La muerte de un juez de la Corte Suprema de Justicia siempre es algo trascendente en Estados Unidos, pero la de Ruth Bader Ginsburg supone un terremoto de consecuencias imprevisibles para este país.
Ginsburg, murió el viernes a los 87 años debido a un cáncer de páncreas, ícono feminista y progresista del máximo tribunal judicial de Estados Unidos. Trató asuntos como la igualdad de género o la inmigración, el aborto o el matrimonio igualitario.
Su muerte abre ahora la posibilidad de que el presidente Donald Trump nomine a su sucesor en una corte de nueve miembros donde ya ha colocado a dos. Y altere así por años el equilibrio ideológico del Supremo a favor de los conservadores.
Como esto ocurre además en un país políticamente polarizado y a pocas semanas de una elección presidencial cargada de tensión, el debate por el reemplazo de la jueza Ginsburg amenaza con aumentar la fractura entre republicanos y demócratas.
«Normalmente las nominaciones a la Corte Suprema son un deporte de sangre. Entonces esto va a ser verdaderamente apocalíptico. Hay mucho en juego en esta nominación», dice Jonathan Turley, un destacado profesor de derecho constitucional en la Universidad George Washington, a BBC Mundo.
Una silla clave
El hecho de que los magistrados de la Corte Suprema ocupen su cargo de manera vitalicia significa que cualquier cambio en la integración tiene efectos duraderos.
Nominada por el presidente Bill Clinton en 1993, la jueza Ginsburg formaba parte de un bloque de cuatro jueces progresistas de la corte que solía necesitar de un quinto voto «péndulo» para lograr mayoría.
En votaciones recientes ese quinto voto lo aportó el juez John Roberts para decisiones sobre inmigración, derechos de homosexuales y otros temas importantes de la «guerra cultural» en este país.
Los presidentes de EE UU tienen la potestad de elegir los miembros de la corte, que deben ser ratificados por el Senado, y Trump suele señalar como un logro el haberlo hecho dos veces en menos de cuatro años de mandato.
Si lograse colocar a un tercer magistrado netamente conservador, la Corte pasaría a tener seis jueces instalados por republicanos, mientras el bloque liberal quedaría en una minoría de tres.
Eso puede conducir con el paso del tiempo a alteraciones significativas en diversas ramas del derecho.
«Esta es posiblemente la nominación más importante en la historia de la corte moderna. Hay una serie de doctrinas que actualmente penden de mayorías de cinco a cuatro», advierte Turley.
Por ejemplo, señala que con un nuevo juez conservador en la corte quizás se abriría el camino para a revertir parcial o totalmente Roe versus Wade, el emblemático caso por el que el tribunal despenalizó el aborto en 1973.
Probablemente consciente de todo esto, la jueza Ginsburg indicó en su testamento que su «deseo más ferviente» era que evitaran reemplazarla hasta que asumiera un nuevo presidente, según informó la radio pública estadounidense NPR.
La pregunta ahora es si Trump podrá provocar tal desequilibrio en un Supremo que recientemente ha fallado más de una vez en contra de los intereses del mandatario.
«Aumentará el nivel de furia»
La muerte de Ginsburg le ofrece a Trump la oportunidad de acicatear al electorado conservador y religioso a menos de 50 días de las elecciones, cuando las encuestas lo muestran atrás del candidato demócrata Joe Biden.
De hecho, desde hace semanas Trump señalaba la eventualidad de nominar a un tercer juez del Supremo como una razón para que lo reelijan.
Y este sábado el mandatario confirmó por Twiter que intentará hacerlo en los meses que le quedan como presidente.
.@GOP We were put in this position of power and importance to make decisions for the people who so proudly elected us, the most important of which has long been considered to be the selection of United States Supreme Court Justices. We have this obligation, without delay!
— Donald J. Trump (@realDonaldTrump) September 19, 2020
«Fuimos puestos en esta posición de poder e importancia para tomar decisiones por las personas que con tanto orgullo nos eligieron, la más importante de las cuales se ha considerado durante mucho tiempo como la selección de los jueces de la Corte Suprema de los Estados Unidos. ¡Tenemos esta obligación, sin demora!», escribió Trump en un mensaje dirigido al Partido Republicano.
Y el debate que se abre con esto desviará algo la atención de la respuesta de Trump a la pandemia de coronavirus, cuando EE UU está a punto de llegar a 200.000 muertos por el covid-19, una cifra que ningún otro país ha registrado.
El Senado, la clave
El Senado está controlado por el Partido Republicano de Trump y su líder allí, Mitch McConnell, anticipó en la misma noche del viernes que en la cámara habrá una votación sobre el juez que nomine el presidente.
Sin embargo, evitó decir cuándo ocurriría esto: si antes o después de las elecciones del 3 de noviembre.
Los republicanos tienen 53 senadores (contra 47 demócratas), pero al menos dos miembros de esa mayoría se manifestaron días atrás reticentes a votar un nuevo juez de la corte tan cerca de las elecciones.
Esto sugiere que el reemplazo de Ginsburg puede volverse una nueva prueba de fuego de la lealtad republicana hacia Trump cuando algunos senadores tienen dificultades para ser reelectos ellos mismos.
Por otro lado, a la controversia se añade el antecedente de que McConnell bloqueó en 2016 la votación en el Senado de un juez nominado para la corte por el entonces presidente Barack Obama, argumentando que era un año electoral.
Su explicación ahora es que el voto puede proceder porque, a diferencia de cuatro años atrás, el presidente y la mayoría del Senado pertenecen al mismo partido.
Los demócratas se apresuraron a exigir que se espere hasta después de la elección.
«Los votantes deben elegir al presidente y el presidente debe elegir al juez para que lo considere el Senado», declaró Biden el mismo viernes.
Esto también podría movilizar a favor de Biden a electores de izquierda que aún están inseguros de votar por él.
«No podía imaginar que fuera posible hacer esta elección más divisiva, pero ocurrió: esto agrega un elemento transformador a la elección», reflexiona Turley. «Esto aumentará el nivel de furia en el país».
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