La queja de un informante asegurando que la grabación de una llamada telefónica de Donald Trump se manejó de forma inusualmente hermética, puso de relieve cómo se monitorean esas llamadas… y también cómo pueden ocultarse.
El funcionario, por ahora anónimo, de la inteligencia estadounidense, afirmó que la transcripción de la ya famosa conversación entre el presidente Trump y su homólogo ucraniano Volodymyr Zelensky, se mantuvo en un espacio electrónico secreto, no por razones de seguridad nacional, sino con fines políticos.
La transcripción oficial de la llamada, según la denuncia, fue clasificada primero como «secreta» y después como «altamente secreta», lo cual aseguró que solo aquellos con las autorizaciones más altas pudieran leerla.
Eso era una señal de alerta, dijo el denunciante, porque demostraba que los funcionarios de la Casa Blanca, no solo eran conscientes de la naturaleza políticamente sensible de la llamada, sino que trataron de ocultar esa información a otros miembros del gobierno estadounidense.
Los críticos de Trump dicen que la llamada fue un intento para convencer al líder de Ucrania de que investigara a su rival, el vicepresidente Joe Biden, para promover los propios objetivos políticos y ser reelegido presidente.
También creen que los asesores de la Casa Blanca trataron de cubrirlo.
El presidente Trump y su equipo niegan las acusaciones y dicen que no hubo «nada diferente» en cuanto al manejo de la transcripción de la llamada telefónica o dónde se almacenó electrónicamente.
Pero ¿cuál es la práctica habitual en este tipo de casos?
¿Quién escucha las llamadas?
Tradicionalmente, los funcionarios del Consejo de Seguridad Nacional, de Estados Unidos dan instrucciones al presidente antes de hacer una llamada con un líder extranjero.
Luego, se sientan en la Oficina Oval con el presidente mientras él habla por teléfono con el mandatario extranjero. «Al menos dos miembros del NSC suelen estar presentes», según el diario estadounidense USA Today.
También hay agentes sentados en una sala de seguridad en otra parte de la Casa Blanca escuchando la llamada del presidente y tomando notas a las que se conoce como «memorándum de conversación telefónica». Como muchas otras cosas en Washington, tienen una abreviatura: «memcon».
Las llamadas del presidente con líderes extranjeros también son transcritas por computadoras.
Después, según explican ex funcionarios de la Casa Blanca, las personas que toman notas a mano comparan sus impresiones con una versión electrónica de la llamada.
Las notas de los agentes y las transcripciones computarizadas se juntan en un solo documento. Es posible que esa transcripción no sea perfecta, pero aseguran que se elabora con tanto cuidado como el tiempo y los recursos permitan.
En el caso de la llamada del presidente con Zelensky, según una queja del informante, una docena de personas escucharon la conversación.
Desde que Trump asumió como presidente, las reuniones previas a las llamadas telefónicas se organizan de manera apresurada y por personas con diferentes niveles de experiencia, según un ex funcionario del NSC, quien dice que a veces se les pidió que escucharan las conversaciones telefónicas en el último minuto.
¿Cómo se clasifica una transcripción como «secreta» o «de alto secreto»?
Los funcionarios que trabajan como secretarios ejecutivos del NSC deciden el nivel de clasificación para la transcripción de una llamada, según explican ex funcionarios de la Casa Blanca.
Si la transcripción contiene información que podría poner en peligro la seguridad nacional o vidas de individuos, se clasifica como top secret, de alto secreto, y se almacena en un lugar protegido.
Andrew Miller, del Proyecto sobre la Democracia en Oriente Medio, supervisó Egipto para el NSC durante el gobierno de Barack Obama y se familiarizó con el proceso de clasificación.
Miller dice que entiende por qué algunas transcripciones deben considerarse de alto secreto, pero dice que no hubo nada en la llamada entre Trump y Zelensky que la hubiera elevado a ese nivel.
«No veo qué justificó que fuera, clasificada, de alto secreto», dice Miller. «Tuvo que hacerse por razones políticas».
¿Qué ocurre si una transcripción es clasificada como «de alto secreto»?
Clasificar la transcripción como «de alto secreto» significa que solo los individuos dentro del gobierno de Estados Unidos con los niveles más altos de acreditación de seguridad pueden ver el material.
Tal y como explican los ex funcionarios, esas transcripciones se comparten a través de un sistema con un acrónimo, Jwics, que significa «Sistema de Comunicaciones Conjunta a Nivel Mundial de Inteligencia», una red utilizada por los servicios de inteligencia.
Sin embargo, con frecuencia las transcripciones son almacenadas en áreas secretas, aunque no protegidas con este extraordinario nivel de seguridad.
Clasificar una transcripción como secreta, pero no de alto secreto, significa que los funcionarios pueden discutir el contenido de las llamadas del presidente más fácilmente con otras personas que trabajan en el gobierno.
¿Se usó el sistema de clasificación de seguridad de manera adecuada en este caso?
Kudlow y otros asesores del gobierno dicen que la llamada en sí estuvo bien y también el manejo de la transcripción. Están totalmente en desacuerdo con lo que dice el informante.
Pero otros creen que esta conversación telefónica de Trump y el secretismo que rodea a su transcripción demostró un abuso del poder presidencial.
«Las clasificaciones de seguridad están diseñadas para proteger vidas», dice Brett Bruen, un funcionario de la Casa Blanca que trabajó para el gobierno de Obama.
«Si de repente se convierten en un medio para proteger el posicionamiento político del presidente, significa que ya no tenemos un sistema de clasificación de seguridad nacional creíble».
Miller está de acuerdo: dice que mantener en secreto la transcripción de una llamada telefónica solo por querer proteger las perspectivas políticas de tu jefe menoscaba el sistema.
Quienes trabajan en la Casa Blanca hacen un juramento no al presidente, dice, sino a la Constitución de Estados Unidos: «Su primera lealtad debe ser al país, no al individuo».