¿A qué se dedicaban tus abuelos o bisabuelos en la década de 1940? ¿Cuál era su afiliación política?
Estos datos pueden ser anecdóticos o irrelevantes para cualquier persona en el mundo pero, en Corea del Norte, marcan por completo la vida de una persona.
De ellos depende ser considerado leal al régimen de la familia Kim, hostil o algo intermedio entre ambos extremos dentro del estricto modelo de clasificación social que rige en el país.
El conocido como songbun -palabra que significa origen o ingrediente en coreano y es parte de la expresión chulsin songbun u “origen familiar”- condiciona todos los aspectos de la vida de un norcoreano: desde su lugar de nacimiento y las regiones que puede visitar hasta su acceso a comida y medicinas, sus posibilidades de estudiar o el trabajo que le asigna el Estado.
“Songbun es el sistema en el que tu valor se mide por los méritos o las faltas de tus antepasados y familiares”, explica a BBC Mundo la activista y académica Yeonmi Park, autora del libro autobiográfico “Escapar para vivir: el viaje de una joven norcoreana hacia la libertad”.
Corea del Norte niega la existencia del songbun y asegura que todos sus ciudadanos gozan de igualdad de oportunidades bajo el paraguas del Estado socialista.
Sin embargo, norcoreanos que han huido del país y expertos con acceso a documentos administrativos han ofrecido a lo largo de los años numerosos testimonios y evidencias de este sistema de clasificación social.
Te contamos de dónde viene y cómo funciona el songbun.
Cuál es su origen
En la primera mitad del siglo XX, Corea era un país sometido al dominio colonial japonés, heredero de una sociedad feudal confucianista (que daba una extrema importancia a las jerarquías) con cuatro estamentos que se podrían definir a grandes rasgos como nobles, técnicos cualificados, pueblo llano y parias.
Tras la II Guerra Mundial la península pasó del dominio colonial japones a una división entre el Norte comunista, influenciado por la Unión Soviética de Josef Stalin, y el Sur capitalista, intervenido por Estados Unidos.
La Guerra de Corea (1950-53) solo sirvió para consolidar esta división y sellar una frontera casi infranqueable entre los dos Estados antagónicos.
El fundador y primer presidente de Corea del Norte, Kim Il-sung -abuelo del actual líder Kim Jong-un- consolidó la dictadura del proletariado bajo un sistema de fuerte influencia estalinista, con una intensa vigilancia ideológica y frecuentes purgas.
Y algunas personas y familias eran más sospechosas que otras.
Excombatientes que lucharon contra Japón o contra el Sur, miembros del Partido Comunista, antiguos jornaleros sin tierra y obreros, entre otros, pasaron a conformar la dirigencia y la clase privilegiada en el país.
Grandes y pequeños terratenientes, comerciantes, religiosos, personas con parientes surcoreanos o que lucharan del otro lado en la guerra eran señalados como posibles traidores.
A su manera, Kim Il-sung revivió y adaptó al comunismo el sistema de castas confucianista de la antigua Joseon, como se conocía a Corea entre los siglos XIV y finales del XIX, y el mismo nombre con el que el régimen norcoreano se autodenomina oficialmente hasta hoy (República Popular Democrática de Joseon).
Fue en la década de 1960 cuando, según expertos, el gobierno norcoreano completó los exhaustivos registros que clasifican a cada ciudadano en su lugar correspondiente según el historial de su familia.
Los leales o haeksim
La mayoría de los académicos y norcoreanos que han logrado huir del país distinguen tres estamentos en el songbun, mientras otros reconocen dos adicionales dentro de esa misma clasificación, dividida a su vez en unas cincuenta subcategorías.
Los norcoreanos de la “casta” superior se clasifican como haeksim -que significa “núcleo”- y se les considera ciudadanos dignos de confianza y leales a los Kim.
Son descendientes de quienes lucharon contra la colonización japonesa y luego contra el Sur en la Guerra de Corea, miembros o autoridades del partido único y familias de origen obrero o campesino con un historial de lealtad intachable durante décadas.
Estos disfrutan de los mayores privilegios en la sociedad norcoreana: viven en los municipios más desarrollados, estudian en la universidad, se les asignan los mejores trabajos y son atendidos en los principales hospitales.
Otra prebenda importante para la clase alta es residir en la capital, Pyongyang, cuyos 3 millones de habitantes (aproximadamente un 12% de la población norcoreana) pertenecen en su gran mayoría al estamento haeksim, según expertos.
“Pyongyang es el único lugar en Corea del Norte donde realmente se practica el socialismo y la gente recibe servicios del Estado”, asegura Yeonmi Park.
Dentro de los haeksim, explica Park, hay una franja superior compuesta por familias cercanas a los círculos de poder de Pyongyang que incluso pueden viajar al extranjero y enviar a sus hijos a estudiar a China, Rusia o Europa.
