Tap. Scroll. Swipe. Pinch. Drag. No es un trabalenguas imposible ni una lista de onomatopeyas; son los vocablos ingleses que se usan para designar los movimientos que hacemos con los dedos cada vez que utilizamos la pantalla táctil del teléfono móvil.
¿Cuántas veces al día tocamos esa pantalla? ¿Decenas, cientos… miles de veces?
Basta con escuchar el sonido de un smartphone cercano para que sintamos una necesidad imperativa de comprobar nuestro celular. Otras, lo hacemos por puro aburrimiento y de manera casi inconsciente.
Según un estudio reciente (2016) de la consultoría Dscout -que evaluó el comportamiento de más de 100.000 participantes durante cinco días- tocamos nuestro celular un promedio de 2.617 veces al día. Y los más adictos (el 10%) lo hacen hasta 5.400 veces.
Cada vez son más las personas que admiten tener una adicción hacia el aparato. De hecho, existe una palabra para definir el miedo irracional a quedarse sin acceso al celular: nomofobia.
El diseñador austríaco Klemens Schillinger asegura que él mismo sintió esa sensación cuando comenzó a usar su primer smartphone, hace un par de años.
Diseños para el «mundo real»
«Me ponía nervioso o sentía ansiedad si no tenía mi celular a mano. Los teléfonos inteligentes se convierten en un problema cuando se vuelven prácticamente una extensión de tu cuerpo», le dijo a BBC Mundo.
Fue entonces cuando decidió elaborar un diseño que después (el pasado octubre) presentaría en la Semana del Diseño de Viena, Austria, cuya temática este año fue «Offline, Design for the (Good Old) Real World» (desconectado diseño para los buenos tiempos del mundo real).
El joven, que completó sus estudios en el Royal College of Art de Londres, Reino Unido, dice la inspiración surgió tras ver un documental en el que Umberto Eco, quien estaba tratando de dejar de fumar, se colocaba un palillo de madera en la boca como sustituto.
Comenzó creando una lámpara que sólo se enciende cuando el usuario coloca su celular en un pequeño soporte que lo reconoce y activa la luz.
Pero después, creó otro diseño que ha acaparado más atención: un teléfono de sustitución.
Se trata de un dispositivo del tamaño de un smartphone promedio que cuenta con cinco versiones distintas y que imita con unas pequeñas cuentas de piedra los diferentes movimientos que hacemos con nuestras manos cuando usamos aparatos inteligentes, como hacer zoom, deslizar el dedo sobre la pantalla o arrastrar objetos.
«Observé y analicé los movimientos que hacía la gente en su celular para crear mi diseño», explica. Y los emuló a través de las cuentas.
El resultado, señala, es una «sensación placentera» que proporciona «un pequeño masaje» en los dedos y permite alejar la sensación de ansiedad.
El peso del dispositivo también imita al de un celular convencional.
El diseñador cuenta que ha recibido varios emails de personas que sufren adicción al celular, con comentarios tanto positivos como negativos. A unos les parece una muy buena idea y otros lo ven como una pérdida de tiempo.
Schillinger admite que no habló con médicos ni psicólogos para realizar su aparato, aunque no descarta una futura colaboración.
De momento, el dispositivo está disponible por encargo y cuesta en torno a US$200, «aunque me gustaría fabricar algo más asequible», añade.
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