Quizás una forma de medir parte del impacto internacional que tuvo Juan Pablo Pérez Alfonzo es con un artículo del 2 de diciembre de 1973 de The New York Times, cuyo titular es: «Unlikely Father of Arab Power» («Padre improbable del poder árabe»).
El periodista William D. Smith comenzó el texto señalando que se acercaba el cumpleaños número 70 de Pérez Alfonzo, quien para entonces vivía en Caracas.
«Probablemente permitirá una fiesta pequeña para que asistan familiares y amigos. Pero será muy pequeña porque no es dado a los excesos«.
«Es muy poco probable que haya una celebración en su honor en las capitales del mundo árabe. Aunque, quizás debería haberla».
«El arma petrolera que ahora empuñan los jeques y reyes de Arabia se forjó en la mente fértil del doctor Pérez Alfonzo hace más de 25 años en Venezuela».
«El verdadero manantial del poder árabe es la Organización de Países Exportadores de Petróleo y el doctor Pérez Alfonzo es su padre fundador».
Aunque la OPEP, que el 14 de septiembre cumplió 60 años, dice que junto a él tuvo otros cuatro progenitores, al venezolano se le suele llamar el «padre», «el arquitecto» del bloque.
«Su pensamiento, que era de avanzada para su época, tuvo una enorme influencia en la economía mundial de los años siguientes», le señala a BBC Mundo el economista José Toro Hardy, exdirector de la estatal venezolana Petróleos de Venezuela (PDVSA).
«Era un visionario y un señor, con mayúsculas, que vio con claridad el futuro de la industria petrolera», le indica a BBC Mundo César Lajud, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la Universidad Europea.
Y, como aclaró Smith, concibió la OPEP como «una herramienta para obtener beneficios económicos, no como un arma«.
El médico que no fue
No está claro si Pérez Alfonso soñaba con ser médico, pero tuvo la intención.
En 1922, viajó a Estados Unidos para estudiar medicina en la Universidad John Hopkins, pero no pudo comenzar inmediatamente porque necesitaba mejorar su inglés.
Se dedicó a estudiar el idioma por unos meses hasta que su regreso a Caracas se volvió inminente: su familia enfrentaba problemas económicos, contó el destacado economista Domingo Maza Zabala en una biografía incluida en el Diccionario de Historia de Venezuela.
La medicina ya no volvería a ser su prioridad.
Años después estudió derecho y, en 1931, se graduó de doctor en ciencias políticas y sociales.
Ejerció la profesión de abogado, fue catedrático universitario y se involucró en actividades políticas: fue concejal y diputado.
En 1941, se convirtió en uno de los fundadores del histórico partido Acción Democrática.
El ministro
Los cargos gubernamentales también llegarían: el primero, en 1945.
«En su carácter de ministro de Fomento, a cuyo despacho correspondía entonces todo lo relacionado con minas e hidrocarburos, estableció las bases de la política denominada de ‘No más concesiones petroleras‘ y fue autor principal de la reforma legal, adoptada el 12 de noviembre de 1948, mediante la cual se estableció la fórmula, conocida mundialmente como el fifty-fifty (50-50), de reparto del excedente petrolero entre el fisco nacional y las compañías concesionarias extranjeras», recordaba Maza Zabala en el texto de la Fundación Polar.
De acuerdo con Miguel Jaimes, analista de la geopolítica del petróleo y miembro de la cátedra petrolera Doctor Gumersindo Torres de la Universidad del Zulia, el planteamiento de no otorgar más concesiones buscaba impulsar la idea de que «los países productores tenían suficiente fuerza para hacer un manejo equilibrado de su petróleo».
Años después, ese se convertiría en uno de los legados de Pérez Alfonzo «no sólo para Venezuela, sino para los otros miembros de la OPEP: ejercer autonomía y liderazgo en sus industrias», le dice Jaimes a BBC Mundo.
Tras el derrocamiento del gobierno de Rómulo Gallegos, en noviembre de 1948, Pérez Alfonso fue detenido por las fuerzas del general Marcos Pérez Jiménez y, tras meses de arresto, fue expulsado del país.
Su exilio lo vivió en Estados Unidos y México y lo dedicó a estudiar el problema petrolero no sólo desde la perspectiva de Venezuela, sino mundial. Algo que haría toda su vida.