Choktae: los “hostiles”
La antítesis de la clase privilegiada son los ciudadanos considerados “hostiles”, a quienes se llama choktae.
Se considera que su sangre está “contaminada” por ser descendientes de terratenientes, comerciantes, cristianos o colaboradores del imperio japonés durante la ocupación o del Sur en la Guerra de Corea. Es decir, los enemigos tradicionales del régimen comunista norcoreano.
Estas personas -a quienes se suele comparar con los «intocables» en el sistema de castas de India- enfrentan una discriminación sistemática, viven en los lugares más remotos donde el acceso a comida y electricidad es limitado, carecen de oportunidades educativas y realizan los trabajos más duros.
“Los niños de esta casta van a la escuela por las mañanas, sobre todo para adoctrinamiento ideológico, pero luego los usan para trabajar en el campo y en las minas. Por lo general tienen una vida corta y sometida a vigilancia casi permanente de las autoridades”, afirma Yeonmi Park.
Por supuesto, asegura, es extremadamente raro que una persona clasificada como choktae pueda vivir en Pyongyang o incluso obtener de forma legítima un permiso para visitar la capital.
Intermedios o dongyo
Entre el estamento más alto y el bajo hay un término medio: los dongyo.
Se trata de las familias no consideradas hostiles pero cuyo historial familiar tampoco está completamente limpio y su lealtad al régimen se ve como ambigua o cuestionable.
Sus oportunidades son limitadas, pero dentro de este grupo hay subclasificaciones.
Por ejemplo, un dongyo con un historial sin demasiadas manchas podría vivir cerca de Pyongyang, acceder a una universidad de segundo rango u ocupar puestos de trabajo administrativos o intermedios.
Esto sería inconcebible para otro de su misma “casta” clasificado en la parte baja cerca del límite de la “hostilidad”.
La mayoría de expertos estiman que los dongyo son los más numerosos al representar aproximadamente el 40% de la población, mientras los haeksim y choktae rondarían el 30% en cada caso.
Se desconoce, en todo caso, cuál es la proporción real, ya que los archivos de clasificación social -como casi todos los documentos oficiales en Corea del Norte- se guardan bajo el más estricto secreto.
Cómo funciona en la práctica
¿Dónde exactamente se registra el songbun? ¿Es un tema de conversación entre los norcoreanos? ¿Cómo puede alguien conocer su estatus? ¿Se puede cambiar? ¿Pueden casarse personas con diferente songbun?
La información sobre el songbun de cada norcoreano se almacena en documentos clasificados del Estado, las administraciones locales y la policía.
El songbun, explica Yeonmi Park, es un tema que todos los norcoreanos tienen presente en su día a día, ya que marca por completo sus vidas.
Por lo general las familias saben o intuyen la posición social que ocupan dentro del sistema en función del lugar en el que viven, su acceso a educación superior y salud o los trabajos que desempeñan.
Sin embargo, en ocasiones alguien puede necesitar acceder a los archivos clasificados para conocer el songbun de una persona.
“Los norcoreanos suelen sobornar a algún funcionario o policía para conocer el songbun de la otra parte antes de concertar un matrimonio”, indica Park.
Esto lo hacen para asegurarse de que el nivel de ambos sea similar: “En el songbun no hay ascensos, solo degradaciones, por lo que si uno de ellos tenía un estatus más alto, al casarse automáticamente se equiparará al de su cónyuge que lo tenía más bajo”, indica Park.
Por eso, asegura, en Corea del Norte es extremadamente inusual un matrimonio entre una persona “confiable” y otra de rango intermedio, o entre intermedia y “hostil”, ya que esto empeoraría las condiciones de vida de la familia de la primera y las siguientes generaciones.
Preguntamos a Yeonmi Park si es posible alterar el songbun mediante sobornos, ya que desde hace años algunos norcoreanos con un grado medio o bajo han acumulado cierto patrimonio comerciando en el mercado negro, especialmente en zonas cercanas a la frontera con China, a donde relegan a muchos “hostiles” y personas de rango intermedio.
Dice que sería prácticamente imposible, ya que implicaría falsificar documentos en diferentes instancias y, aun logrando esto, el nuevo estatus de la persona no se correspondería con el de sus parientes cercanos y ancestros, lo que podría despertar sospechas.
“No hay nada que puedas hacer para cambiar tu destino, porque no puedes elegir a tus antepasados”, sentencia.
¿Y qué consigue el régimen de los Kim con el songbun? Básicamente, apunta la activista norcoreana, un exhaustivo control social.
“Refuerza la idea de que si alguien hace algo mal en tu familia, todos son responsables. Uno no es responsable de sí mismo, de su propio comportamiento, sino del grupo. Así acaban con el individualismo y previenen el menor atisbo de disidencia”.
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