De niños a menudo se nos dice que los palos y las piedras pueden romper los huesos, pero las palabras nunca pueden doler.
Sin embargo, con la experiencia, los adultos entienden que este viejo proverbio está lejos de ser cierto.
Mientras que las lesiones físicas pueden tardar semanas en sanar, los comentarios negativos pueden dejarnos cicatrices de por vida.
Ya sea que se trate de una crítica relajada por un maestro en la escuela o de un comentario cruel lanzado en el fragor de una discusión con un amigo o un amante, tendemos a recordar las críticas mucho mejor que los comentarios positivos.
Y esto se debe a un fenómeno llamado sesgo de negatividad.
De hecho, toda una serie de efectos complejos pueden explicarse por este sesgo, que es la tendencia universal a que las emociones negativas nos afecten con más fuerza que las positivas.
Hace que prestemos especial atención a las amenazas y exageremos los peligros, según Roy Baumeister, psicólogo social de la Universidad de Queensland y coautor de «El poder de lo malo y cómo superarlo» (The Power of Bad: And How to Overcome It).
Los sistemas de alertas
Mientras que centrarse en el lado más oscuro del mundo que nos rodea puede parecer una perspectiva deprimente, ha ayudado a los humanos a superarlo todo, desde desastres naturales hasta plagas y guerras, al estar mejor preparados para enfrentarlos (aunque hay evidencia de que el optimismo también puede ayudar a protegernos del estrés de situaciones extremas).
El cerebro humano evolucionó para proteger nuestros cuerpos y mantenernos con vida.
Y tiene tres sistemas de alerta para hacer frente a nuevos peligros.
Está el antiguo sistema de ganglios basales que controla nuestra respuesta de lucha o huida.
El sistema límbico que desencadena emociones en respuesta a las amenazas para ayudarnos a comprender los peligros.
Y la corteza prefrontal más moderna, que nos permite pensar lógicamente frente a las amenazas.
«Nuestros antepasados que tenían ese sesgo [negativo] tenían más probabilidades de sobrevivir», dice Baumeister.
Los humanos están programados para buscar amenazas y, con solo ocho meses, los bebés se girarán con más urgencia para mirar una imagen de una serpiente que una rana más amigable.
A los cinco años, han aprendido a priorizar una cara de enojo o miedo sobre una feliz.
Baumeister dice que centrarse primero en los problemas puede ser una buena estrategia.
«Primero deshazte de los negativos y resuelve los problemas. Esencialmente, detén el sangrado».
Pero, aunque centrarse en lo malo puede mantenernos a salvo en situaciones extremas, el sesgo de negatividad puede resultar inútil en el día a día.
Baumeister cree que hasta que aprendamos a anular el impacto desproporcionado de lo negativo, eso distorsionará nuestra visión del mundo y cómo respondemos a él.
Los periódicos y las noticias
Por ejemplo, la vida tiende a verse sombría entre las páginas de un periódico.
A menudo se acusa a los periodistas de perseguir malas noticias porque venden periódicos y atraen a los espectadores.
Esto puede ser cierto en parte, pero los investigadores han demostrado que los lectores se sienten naturalmente atraídos por las historias calamitosas y es más probable que las compartan con los demás
Los rumores sobre peligros potenciales, incluso si son poco probables, se propagan entre las personas mucho más fácilmente que los rumores que podrían ser beneficiosos.
En un estudio, los científicos de la Universidad McGill, en Canadá, utilizaron tecnología de seguimiento ocular para estudiar a qué noticias prestaban más atención los voluntarios.
Descubrieron que las personas a menudo elegían historias sobre corrupción, reveses, hipocresía y otras malas noticias, en lugar de historias positivas o neutrales.
Las personas que estaban más interesadas en la actualidad y la política eran particularmente propensas a elegir las malas noticias y, sin embargo, cuando se les preguntó, estas personas dijeron que preferían las buenas noticias.
Lo que leemos y vemos en las noticias puede aumentar nuestros temores.
Por ejemplo, nuestro miedo al terrorismo es pronunciado a pesar de que la cantidad de personas asesinadas por grupos terroristas en los últimos 20 años en Estados Unidos es menor que la cantidad de estadounidenses que han muerto en sus bañeras durante el mismo período, explica Baumeister en su libro.
Las emociones negativas duran más que las felices
Aunque la preocupación por una situación hipotética pero horrible puede hacernos temer, una sola pequeña mala experiencia puede tener un impacto desproporcionado en todo nuestro día.
Randy Larsen, profesor de psicología y ciencias del cerebro en la Universidad de Washington en San Luis, revisó la evidencia que sugiere que las emociones negativas duran más que las felices.
Descubrió que tendemos a pasar más tiempo pensando en los eventos malos que en los buenos.
Lo que quizás ayude a explicar por qué los momentos embarazosos o los comentarios críticos pueden perseguirnos durante años.
Puede ser difícil no insistir en los comentarios hirientes de un amante, un familiar o un amigo.
«Creo que los comentarios negativos de las personas que amamos y en las que confiamos tienen más impacto que los de extraños», dice Baumeister.
Esto se debe en parte a que tenemos expectativas de cómo deben comportarse con nosotros nuestros amigos y familiares.
En algunos casos, los comentarios negativos de las personas que amamos pueden provocar heridas mentales duraderas y resentimiento que pueden hacer que las relaciones se rompan.
Investigadores de la Universidad de Kentucky, en Estados Unidos, encontraron que las relaciones rara vez se salvan cuando los individuos ignoran los problemas de la relación para permanecer «pasivamente leales».
