«¿Quién es aquella?
«Mírala bien, es Lilith.
«¿Quién?
«La primera mujer de Adán. No te enamores de sus hermosos cabellos, por más que sea un rico adorno que contribuye tanto a su belleza, porque cuando con ellos llega a alcanzar a un joven no lo suelta jamás».
Eso le dice Mefistófenes al Fausto del magistral drama de teatro de Johann Wolfgang Von Goethe de 1808, una descripción con la que la misma Lilith no estaría muy de acuerdo.
Fue la primera mujer del Paraíso, según diversos relatos, pero no fue creada de Adán ni para Adán, como lo fue Eva…
…y Lilith estaba muy consciente de ello.
Con el correr de los siglos, su historia ha pasado de ser una leyenda cautelar a la de una heroína; ha inspirado desde encantamientos y exorcismos hasta literatura y música, y hoy se pasea libremente por el mundo de los videojuegos.
La mujer desaparecida
En el contexto de la Biblia, Lilith nació de un vacío.
Su nombre sólo aparece una vez, en Isaías 34:14:
«Los gatos salvajes se juntarán con hienas y un sátiro llamará al otro; también allí reposará Lilith y en él encontrará descanso».
Aunque en los Rollos del Mar Muerto, el testimonio más antiguo del texto bíblico encontrado hasta la fecha, Lilith aparece también en la «Canción para un sabio», un himno posiblemente utilizado en exorcismos.
A pesar de las pocas menciones, para los judíos, la Torá -los Cinco Libros de Moisés o el Pentateuco del Antiguo Testamento para los cristianos- es la fuente de las principales leyes y de la ética, por lo que debe ser interpretada, ya que es la sustancia de la revelación divina para la humanidad.
Y hay un fragmento en Génesis (1:27) que da lugar a muchas dudas y varias interpretaciones:
«Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos».
Eso ocurre en el sexto día de la Creación. En el séptimo, Dios descansó.
Más adelante, cuenta que puso «al hombre que había formado» en Edén, y sólo después…
2:18 «Y dijo Jehová Dios: No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él».
2:21 «Y Jehová Dios hizo caer un sueño profundo sobre Adán, y este se quedó dormido. Entonces tomó una de sus costillas y cerró la carne en su lugar;
2:22 y de la costilla que Jehová Dios tomó del hombre, hizo una amujer y la trajo al hombre».
¿Qué pasó con esa hembra creada el sexto día?
De Babilonia a la Biblia
Una interpretación es que ese ser creado primero era andrógino, una criatura que era hombre y mujer simultáneamente y que fue separada después.
Otra lectura es que hubo dos Evas: a Adán no le gustó la primera y Dios la reemplazó con otra más satisfactoria.
Aunque esta última versión surgió pronto, la asociación con Lilith tardó en aparecer, a pesar de que ella ya había estado viva en la imaginación de la región al menos un milenio y medio antes de que se empezara a escribir la Biblia (siglos VI-V a.C.).
La mención más antigua de su nombre aparece en la «Epopeya de Gilgamesh» -la obra épica escrita más antigua- y en el «Huluppu-Tree», un poema épico sumerio encontrado en una tablilla en Ur que data aproximadamente del 2000 a.C.
Como escribió la experta en literatura bíblica Janet Howe Gaines, «sus orígenes oscuros se encuentran en la demonología babilónica, donde se usaban amuletos y encantamientos para contrarrestar los poderes siniestros de este espíritu alado que se aprovechaba de las mujeres embarazadas y los bebés.
«Lilith luego emigró al mundo de los antiguos hititas, egipcios, israelitas y griegos».
Eso explica, probablemente, que en el Libro de Isaías aparezca sin ninguna presentación: una muestra de que el escritor confiaba en que los lectores la conocían.
Y también que estuviera en el Talmud de Babilonia (alrededor de 500-600 d.C.), un compendio de discusiones legales, relatos de grandes rabinos y meditaciones sobre pasajes de la Biblia.
Esa Lilith talmúdica tenía, como la babilonia, cabello largo y alas, y encarnaba las prácticas sexuales malsanas.
Hay otros textos después que incorporan a Lilith en la historia del origen, notablemente el Zóhar, escrito alrededor del año 1300 d.C. en España, uno de los dos libros fundamentales del pensamiento místico judío conocido como la Cábala.
