Cuando el papa Francisco declinó reunirse el mes pasado con el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, algunos advirtieron que el telón de fondo del desencuentro eran las elecciones de noviembre en este país.
«El Papa ya ha dicho claramente que personajes políticos no son recibidos durante períodos electorales», indicó entonces el secretario de Estado del Vaticano, cardenal Pietro Parolin.
Pompeo, quien reclama una actitud más firme del Vaticano con China, negó que su viaje a Roma estuviera vinculado a las elecciones de EE UU, pero incluso prelados y críticos del papa Francisco con quienes sí se reunió creen que la visita podía tener efectos políticos en el país.
De hecho, en estos días tanto el presidente de EE UU, Donald Trump, como su rival demócrata, Joe Biden, se disputan con intensidad el voto católico, con mensajes directos y avisos publicitarios en particular en los estados «péndulo» que definirán al ganador el 3 de noviembre.
1. Un voto clave
A diferencia de otros grupos religiosos, como los evangélicos blancos que votan en bloque a los republicanos o los protestantes negros que lo hacen por demócratas, los católicos en EE UU se dividen políticamente en mitades, según encuestas del Centro Pew de Investigación.
Más aún: la ligera mayoría del voto católico ha pasado de un partido a otro en las últimas cuatro elecciones presidenciales de EE UU, dos veces hacia cada lado y en cada ocasión con el candidato ganador.
Todo esto, en un país tan polarizado y donde casi todos los electores ya parecen haber decidido su voto, vuelve a los católicos un objetivo crucial de ambos candidatos.
«En este momento, todos los políticos profesionales son muy conscientes de que el voto católico es movible, es persuasible en mayor medida que otros grupos», dice Andrew Walsh, director asociado del Centro Greenberg para el estudio de la religión en la vida pública del Trinity College de Connecticut, a BBC Mundo.
Y agrega que «muchos de los votos que se consideran en juego, que no son votos seguros para Biden o Trump, se encuentran en estados con una gran población de votantes católicos».
A su vez, estos votantes católicos se pueden dividir en dos grandes subgrupos: los latinos, con especial peso en estados como Arizona o Florida, y los blancos, más numerosos en estados como Michigan o Wisconsin, donde Trump ganó en 2016 por unos 20.000 votos.
Se estima que Trump recibió en 2016 el 52% de los votos católicos, que en total constituyen cerca de una cuarta parte del electorado.
Pero algunas encuestas recientes sugieren que la diferencia a favor del presidente, sobre todo entre católicos blancos, tiende a disminuir.
2. Biden es católico
EE UU ha tenido en su historia sólo un presidente católico, John F. Kennedy, y Biden aspira ser el segundo.
El candidato demócrata asistió a un colegio católico, suele ir a misa, llevar un rosario consigo y dice que se apoyó en su religión para sobreponerse a tragedias personales como la muerte de su primera esposa e hija en un accidente de tránsito, o de un hijo por cáncer.
«Mi fe católica me ayudó a atravesar la oscuridad», dijo Biden este mes en una cena virtual para recaudar fondos para organizaciones benéficas católicas, en la que también participó Trump.
Descendiente de irlandeses, el candidato demócrata también indicó que la doctrina social católica le ha servido como referente en la política.
Biden «tiene una identidad católica clara y cercana, así que eso hace una diferencia» para algunos votantes, señala Walsh.
Mientras enfatiza temas de justicia social y ayuda a los más necesitados, sobre ante una pandemia que ha matado a más de 210.000 estadounidenses, Biden apoya el derecho al aborto.
Por esto, algunos curas conservadores y antiaborto en EE UU han llegado a cuestionar que el candidato demócrata sea católico, en línea con los ataques que le lanza el presidente.
Trump, quien se ha definido como presbiteriano y en las elecciones pasadas se enfrentó al papa Francisco cuando éste indicó que «no es cristiano» promover cosas como el muro en la frontera con México, ha dicho que Biden está «contra Dios» y «contra la Biblia».
Todo esto genera divisiones dentro de la Iglesia en EE UU, permeable a la creciente grieta política que vive el país y con parte de su clero escéptico al liderazgo del pontífice argentino.
Y el tema del aborto parece lejos de unificar a los adultos católicos en este país: una mayoría (56%) cree que esa práctica debería ser legal en todos los casos o en su mayoría, según encuesta del Centro Pew realizada el año pasado.
3. La jueza Barrett
La vacante que ha quedado en la Corte Suprema de Justicia tras la muerte de la jueza Ruth Bader Ginsburg el mes pasado también le ha dado prominencia a los católicos en esta campaña.
Para llenar la silla vacía, Trump nominó a la jueza Amy Coney Barrett, una devota católica y favorita de los conservadores sociales.
Y, pese a haber cuestionado él mismo la fidelidad religiosa de Biden, el presidente advirtió contra hacer lo mismo con Barrett.
«No toleraremos ningún ataque contra la fe de la jueza Barrett. El fanatismo anti-católico no tiene absolutamente ningún lugar en Estados Unidos», sostuvo Trump en la misma cena virtual de caridad en que participó Biden.
El hecho de que haya destacado su nominación de la jueza Barrett frente a una audiencia católica muestra que Trump apuesta a eso y al rechazo al aborto para ganar votos de esa comunidad religiosa.
Sin embargo, con el escaso tiempo restante y al menos tres senadores republicanos que al igual que Trump han dado positivo por coronavirus en los últimos días, se desconoce si el Senado logrará confirmar rápidamente a la jueza en el cargo como quería la Casa Blanca.
De hacerlo, el máximo tribunal de justicia del país pasaría a tener seis jueces católicos entre sus nueve miembros, aunque en EE UU poco más de 20% de la población profesa esa religión.