¿Quién es el ganador de la elección presidencial de Estados Unidos?
Es la pregunta que sigue sin respuesta y que tiene en vilo al país, luego de que la noche de las elecciones el 3 de noviembre no hubiera resultados claros en todos los estados.
El presidente Donald Trump y el exvicepresidente Joe Biden están en la disputa de varios estados cuyos votos serán la llave a la Casa Blanca.
A pesar de ello, Trump se declaró ganador y dijo que había en marcha una maniobra fraudulenta en el recuento de votos de los estados en disputa.
«Esto es un fraude al pueblo estadounidense, francamente ganamos esta elección. Es un enorme fraude a nuestra nación», insistió, para después advertir: «Iremos a la Corte Suprema».
Su rival dijo que la falta de un resultado en algunos estados era previsible: «Sabíamos que el recuento iba a llevar más tiempo por la cantidad de votos por correo, tenemos que ser pacientes. Esto no acaba hasta que se cuenten todos los votos».
Ambos han anunciado que están listos para disputar en los tribunales cada voto.
Pero esa es una película que ya han visto los estadounidenses.
Hace 20 años, la elección presidencial fue resuelta en la Corte Suprema que determinó que el republicano George W. Bush ganó por 537 votos el decisivo estado de Florida frente al demócrata Al Gore.
El desenlace solo fue conocido 35 días después de la votación.
Florida, una llave a la Casa Blanca
Florida históricamente ha sido uno de los estados clave para ganar la elección presidencial. Pero en 2000 fue la llave maestra.
Aquel año Al Gore, quien era vicepresidente en el mandato de Bill Clinton (1993-2001), se enfrentaba al entonces gobernador de Texas, George W. Bush.
Florida había vivido meses de suma polarización social y política por el caso del niño cubano Elián González, quien a finales de 1999 había sobrevivido al viaje desde Cuba en el que perdió la vida su madre.
La decisión del gobierno de Clinton, sumado a las posturas dubitativas de Gore, hicieron que el demócrata viera reducida drásticamente la simpatía entre los votantes, principalmente los cubano-estadounidenses que tienen un peso significativo en el estado.
«El caso de Elián fue uno de esos de polarización política en la comunidad cubano-estadounidense en Miami», dice a BBC Mundo Jorge Duany, un académico de la Universidad Internacional de Florida.
«Fundamentalmente puso en una relación conflictiva a los cubanos y el gobierno de Clinton. En las elecciones de 2000 la tendencia principal fue un voto de castigo contra el Partido Demócrata», añade.
Aunque el vicepresidente tenía ventaja en las encuestas a nivel nacional, la elección no estaba decidida. Así que Florida era un campo de batalla crucial, recuerda Callie Shell, quien era la fotógrafa oficial de la campaña de Gore.
«El último mitin que hicimos fue el 7 de noviembre a las 2:30 a.m. en Florida, por lo que es un poco loco que el último mitin fuera en Florida y el final de las elecciones se definiera en Florida», relata Shell al programa The History Hour de la BBC.
El inicio del conflicto
En el sistema de colegios electorales de EE UU cada estado vale un número diferente de votos según su población. En el año 2000, Florida daba 25 votos.
Minutos antes de las 20:00 (hora del este), varias de las principales cadenas de noticias ya declaraban que Gore era el ganador de Florida, lo que le abría el camino a la Casa Blanca.
«Todos se abrazaban» en la campaña del demócrata, recuerda Shell. Pero conforme avanzaba la noche las cosas cambiaron.
«Comienza a recibir llamadas del jefe de campaña. Van y vienen, van y vienen, y luego la prensa empieza a decir ‘esperen un minuto, hay muchos problemas en Florida'», relata.
Al haber una diferencia de menos de 0,5%, la ley requería un recuento automático de votos, lo cual redujo la ventaja de Bush a 327 sufragios. Al ser eso menor a 0,25%, debía darse un recuento de votos manual.
«Gore trató de mantenerse extremadamente calmado. Para ese momento, solo estaba sentado en el piso con su cuñado, tratando de encontrarle sentido a todo», recuerda la fotógrafa.
«Devastado»
En los primeros minutos del 8 de noviembre, el conteo de Florida se fue al otro lado: Bush se quedaba con los 25 votos del estado y el triunfo presidencial.
«Alegría desenfrenada en Austin», relataba la televisión al mostrar imágenes de esa ciudad, la capital de Texas en donde el gobernador Bush se sabía ganador de la presidencia.
En las oficinas del demócrata, recuerda Shell, «Gore quedó devastado».
El candidato hizo la tradicional llamada de reconocimiento a su rival como el ganador y junto a su equipo salió rumbo al lugar donde sus simpatizantes habían esperado durante horas la victoria. O palabras reconfortantes si perdían.
Pero algo pasó: «Uno de sus auxiliares recibió un mensaje de texto del jefe de campaña que decía ‘no permitan que Gore suba al escenario. Esto no ha terminado'», relata la fotógrafa.
«Solo recuerdo que estaba un poco en estado de shock. Solo mirando y luego hubo una erupción de emoción. Sabes, es como ‘¿estás bromeando? Aún no ha terminado’ y dijo que tenía que devolver la llamada [a Bush]».
Retractarse de admitir la derrota era algo inédito. Shell recuerda que todo su equipo estaba en silencio mientras él llamaba a su rival republicano.
