¿Qué tienen en común el surgimiento de internet, los atentados del 11 de septiembre de 2001 y la crisis económica de 2008?
Fueron hechos extremadamente raros, sorpresivos y que causaron un impacto severo en la historia.
A este tipo de eventos se las suele llamar «cisnes negros».
Algunos sostienen que la reciente pandemia de covid-19 también podría ser considerada uno de ellos, pero no todos están de acuerdo.
La «teoría del cisne negro» fue desarrollada por el profesor, escritor y exoperador de bolsa libanés-estadounidense Nassim Taleb en 2007.
Y tiene tres componentes, según explicó el propio Taleb en un artículo de The New York Times ese mismo año:
- Primero es algo atípico, ya que se encuentra fuera del ámbito de las expectativas habituales, porque nada en el pasado puede apuntar de manera convincente a su posibilidad.
- En segundo lugar, tiene un impacto extremo.
- En tercer lugar, a pesar de su estatus atípico, la naturaleza humana nos hace inventar explicaciones para su ocurrencia después del hecho, haciéndolo explicable y predecible.
La tesis de Taleb está generalmente asociada a la economía, pero se aplica a cualquier área.
Y como las consecuencias suelen ser catastróficas, es importante asumir que la aparición de un evento «cisne negro» es posible, por lo que hay que tener un plan para hacerle frente.
En resumen, el «cisne negro» representa una metáfora de algo impredecible y muy extraño, pero no imposible.
¿Por qué se los llama así?
A finales del siglo XVII, barcos europeos se lanzaron a la aventura de explorar Australia.
En 1697, mientras navegaba por las aguas de un río desconocido del suroeste de Australia Occidental, el capitán holandés Willem de Vlamingh avistó varios cisnes negros, siendo posiblemente el primer europeo en observarlos.
Como consecuencia, Vlamingh bautizó el río como Zwaanenrivier (río de los Cisnes, en holandés) por el gran número de cisnes negros que había allí.
Se trató de un hecho inesperado, novedoso. Hasta ese momento la ciencia solo había registrado cisnes blancos.
La primera referencia que se conoce sobre el término «cisne negro» asociado al significado de rareza surge de una frase del poeta romano Décimo Junio Juvenal (60-128).
Desesperado por encontrar una esposa con todas las «cualidades adecuadas» de ese entonces, escribió en latín que esa mujer es rara avis in terris, nigroque simillima cygno («un ave rara en estas tierras, como un cisne negro»), detalla el diccionario de Oxford.
Porque en esa época y hasta unos 1.600 años después, para los europeos los cisnes negros no existían.
Predecir los «cisnes negros»
Un grupo de científicos de la Universidad de Stanford, Estados Unidos, está trabajando para predecir lo impredecible.
Es decir, para anticiparse a los «cisnes negros». No a las aves, sino a esos extraños acontecimientos que suceden en la historia.
Si bien su análisis primario se basó en tres entornos distintos de la naturaleza, el método computacional que crearon podría aplicarse a cualquier área, incluso a la economía y la política.
«Al analizar datos a largo plazo de tres ecosistemas, pudimos demostrar que las fluctuaciones que ocurren en diferentes especies biológicas son estadísticamente iguales en distintos ecosistemas», aseguró Samuel Bray, asistente de investigación en el laboratorio de Bo Wang, profesor de bioingeniería en la Universidad de Stanford.
«Esto sugiere que existen ciertos procesos universales que podemos aprovechar para pronosticar este tipo de comportamiento extremo», agregó Bray según publicó la universidad en su sitio web.
Para desarrollar el método de pronóstico, los investigadores buscaron sistemas biológicos que experimentaron eventos de «cisne negro» y cómo fueron los contextos en donde ocurrieron.
Se basaron entonces en ecosistemas monitoreados de cerca durante muchos años.
Los ejemplos incluyeron: un estudio de 8 años del plancton del mar Báltico con niveles de especies medidos dos veces por semana; mediciones de carbono neto de un bosque de la Universidad de Harvard que fueron recopiladas cada 30 minutos desde 1991; y mediciones de percebes (mariscos), algas y mejillones en la costa de Nueva Zelanda, tomadas mensualmente durante más de 20 años, detalla el estudio publicado en la revista científica Plos Computational Biology.
Los investigadores aplicaron a estas bases de datos la teoría física detrás de avalanchas y terremotos que, como los «cisnes negros», muestran un comportamiento extremo, repentino y a corto plazo.
A partir de este análisis, los expertos desarrollaron un método para predecir eventos de «cisne negro» que fuera flexible entre especies y períodos de tiempo y también fuera capaz de trabajar con datos que son mucho menos detallados y más complejos.
Posteriormente pudieron pronosticar con precisión eventos extremos que ocurrieron en esos sistemas.
Hasta ahora, «los métodos se basaban en lo que hemos visto para predecir lo que podría suceder en el futuro y es por eso que no suelen identificar los eventos del ‘cisne negro'», aseguró Wang.
Pero este nuevo mecanismo es diferente, afirmó el profesor de Stanford, «porque asume que solo estamos viendo una parte del mundo. Extrapola un poco de lo que nos falta y ayuda enormemente en términos de predicción», añadió.
Entonces, ¿podrían detectarse «cisnes negros» en otras áreas como las finanzas o la economía?
«Hemos aplicado nuestro método a las fluctuaciones del mercado de valores y funcionó bastante bien», le dijo a BBC Mundo Wang en un correo electrónico.
Los investigadores analizaron los índices bursátiles Nasdaq, Dow Jones Industrial Average y S&P 500.
«Si bien la tendencia principal en el mercado es el crecimiento exponencial a largo plazo, las fluctuaciones en torno a esa tendencia siguen las mismas trayectorias y escalas promedio que hemos visto en los sistemas ecológicos», afirmó.
Pero «aunque las similitudes entre las variaciones bursátiles y ecológicas son interesantes, nuestro método de pronóstico es más útil en los casos en que los datos son escasos y las fluctuaciones a menudo van más allá de los registros históricos (que no es el caso del mercado de valores)», señaló Wang.
Así que ahora, habrá que estar atentos a si el próximo «cisne negro» nos toma por sorpresa… o tal vez no.
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