, todo puede cambiar con el paso de los días.
«Estamos empezando, estas son las fases iniciales de la erupción, aún queda mucho», advierte Mangas.
«En una erupción estromboliana como la que tenemos ahora en La Palma, dos días no es nada, porque en las erupciones históricas que hemos tenido aquí desde el siglo XV hasta ahora, han durado uno, dos o tres meses».
Las erupciones estrombolianas -que deben su nombre al volcán Stromboli en Italia- son relativamente poco violentas y se producen a intervalos que pueden durar desde segundos hasta varias horas.
Pese a que recién comienza, Manga deja en claro que lo que ha pasado hasta el momento ha sido devastador.
«Hay pérdidas materiales importantes, cerca de 200 casas destruidas, que no se pueden recuperar, porque la potencia y la energía de la lava las destruyó completamente. Son 200 familias que se han quedado sin casa», enfatiza.
Por otra parte, la colada en su recorrido ya ha llegado a cuatro carreteras, cortando la conexión en esa parte de la isla de norte a sur.
«Muchas veces asociadas a esas carreteras están las tuberías que suministran agua corriente a las casas, y como la temperatura de la lava es tan elevada, muchas se habrán fundido, afectando el suministro».
También han quedado dañados postes de luz, cables eléctricos y de telefonía. Y «la parte agrícola y ganadera también ha sufrido mucho», dice.
«Desde el punto de vista humano es una catástrofe».