«No son tanto las cosas buenas y constructivas que las parejas hacen o dejan de hacer el uno por el otro lo que determina si una relación funciona, sino las cosas destructivas que hacen o dejan de hacer en reacción a los problemas», dijeron.
Otro estudio, que siguió a parejas durante más de 10 años, mostró que la medida en que expresaron sentimientos negativos el uno hacia el otro en los primeros dos años de matrimonio predijo si se separarían.
Las parejas con niveles de negatividad más altos se divorciaban más.
El sesgo de negatividad explica por qué muchos de nosotros podemos ser culpables de dar por sentadas nuestras relaciones cuando van bien.
Pero notamos rápidamente las imperfecciones e incluso convertimos los problemas menores en problemas mayores.
El efecto de las redes sociales
Las críticas también se amplifican cuando llegan en grandes cantidades, lo que convierte a las redes sociales en amplificador potencial de la negatividad.
A pesar de tener el álbum más vendido de 2019, Billie Eilish le dijo a BBC Breakfast que evita mirar los comentarios.
«Me estaban arruinando la vida», dijo. «Cuanto más geniales son las cosas que puedes hacer, más personas te odian. Es una locura. Es mucho peor que nunca».
La estrella del pop Dua Lipa y la exintegrante de Girls Aloud, Nicola Roberts, son otras celebridades que han hablado sobre el impacto del troleo.
Baumeister advierte que no tenemos la capacidad de lidiar con la negatividad en las redes sociales, porque nuestro cerebro evolucionó para prestar atención a las advertencias de una comunidad cercana de cazadores-recolectores en lugar de cientos o miles de extraños.
«Entonces, escuchar cosas negativas de un gran número de personas tiene que ser devastador», dice.
Por supuesto, el impacto de ser trolleado online o criticado por un amigo varía de persona a persona.
El «sesgo de positividad»
Pero recibir, internalizar y reforzar cualquier comentario negativo puede aumentar el estrés, la ansiedad, la frustración y la preocupación, dice Lucia Macchia, científica del comportamiento y miembro visitante de la London School of Economics.
«Lidiar con estas emociones negativas tiene un gran impacto en nuestro cuerpo, ya que incluso pueden crear y exacerbar el dolor físico», agrega.
Decenas de estudios han demostrado que las personas tienden a mirar el lado positivo a medida que envejecen.
Los científicos se refieren a este efecto como el «sesgo de positividad» y creen que comenzamos a recordar detalles positivos más que información negativa a partir de la mediana edad.
Baumeister cree que esto se debe a que necesitamos aprender de los fracasos y las críticas en nuestra juventud, pero esa necesidad disminuye a medida que envejecemos.
Sin embargo, los comentarios negativos pueden ser dañinos a cualquier edad, especialmente en momentos en que somos particularmente impresionables o vulnerables.
«Cuando ya estás deprimido, es más difícil recuperarse, así que no es un buen momento para recibir comentarios negativos», dice Baumeister.
Un tema muy debatido es si las personas con ciertas personalidades son más propensas a la negatividad que otras, dice Macchia.
Pero un estudio reciente no encontró «pruebas consistentes» de una relación entre los rasgos de personalidad o la ideología política de una persona y el sesgo de negatividad.
Aprovechar sus beneficios
«Todos somos sensibles a los comentarios negativos en el sentido de que no hay rasgos de personalidad ‘más fuertes’. Hay que tener en cuenta que todo el mundo recibe comentarios negativos y eso puede ayudarnos a lidiar con ellos», añade.
Además, eso «podría ser una buena estrategia para proteger nuestra propia salud mental», dice.
«Otra estrategia útil podría ser considerar que los comentarios tienen más que ver con la persona que los hace que con la persona que los recibe».
Al reconocer el sesgo de negatividad, podemos anular las respuestas indeseables e incluso aprovechar sus beneficios.
Por ejemplo, Shelley Taylor, profesora de psicología social en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA), ha demostrado que las mujeres con cáncer de mama a veces forman creencias optimistas pero poco realistas para ayudarlas a sobrellevar la situación.
Estas «ilusiones positivas» están asociadas con beneficios para la salud mental y física, lo que sugiere que pueden ayudarnos a centrarnos en momentos de necesidad.
Minimización
El trabajo de Taylor también arrojó luz sobre una respuesta comúnmente utilizada frente a la negatividad, llamada minimización, que es nuestra capacidad para «reducir, minimizar e incluso borrar el impacto de ese evento».
Por ejemplo, los pacientes de cáncer del estudio de Taylor a veces se comparaban con mujeres que estaban peor que ellas, para que su problema pareciera más pequeño.
El paracaidista Felix Baumgartner, temerario profesional, puede que no sea alguien que podrías imaginar que necesitaría usar técnicas de minimización para enfrentar sus miedos.
Pero Michael Gervais, un psicólogo que trabaja con atletas olímpicos, las usó para ayudar a Baumgartner a lograr su objetivo de convertirse en el primer paracaidista en romper la barrera del sonido.
Según las entrevistas que concedió, Baumgartner tenía miedo de quedar atrapado en su traje especialmente diseñado.
En lugar de verlo negativamente como una prisión potencial, Gervais le enseñó a visualizar cómo el traje podría convertirlo en un superhéroe, amplificando los beneficios y disminuyendo las desventajas.
Utilizando una combinación de técnicas de respiración y una forma de terapia cognitiva conductual, Baumgartner pudo desarrollar su resistencia en el traje, cumplir su objetivo y convertirse en «Fearless Felix».
Pocos de nosotros compartiremos las elevadas ambiciones de Baumgartner, pero todos podemos aprender de él.
Al anular lo negativo y acentuar lo positivo, podríamos tener más posibilidades de lograr nuestros sueños.