«Bien o mal, podías escuchar su conversación y sabes que Bush decía ‘¡No, se acabó!’, y Gore decía ‘bueno, no es así’. Y los dos estaban siendo bastante arrogantes hasta que colgaron y luego hubo una mínima pausa y entonces Gore se echó a reír», relata.
Los «chads» y las boletas «mariposa»
A diferencia de muchos países, en Estados Unidos a lo largo de la historia no ha existido una única forma de emitir el voto en las elecciones presidenciales.
En algunos distritos se ha usado un sistema electrónico, en otros boletas en papel y en algunos más el votante tenía que usar una máquina con la que se perfora una tarjeta.
Este último fue el método disponible en 2000 en los distritos de Florida, incluidas las populosas metrópolis de Miami y Palm Beach, donde el sistema de perforación, llamado «chad», representó un gran problema.
En muchos distritos, los funcionaros electorales detectaron que las máquinas tenían problemas de conteo ya que la tarjeta no estaba completamente perforada.
En otros, la boleta venía con los nombres de los candidatos de manera escalonada, un estilo llamado «mariposa», lo que hizo equivocarse a muchos electores.
El candidato Pat Buchanan recibió una inusual votación en Florida debido a la confusión de las boletas mariposa: en Palm Beach su campaña tenía registrados menos de 500 electores, pero recibió más de 3.407 votos.
«Cuando eché un vistazo a esa boleta en la noche de las elecciones fue muy fácil para mí ver cómo alguien pudo haber votado por mí creyendo que votó por Al Gore», dijo a la prensa días después.
La batalla en las calles y en los tribunales
El ambiente en el sur de Florida, crispado durante meses por el caso de Elián González y las campañas, volvió a enardecerse cuando los republicanos denunciaron que los demócratas querían robarse la elección.
Y es que el equipo legal de Gore promovió activamente el recuento manual de los «chads». Determinar un criterio uniforme de recuento no era claro: ¿sería válida solo una perforación completa?, ¿o una parcial?, ¿o una marca, aunque no tuviera perforación ni parcial ni completa?
Mientras los funcionarios electorales intentaban contar los votos, había protestas en las calles e incluso una sede de recuento en Miami tuvo la irrupción de manifestantes.
«Había una especie de desconfianza de la comunidad. Y esa desconfianza tiene una larga historia entre los cubanos de Miami desde los años 60. Muchos recuerdan la llamada traición de Kennedy, un demócrata, cuando no apoyó la invasión de la Bahía de Cochinos en Cuba», explica Duany.
En un momento la ventaja de Bush en el estado se estableció en 537 votos.
«Hubo un resultado inesperado, sin precedentes. Finalmente se decidió por 537 votos y el sistema electoral de aquel momento no estaba preparado para una elección tan disputada», dice Duany.
Ante un escenario muy complejo, tres jueces del panel de recuento -dos de ellos conservadores- decidieron que no habría más recuento ante las condiciones de seguridad y la falta de tiempo para lograrlo.
Gore recurrió entonces a la Corte Suprema de Florida, que ordenó que se realizara el recuento. Pero la campaña de Bush objetó al día siguiente la decisión en la Corte Suprema de EE UU.
El máximo tribunal emitió su fallo el 12 de diciembre de 2000, 35 días después de la elección: el recuento ampliado ordenado por la instancia de Florida y los criterios diferentes del conteo de «chads» entre condados eran inconstitucionales.
Entonces Bush había ganado.
Shell estaba con Gore cuando la decisión de la Corte Suprema puso fin a su aspiración por la Casa Blanca.
«Todos los abogados estaban hablando por teléfono y recuerdo a Gore que dijo ‘¿Se acabó verdad? No hay algo que podamos hacer’. Y dijeron ‘no, se acabó’. Dijo, ‘bueno, no hay nada más que podamos hacer. Todos deberíamos irnos a la cama'», relata.
«Creo que estaba destrozado, por supuesto. Realmente sintió que habría hecho un buen trabajo, pero creo que estaba más decepcionado de que el sistema en el que tanto creía no funcionara».
¿Qué pasará si llega a la Corte Suprema?
La atención este año se centra en el conteo de las boletas enviadas por correo, cuya distribución fue señalada insistentemente por Trump como «fraudulenta».
«Hay condiciones distintas. Ahora hay votos por correo, votos adelantados. Probablemente se va a demorar más el anuncio de quién gana las elecciones porque los procedimientos de conteo requieren más tiempo. Y la contienda se ve más cerrada», señala Duany.
«Yo espero que en estos 20 años las autoridades electorales hayan aprendido de esa mala experiencia y que hayan puesto en su lugar mecanismos más eficientes para hacer un conteo rápido y seguro», añade.
Dependiendo las leyes de cada estado, los votos comenzaron a contarse antes o al concluir la elección el 3 de noviembre.
Pero ante la cantidad record de votos por correo y anticipados que han surgido por la pandemia de covid-19, esto puede tomar mucho tiempo.
Con la experiencia del caso Bush vs. Gore que llegó hasta la Corte Suprema, republicanos y demócratas tienen listos sus ejércitos de abogados para disputar cada elección estatal.
De llegar al máximo tribunal, integrado por seis jueces conservadores -tres de ellos nominados por Trump- y tres liberales, el mandatario tiene una ventaja similar a la de 2000, cuando el caso se definió con 5-4 con la mayoría conservadora.
En esa instancia, es más fácil predecir lo que puede pasar, explica Duany: «Ahí el nombramiento de la nueva jueza favorece al presidente Trump».
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