Tras el poderoso terremoto que azotó el centro de Marruecos el viernes, el número de muertos ya supera los 2.100.
El Ministerio del Interior dijo que más de 2.400 personas están heridas de gravedad y que el mayor número de víctimas se encuentran en las provincias al sur de Marrakech.
El rey Mohammed VI declaró tres días de luto nacional y ordenó alojamiento, comida y otro tipo de ayuda para los supervivientes.
El epicentro del terremoto de magnitud 6,8 se produjo en las montañas del Alto Atlas, a 71 kilómetros al suroeste de Marrakech, una ciudad declarada Patrimonio de la Humanidad y popular entre los turistas.
Un residente de Marrakech describió a la BBC la destrucción en la antigua ciudad amurallada.
«En la antigua medina, la mayoría de las casas están destruidas, la mayoría de las tiendas, casi todo. La medina es ahora otra cosa«, dice Latifa.
Pero no se trata sólo de la ciudad, dijo, y señaló que las zonas más afectadas fueron las aldeas más allá de Marrakech, donde muchos aún no han recibido ayuda.
«La gente todavía está bajo las rocas, la gente todavía está sufriendo y está tratando de llegar a otras personas en estas aldeas, pero todavía no pueden llegar a ellos».
En las zonas montañosas remotas pueblos enteros fueron arrasados.
Se cree que muchas casas sencillas de adobe, piedra y madera se derrumbaron, pero tomará algún tiempo evaluar la magnitud de la devastación en esas zonas donde los equipos de rescate aún no han logrado llegar.
Las autoridades ordenaron el despliegue de equipos militares en las zonas más afectadas y muchos países han prometido ayuda.
Pero no se sabe cuándo podrán llegar hasta allí los equipos de emergencia ya que muchas de las zonas afectadas por el terremoto son aldeas remotas de difícil acceso.
Situación desesperada
El corresponsal de la BBC Nick Beake, logró llegar hasta una de esas aldeas, el pueblo montañoso de Moulay Brahim, en el Alto Atlas.
“Las carreteras destruidas y bloqueadas están obstaculizado gravemente las labores de rescate y se han desplegado equipos desde las principales ciudades, especialmente Marrakech, para intentar llegar a las zonas más afectadas con la esperanza de sacar a los sobrevivientes de entre los escombros”, dice el corresponsal.
“Cuando llegamos (a Moulay Brahim) inmediatamente se hizo claro que habíamos llegado a una comunidad sumida en el dolor por el mortal terremoto del viernes por la noche”, dice el corresponsal.
Beake informa que mucha gente está acampando en la calle para pasar la noche por temor a réplicas.
Según nuestro corresponsal, hay una gran escasez de comida y agua, y algunos pobladores han estado trabajando sin pausa tratando de rescatar a víctimas entre los escombros.
Pero solo hay unas pocas personas tratando de encontrar gente entre los edificios derrumbados. Y no tienen comida, medicamentos ni refugio.
Según Beake, “este es un desastre que necesita una respuesta considerablemente mayor y coordinada”.
“Se necesita equipo de levantamiento pesado para que se produzca algún milagro en las próximas horas. No sólo en Moulay Brahim, sino en muchos lugares. Las manos y los martillos no pueden hacer mucho”, señala.
Agrega que las escenas de destrucción y desesperación se están repitiendo en muchas partes de las montañas del Alto Atlas.
“Pero esos lugares son de difícil acceso, con caminos de montaña llenos de rocas y otros escombros, lo que dificulta el acceso de los servicios de emergencia”, dice.
Algunas carreteras también quedaron bloqueadas por deslizamientos de tierra causados por el terremoto, como le dijo al New York Times el director interino en Marruecos de la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, Sami Fakhouri.
«La accesibilidad es difícil y esto hará que los esfuerzos de rescate presenten un desafío», dijo el funcionario.
El gobierno marroquí informó el sábado que 14 carreteras regionales seguían bloqueadas.
Las imágenes aéreas que están surgiendo de las zonas afectadas dan una idea de lo que encontrarán los servicios de emergencia, pero aún es demasiado pronto para calcular cuántas personas han perdido la vida en las zonas más remotas.