Una serie de detonaciones de aparatos electrónicos, la segunda esta semana, golpeó a un gran número de personas en Líbano mientras estaban reunidas en los funerales de los fallecidos por las explosiones de beepers del martes.
Según el Ministerio de Sanidad libanés, las explosiones sorpresivas de walkie-tolkies y radios portátiles causaron al menos 20 muertos y más de 450 heridos, que se suman a la docena de fallecidos y miles de heridos regitrados el día anterior.
En uno de los funerales, algunos ciudadanos se mostraron desafiantes y furiosos al hablar con la BBC. También los médicos describieron las terribles heridas que han tenido que atender.
Estas son las crónicas recogidas por dos periodistas de la BBC en Beirut.
Joya Berbery, barrio de Ghobeiry
Ahora todo el mundo desconfía de las personas que utilizan teléfonos u otros dispositivos tras el atentado masivo de ayer con explosiones de beepers y la segunda oleada de hoy.
Mientras se celebraba el funeral de los fallecidos, entre ellos un niño, oímos una explosión y la gente empezó a asustarse. La multitud empezó a correr en distintas direcciones.
Tuvimos que abandonar el funeral y buscar un lugar seguro.
Sin embargo, pude hablar con asistentes al funeral y hacerme una idea de lo que estaban pasando.
Se habían reunido allí en gran número para asistir al funeral de un niño de 11 años y de tres miembros del grupo Hezbolá muertos en los atentados con buscapersonas del martes.
Hombres, mujeres e incluso niños salieron a la calle con pancartas en las que se veía la foto del niño muerto.
Algunos sostenían banderas amarillas de Hezbolá y otros grandes banderas negras con la imagen del líder de Hezbolá, Hassan Nasrallah.
Las mujeres arrojaron pétalos de rosa a los ataúdes de las víctimas. El escenario es muy familiar para la gente que, como yo, ha estado en funerales de miembros de Hezbolá en el pasado.
Algunos padres trajeron a sus hijos.
La gente aseguraba que lo ocurrido es un gran crimen contra la humanidad, pero que hará más fuerte su resistencia y determinación.
Su tono era desafiante mientras que en grandes altavoces se escuchaban oraciones. Algunos niños estaban vestidos de scouts para despedir al niño de 11 años.
Le pregunté a un joven si conocía a alguno de los heridos o fallecidos.
“Todo el mundo conoce a alguien. El dolor es enorme, tanto físico como en el corazón. Pero es algo a lo que estamos acostumbrados y seguiremos con nuestra resistencia”, respondió.
Una mujer de 45 años a mi lado en el funeral me dijo con una sonrisa desafiante en la cara: “Esto nos hará más fuertes, quien haya perdido un ojo luchará con el otro y todos estaremos juntos”.
Carine Torbey, Centro Médico Universitario del Hospital Monte Líbano
La escena frente al hospital estaba abarrotada pero relativamente tranquila esta mañana, con muchos familiares esperando fuera del hospital para recibir noticias sobre sus seres queridos.
Era un contraste con la noche anterior, cuando el hospital se llenó de llantos y gritos mientras traían a los heridos, inmediatamente después de las explosiones.
Conseguí hablar con el profesor Elias Warrak, oftalmólogo del Centro Médico Universitario del Hospital Monte Líbano, quien me dijo que lo que vio el martes por la tarde fue una pesadilla. «Fue el peor día de mi vida”, dijo.
Sentado en su despacho con aire tranquilo me dijo: “Desgraciadamente anoche tuve que extirpar más ojos que en todos mis 25 años de carrera como médico”.
“Quería salvar al menos uno de los ojos de las víctimas (para salvarles la vista) y en algunos casos no pude, tuve que extirpar los dos ojos porque las municiones habían entrado directamente en los ojos”.
Mientras hablaba conmigo en su despacho, el doctor Warak parecía sereno, pero estaba muy triste y reflexionaba sobre lo que había ocurrido y lo que había visto.
“Fue muy duro. La mayoría de los pacientes eran jóvenes veinteañeros y en algunos casos tuve que extirparles los dos ojos. En toda mi vida no había visto escenas parecidas a las de ayer”.
Llevaba casi 24 horas en el hospital tratando a las víctimas, con solo un breve descanso.
Warak elogió a los parientes y familiares de las víctimas y su capacidad de recuperación por haber afrontado lo ocurrido a sus seres queridos con gran paciencia.
Alrededor de 3.000 personas han resultado heridas, 200 de ellas en estado crítico.
En una segunda oleada de explosiones, al menos 20 personas murieron y más de 450 resultaron heridas, según el Ministerio de Sanidad libanés.
Hezbolá, que cuenta con el apoyo de Irán, dijo que los beepers pertenecían “a empleados de varias unidades e instituciones de Hezbolá» y confirmó la muerte de sus combatientes. El grupo ha culpado a Israel, al igual que el primer ministro libanés. El ejército israelí ha declinado hacer comentarios.
Inmediatamente después de las explosiones, hablé con otros miembros del personal médico.
“Es muy delicado y algunas escenas son horribles”, me dijo un miembro del personal del hospital. Añadió que la mayoría de las heridas se producen a nivel de la cintura, la cara, los ojos y las manos.
“Muchos heridos han perdido dedos, en algunos casos todos”.
Todo el país está en estado de incredulidad y conmoción, la gente es incapaz de hacerse a la idea de lo que ha ocurrido realmente.
Puedo decir que es algo sin precedentes en escala y naturaleza y extremadamente difícil de comprender incluso para un país acostumbrado a sucesos insondables.