Un venezolano en El Cairo
Con la caída de Pérez Jiménez, en 1958, regresó a su país y fue nombrado, por el presidente Rómulo Betancourt, ministro de Minas e Hidrocarburos en 1959.
Su participación en el I Congreso Petrolero Árabe en Egipto, ese año, sería histórica.
Era la primera vez que los países productores se reunían, como lo recordó Alirio Parra, un «ícono de la OPEP» y asistente de Pérez Alfonzo, en una entrevista con esa organización.
«Recuerdo que durante mis largas discusiones con él, me dijo que había ido a El Cairo con un propósito: ver si los productores de petróleo podían, de una forma u otra, unirse para darle forma a políticas futuras«.
No esperó a las reuniones oficiales con la Liga Árabe, sino que empezó a hablar de sus planes con los delegados, tanto de ese grupo como de Irán y Kuwait, en los pasillos y en los cafés del Hilton Nilo.
«Es una historia realmente fascinante porque te decía algo sobre cada personalidad. Para mí era como una novela en pleno desarrollo. Estos funcionarios pasaban de un encuentro pequeño a otro», recordaba Parra.
Y había algo más… «Intriga».
«El pacto de caballeros»
Pérez Alfonzo creía que la regulación de la producción era la mejor estrategia para controlar los precios de petróleo.
«En ese sentido, sugirió en El Cairo la creación de un órgano de consulta de los países exportadores de petróleo, la Comisión Coordinadora para la Conservación y el Comercio de los Hidrocarburos, que fue el antecedente inmediato de la OPEP, en cuya iniciativa lo acompañó el jeque Abdullah El Tariki, para entonces ministro de Petróleo de Arabia Saudita», indicó Maza Zabala.
De hecho, resalta Lajud, «el primer contacto trascendental para crear la OPEP fue la entrevista que sostuvo Pérez Alfonzo con Tariki».
Finalmente, se dio una reunión formal y los asistentes firmaron un documento que se conoció como el «Pacto Maadi» o «El pacto de caballeros».
La propuesta del funcionario venezolano y del jeque incluía: «la defensa de la estructura de precios y el establecimiento de compañías nacionales petroleras, las cuales formaban parte de la tesis de Pérez Alfonzo denominada ‘Pentágono Petrolero'», señala PDVSA.
Tras el encuentro en El Cairo, Pérez Alfonzo regresó a Venezuela y esperó a que los gobiernos de los demás delegados decidieran materializar las propuestas.
Pero llegó 1960 y no pasaba nada.
Parra recuerda su frustración: «Algunas veces lo veía bastante malhumorado por la aparente inacción y todo el tiempo pensaba en el plan, especialmente en emparejar el suministro de crudo con la demanda».
«Las siete hermanas»
De acuerdo con Toro Hardy, quien es autor de «Oil: Venezuela and the Persian Gulf» («Petróleo: Venezuela y el Golfo Pérsico»), hay que recordar que mucho antes de que los países nacionalizaran sus industrias petroleras, la influencia de las empresas de ese sector era muy alta:
«Ellas eran quienes fijaban las condiciones del mercado, mientras que la participación de los países productores era muy baja y aún menor en los países árabes porque ni siquiera existía el impuesto sobre la renta. Lo que se pagaba era una regalía que se negociaba por contrato», explica el académico.
Fue así como Pérez Alfonzo convenció a los países árabes y a Irán de que actuando unidos se podía mejorar la posición de los Estados frente a esas multinacionales.
Como plantea Lajud, les hizo ver que había que defender los intereses de los países productores y exportadores.
PDVSA resalta que el nacimiento de la OPEP surgió como una «respuesta al dominio abusivo del mercado petrolero internacional por parte del cartel denominado ‘Las Siete Hermanas’. Entre 1959 y 1960, las más poderosas compañías petroleras reducen unilateralmente el precio del petróleo, hecho que causaba un grave daño a los países productores».
Esa situación la evocó Daneil Yergin en el libro «The Prize: The Epic Quest for Oil, Money & Power» («El premio: la épica búsqueda de petróleo, dinero y poder»), cuando British Petroleum hizo el primer recorte.
«Su acción desencadenó instantáneamente un torrente de denuncias de los exportadores de petróleo. Juan Pablo Pérez Alfonzo estaba indignado, Abdullah Tariki de Arabia Saudita estaba furioso».
«Con un plumazo, una importante empresa petrolera había recortado unilateralmente los ingresos nacionales de los productores de petróleo», recuerda el autor.