Afirma que esa criatura andrógina inicial fue dividida creando humanos distintos: macho, Adán, y hembra, «la Lilith original, que estaba con él y que concibió de él».
Cuando lo vio con su rival Eva, en un ataque de celos, se fue volando, tornándose en un súcubo que agarraba a hombres solitarios y robaba su semilla para hacer niños demonios, dejándolos infectados con enfermedades.
Pero, fue un texto anónimo escrito en algún momento entre los siglos VIII y X el primero que aportó más detalles sobre esa primera relación de pareja.
Diferencias irreconciliables
En «El alfabeto de Ben Sirá» Lilith es la protagonista de un episodio que narra que cuando Ben Sirá acudió a atender al hijo enfermo del rey Nabucodonosor de Babilonia, inscribió un amuleto con los nombres de los tres Ángeles de la Salud: Senoy, Sansenoy y Semangelof.
Cuando Nabucodonosor le preguntó quiénes eran, Ben Sirá le contó que poco después de que Dios creara al hombre, Adán, y a la mujer, Lilith, ellos empezaron a discutir.
Lilith: «No me acostaré abajo»
Adán: «No me acostaré abajo, sino arriba, ya que tú sólo eres digna de estar en la posición inferior mientras que yo, en la superior».
Lilith: «Nosotros dos somos iguales, ya que ambos fuimos creados de la tierra».
Cuando Lilith se dio cuenta de que no iban a llegar a un acuerdo, pronunció descaradamente el Tetragrámaton -las sílabas sagradas del inefable nombre de Dios- y se fue volando por los aires.
Adán se paró en oración ante su Hacedor y dijo: «¡Señor del Universo, la mujer que me diste huyó de mí!»
- «No producía lágrimas ni saliva, no podía llorar»: la mujer que vive con el raro síndrome de Sjögren
Dios envió entonces a los tres ángeles a decirle que si no volvía cien de sus hijos morirían a diario.
Lilith, sin embargo, se rehusó, y les dijo que había sido creada para «enfermar a los niños: si son niños, desde el nacimiento hasta el octavo día tendré poder sobre ellos; si son niñas, desde el nacimiento hasta el día veinte».
Pero les juró que cada vez que viera en los bebés los nombres o imágenes de los ángeles en un amuleto, no les haría daño.
Siempre presente
Esta es la versión más conocida del paso de Lilith por el Paraíso. Y la más polémica.
En parte porque muchos eruditos no reconocieron «El alfabeto de Ben Sirá» como una representación del pensamiento rabínico.
Hubo incluso quienes lo consideraron como una pieza deliberadamente satírica que se burla de la Biblia, el Talmud y otras exégesis rabínicas, pues su lenguaje es a menudo vulgar y su tono, irreverente.
El relato de Lilith en sí lleva a debates sobre mitología versus historia, textos sagrados y adiciones no sagradas, así como a espinosas discusiones entre quienes consideran la Biblia como la Palabra de Dios y los que la ven como parte del rico acervo cultural universal que admite no solo una historia de origen sino muchas más.
Pero si recordamos que estamos transitando los senderos de relatos antiguos, la versión de Ben Sirá tiene un valor particular.
Aunque la segunda parte de esa narración reestablece a Lilith como el demonio alado conocido, la disputa en la que Adán se niega a admitir que son iguales, presenta a una mujer que se rebela contra el «orden natural».
Una mujer que prefirió renunciar al Paraíso antes que a sus derechos; es más, se fue vivir al Mar Rojo, el mismo que se abrió para liberar a los judíos de la esclavitud.
Todo eso al puro principio del Medioevo.
Esas pocas líneas del relato de Ben Sirá explicaban por qué Eva fue luego creada de la costilla de Adán e instruida a obedecerle.
Pero además, por qué pasó de ser un demonio tan temible a un ícono del feminismo, en sí tan temido.
Por milenios, Lilith ha seguido volando por el mundo con esas alas que se ganó cuando no pudo ser igual, reflejando la visión que las sucesivas generaciones tienen de la mujer.
Una muestra es el soneto que escribió en el siglo XIX el artista Dante Gabriel Rossetti para acompañar su admirada obra «Lady Lilith».
«Inmóvil permanece; joven, mientras el mundo se hace viejo; y, delicadamente ensimismada, atrae a los hombres a contemplar la red brillante que teje, hasta que su corazón y cuerpo y vida en ella quedan presos».