«Alrededor de las 4:30 de la mañana, cuando ocurrió el terremoto, me encontraba en mi dormitorio», cuenta Francisco Quintero.
«Fue muy fuerte, se sintió en todo el edificio».
Este joven venezolano de 20 años evoca en conversación con BBC Mundo el terremoto que, en la madrugada del lunes, sacudió Turquía y Siria y que ha dejado miles de muertos y heridos.
Ha sido uno de los más devastadores de los últimos años.
Quintero estudia arquitectura en la Universidad de Çukurova, en la ciudad turca de Adana, en el sur del país.
El edificio donde se encontraba, que es una residencia estudiantil, queda lejos de la ciudad.
«Sabíamos lo que había que hacer, ya conocíamos las rutas de escape, porque anteriormente nos lo habían enseñado. Nos decían que había una alta probabilidad de que esto pudiera pasar».
Y es que Turquía es una de las zonas sismológicas más complejas y activas del mundo.
«Luego, un grupo regresó a los dormitorios y otros se quedaron afuera».
En la tarde
«A la 1:30 de la tarde hubo una réplica, que fue bastante fuerte y nos obligó a todos a salir de los dormitorios».
Quintero se refiere a que después del primer terremoto de magnitud 7,8, que ocurrió cerca de Gaziantep, en el sur del país, se registró otro de 7,5.
«La situación en Adana es bastante crítica, se siguen encontrando sobrevivientes, pero también han muerto muchas personas».
«Lo que más me ha impactado es la cantidad de muertos, nunca había vivido este tipo de experiencia, es muy fuerte, en especial, conocer personas que perdieron amigos en el terremoto, tener amigos que perdieron sus casas».
También le ha sorprendido el impacto en las edificaciones. Calcula que donde él vive entre 11 y 15 edificios se han derrumbado.
«En una parte de la ciudad, los edificios no son seguros, por lo que mayoría de los habitantes está en campamentos de damnificados».
Señala que han habido daños estructurales no solo en edificios muy antiguos, sino en edificaciones nuevas. «Varias lamentablemente se derrumbaron, unas por el terremoto, otras por las réplicas».
Ayudar
Pero tiene motivos para sentir esperanza.
«En las noticias hemos visto que hay personas que, después de 41 horas, las han sacado vivas».
«Alrededor de la ciudad hay muchos campamentos, hay personas que tienen casas grandes y están alojando familias, los dormitorios estudiantiles también se han compartido con quienes se quedaron sin hogar».
Quintero no quiere irse de Adana.
«Me he tratado de quedar porque creo que puedo aportar más aquí que yendo a zonas que no conozco».
«He estado ayudando con las donaciones, a descargar camiones, he ido al aeropuerto para ayudar con la traducción a los equipos que vinieron de España y de Portugal para que puedan viajar a las demás ciudades».
«En otras ciudades, la situación está muy crítica y se necesita muchísima ayuda. Hay zonas que por el daño que han sufrido esa asistencia no ha podido llegar».
«Es una emergencia. Estamos tratando de ayudar lo más que podamos, especialmente los estudiantes internacionales que sabemos distintos idiomas».
«Mañana voy a ir a un centro de atención para preparar sándwiches para los damnificados».
Cuenta que junto a él, en Adana, hay otros tres estudiantes latinoamericanos, uno también venezolano, un ecuatoriano y un colombiano.
«Queremos aportar nuestro granito de arena».
«Mi segunda casa»
Quintero llegó en septiembre de 2021 a Adana. Después de dedicar el primer año a estudiar turco, ya se encuentra cursando la carrera.
«Turquía me gusta mucho, es mi segunda casa. A mis amigos aquí, turcos y de otras nacionalidades, los considero mi familia».
Dice que tras los terremotos no ha sufrido el corte de los servicios básicos y en relación a la comida, «se está tratando de darle alimentos a todos».
Habla de cómo distintos restaurantes están cocinando para la comunidad.
«Hay que ayudarnos entre todos», dice.
«He podido dormir un poco, pero uno siempre está alerta porque uno no sabe lo que pueda pasar».
El periodista de la BBC Tom Bateman vio en Adana un edificio de 10 pisos totalmente colapsado.
Pasó por una zona en la que vio dos excavadoras, así como también rescatistas con taladros y guantes para abrirse paso entre los escombros.
También conversó con una mujer envuelta en una manta, en medio del frío penetrante. Su hija estaba en el segundo piso de un edificio cuando se desplomó.
La madre estaba atenta a los socorristas.
En el centro
En Ankara, en el centro del país, Andrés Sánchez, de nacionalidad colombiana, ha estado en contacto con el consulado de ese país para apoyar a esa comunidad.
Sánchez vive en Turquía desde hace cuatro años, estudia una maestría en Relaciones Internacionales y es coordinador de una asociación de estudiantes latinoamericanos que están becados por el gobierno turco.
Esa comunidad está conformada por 150 estudiantes.
Ha estado en comunicación con ellos en las distintas áreas del país donde se encuentran. Quintero y los otros estudiantes en Adana son parte de su prioridad.
«Los tratamos de apoyar, hemos contactado a sus respectivos consulados. Les decimos que no están solos, que cuentan con nosotros», le dice a BBC Mundo.
«Dos de ellos, en su deseo por ayudar, viajaron a zonas más afectadas, hasta la provincia de Hatay, y nos comentaban que hay un destrucción inmensa, que prácticamente todos los edificios están dañados y que los organismos de socorro no han asistido tanto a esa región como lo han hecho con otras».
«Una profesora colombiana, en Adana, perdió a una compañera y a cinco de sus estudiantes, que murieron junto a sus familias».
«Se siente tristeza, zozobra y la impotencia de no poder ayudar de una forma más directa a todas las personas afectadas», indica Sánchez.
«La respuesta de la sociedad civil ha sido inmensa».
«Uno va a los supermercados y se da cuenta de que los alimentos para bebés están agotados y es porque la gente masivamente ha ido a comprar para donar».
Pero se ha registrado muchos problemas para que la ayuda llegue a las áreas devastadas.
«Lamentablemente los organismos de socorro no dan abasto y eso genera desesperación».
«Muchos de nuestros estudiantes se han presentado voluntariamente para ayudar a traducir a los socorristas».
Ankara solía ser una ciudad vibrante, dice.
«Uno salía y los cafés y restaurantes estaban llenos, pero ayer salí a caminar y los lugares están vacíos.
«Es un sentimiento de pesar nacional, la gente no se siente bien para retomar su vida.
«Todos los esfuerzos están dirigidos a ayudar».