«No alientan cuando pierden», «ganan en los escritorios», «son amargos».
Preguntarles a los hinchas de River y Boca qué piensan del otro es encontrarse con una cantidad de insultos comunes.
También es escuchar que el otro «no existe», que «no es digno de dedicarle palabras», que «no hay que caer tan bajo», según me dijeron hinchas de los finalistas de la Copa Libertadores durante los últimos meses.
Otra de las sorpresas que me llevé cuando fui a verlos al estadio es que hay cientos de hinchas que no ven el partido, que casi ni se enteran si hay gol o no, porque están inmiscuidos en la lógica de la «barra brava»: cantando, saltando, alentando.
E insultando al rival, con cánticos que se mofan de sus derrotas, que aluden a su muerte, que lo degradan con metáforas homofóbicas o de sometimiento sexual.
Quizá lo que más une a estos equipos es que en ambos casos se alienta al equipo al extremo. (AFP)
Este domingo finalmente se jugará el que fue considerado el partido de todos los tiempos entre River Plate y Boca Juniors, los archirrivales argentinos.
Pero será fuera del país, en Madrid, y para muchos tendrá carácter de trámite, porque lo que iba a ser una fiesta deportiva e histórica en Buenos Aires se convirtió en un escándalo.
Qué pasó, quién fue, por qué atacaron a los jugadores de Boca y si fue planeado: son todas preguntas que están por resolverse.
Pero hay otra, más de fondo, que podemos intentar responder: por qué se odian tanto.
El mismo origen, diferente identidad
El enfrentamiento a muerte entre hinchas de rivales históricos no es exclusivo de Argentina ni de América Latina.
Es difícil saber dónde es peor, pero en general Argentina y Brasil son de los países con más violencia relacionada al fútbol.
River y Boca son los archirrivales del fútbol argentino y eso se traduce en la hinchada. (Getty Images)
Según Salvemos al Fútbol, una ONG con sede en Buenos Aires, entre 1984 y 2017 murieron 210 personas por episodios vinculados con el fútbol en Argentina. Y durante los últimos 10 años hubo casi 700 hechos de violencia en el marco de este deporte: más de uno al mes.
Se dan entre los hinchas de todos los equipos, pero River y Boca tienen un rol principal, en parte porque representan al 70% de los hinchas.
River y Boca nacieron a comienzos del siglo XX en La Boca, un barrio porteño que era receptor de inmigrantes mayormente italianos dedicados a trabajos no calificados.
En poco tiempo se volvieron los equipos más populares, y hacia los años 30 del siglo pasado Boca adquirió una identidad de popular, de corazón, de vulgar, mientras que River una de refinado, de clase media alta, de esnob.
Esa dicotomía, hoy solo vigente en los imaginarios, los separó en un principio, pero los expertos dicen que la fuente del odio tiene que ver más con otros valores relacionados a la idea, muy del fútbol moderno, de ganar a cualquier precio.
Advertencia: El contenido de sitios externos y terceras partes puede contener publicidad
El aguante que legitima la violencia
Lo estudios sobre la violencia en el fútbol argentino han identificado el concepto del «aguante» como un eje central que explica la radicalización de la hinchada.
Aguantar, explican, se ve como el apoyo incondicional: ir siempre a la cancha, nunca dejar de cantar, alentar en la derrota, guardar el honor y humillar al otro.
«El aguante transformó la rivalidad en una enemistad, en una polarización que traza una línea muy marcada entre nosotros y ellos», explica a BBC Mundo Verónica Moreira, doctora en Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
«En lugar del deporte —explica—, el aguante es el bien en disputa; todos los hinchas lo tienen y todos lo quieren llevar a su versión más radical porque eso es lo que te hace superior: aguantar, bancar, apoyar como nadie».
Se dice que incluso hay peores rivalidad que Boca-River en Argentina, como es el caso de Central-Newell’s, en Rosario, la ciudad más violenta. (AFP)
Actúan como familias
La enemistad en el fútbol es tan fuerte que Martha Newson, doctora en antropología de la Universidad de Oxford, ha encontrado una psicología compartida entre los fanáticos de este deporte y grupos tan diversos como los que luchan en primera línea de un ejército o quienes protagonizan un levantamiento popular, una revolución.
«Son grupos articulados por una lealtad tribal, a menudo asociados con la familia o el territorio, que, a partir de victorias o derrotas compartidas, conviven produciendo un profundo compromiso; una especie de amor grupal», le dice a BBC Mundo.
El 40% de las muertes del fútbol argentino se dieron por riñas entre hinchas del mismo equipo, según Salvemos al Fútbol.
Newon explica: «Los hinchas son como una familia que atraviesa un momento difícil, como una guerra; los hermanos luchan, pero también se aman y están dispuestos a dar su vida por el respeto y honor de su grupo».
La violencia en el fútbol se ha convertido en las últimas décadas en un problema común en todo el mundo. (AFP)
La legitimación de la violencia y el machismo
Aunque lo anterior se puede dar en grupos de hinchas de cualquier parte, José Garriga, doctor en Antropología Social de la UBA, ha encontrado que en Argentina se dio un proceso de legitimación de la violencia que exacerbó el problema.
«En el ejercicio del aguante —le dice a BBC Mundo— se construye al rival como un enemigo que hay que aniquilar, que debe dejar de existir».
Pero la causa de la violencia en el fútbol no solo es por las «barras bravas» o los grupos de hinchas más radicales, añade: «En las autoridades hay una doble moral que consiste en condenar pero a la vez legitimar la violencia».
Garriga pone el ejemplo de nada menos que el presidente del país, Mauricio Macri, que es hincha de Boca, equipo que presidió.
Antes del partido de ida por la final de la Libertadores dijo: «El que pierda va a tardar 20 años en recuperarse». Y también menospreció al técnico de River. Pero una vez ocurrieron los incidentes culpó a las «barras» y llamó a «entrar en razón».
Incluso los medios, asegura el experto, que plantearon el partido como una «guerra» y «la final del mundo», contribuyen al caldo de cultivo.
Garriga menciona, sin ser determinista, un matiz cultural: «También existe una idea de que aguantar es una prueba de la masculinidad; de que eres más o menos hombre dependiendo de cuánto gritás».
Por eso es que los hinchas insultan al otro con la misma moneda: «No aguantan como nosotros». Porque alentar no es solo apoyar: es, según esta lógica, «dar la vida por el equipo».