La mesa estaba servida. Había que dar el paso.
«Lo hicimos»
Parra rememoró el momento en que Pérez Alfonzo, «un hombre muy serio», recibió un telegrama procedente de Bagdad.
Tras leer el comunicado, que «tomó tres días en llegar a Venezuela», gritó: «Lo hicimos».
Pérez Alfonzo, con la colaboración de Tariki, formuló las bases del «Compacto Petrolero», que luego sería la OPEP.
Meses después, el 14 de septiembre, nació la organización en Bagdad con cinco países fundadores: Arabia Saudita, Irak, Irán, Kuwait y Venezuela, «cuyo conjunto aportaba el 88% de la exportación mundial de petróleo para ese año», indicó Maza Zabala.
«Por ello, Juan Pablo Pérez Alfonzo ha sido considerado como el ‘Padre de la OPEP'»
Toro Hardy, quien también es autor del libro: «Venezuela y el Petróleo del Islam», destaca otro aspecto de la hazaña de su compatriota:
«Dentro del mundo islámico productor de petróleo había profundas diferencias religiosas«, explica.
Irán, por ejemplo, es de mayoría chiíta, mientras que las monarquías del Golfo Pérsico son fundamentalmente sunitas.
Por ser el único miembro no musulmán, Venezuela -que era el mayor productor de petróleo cuando se fundó la OPEP- «se convirtió en un punto de equilibrio dentro de la organización. Pérez Alfonzo manejó muy bien esa situación y eso hizo que el país tuviese una enorme influencia dentro del grupo».
¿Un profeta?
En el mismo año que nació la OPEP, Pérez Alfonzo impulsó la creación de la Corporación Venezolana del Petróleo, una compañía estatal que tenía el objetivo de rescatar para la nación las actividades petroleras.
Se convirtió en una figura de referencia en el análisis de la industria petrolera internacional, escribió libros y fue percibido como una especie de conciencia en su país.
Smith contó que el mismo Pérez Alfonzo se definió como un «provenezolano», que «buscaba justicia» para su país «con respecto a los ingresos del petróleo» y que quería preservar ese «patrimonio para las generaciones futuras«.
A los adjetivos de «visionario» y «caballero» se le sumó otro: «profeta».
Y es que con el paso de los años su desencanto se hizo evidente: «El petróleo es el excremento del diablo», dijo en 1975.
«Venezuela marcha a la deriva. Nunca supimos bien hacia dónde queríamos o podíamos ir. Somos negligentes, inestables y contradictorios. Pero nunca habíamos sufrido una indigestión económica como la actual, y con la inundación de capital perdimos la cabeza. De este modo se multiplican al infinito los daños que nos hacemos, añadiéndose a los que dejamos nos causen otros aprovechadores», escribió en su libro: «Hundiéndonos en el excremento del diablo» de 1976.
Su tesis «El efecto Venezuela» advertía sobre «las consecuencias negativas para el país de la exagerada abundancia de recursos fiscales y financieros originados en el petróleo y administrados ineficientemente», recordaba Maza Zabala.
«Era partidario de una reducción sustancial de la producción de petróleo, de su conservación como materia cada vez más valiosa y de un austero y racional uso del ingreso petrolero nacional».
Toro Hardy reflexiona que terminó teniéndole «miedo al petróleo», por eso pedía tener «mucho cuidado».
Para el economista, Pérez Alfonzo, quien murió en Estados Unidos en 1979, tuvo razón.
«El petróleo le dio demasiada fuerza e influencia al Estado y a medida que dejó de administrar bien esos recursos, empezó a crear distorsiones en la economía y hoy en día nos encontramos con una economía venezolana severamente destruida, probablemente porque no se utilizaron bien esos recursos».
El economista cree que quizás la OPEP no cumplió con las expectativas que Pérez Alfonzo aspiraba.
Si bien logró que los precios subieran y que los países productores aumentaran su participación en el mercado, «no sé si se cumplió con sus expectativas de lograr un mejor equilibrio y diversificación de las economías».
«Yo creo que todavía tendrán que pasar muchos años antes de que podamos analizar en toda su magnitud la influencia que tuvo Juan Pablo Pérez Alfonso», indica el investigador.
«Es un pensamiento demasiado amplio como para poder entenderlo en tan solo 60 años», concluyó.
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