Mientras en Venezuela sigue el reclamo por el resultado electoral, hay una persona fuera del país a quien muchos miran: el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva.
Amigo de Hugo Chávez y con diálogo directo con Nicolás Maduro, para muchos analistas Lula es considerado clave en la crisis política de Venezuela.
Incluso, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, llamó este martes al mandatario para hablar sobre el tema.
El primer mensaje del presidente de Brasil -después de que el Consejo Nacional Electoral (CNE) diera por ganador a Nicolás Maduro- fue criticado por unos y valorado por otros, que lo entienden como un desafío diplomático.
«El presidente de Brasil debe hacer un delicado equilibrio entre exigir transparencia electoral y mantener un canal de comunicación directo con Maduro», le dice a BBC Mundo Mariano de Alba, investigador venezolano en Derecho Internacional de la Universidad de Georgetown.
El martes Lula describió como «normal» la situación en Venezuela tras las elecciones del domingo, pero agregó que el CNE debe «mostrar las actas electorales» para que Brasil pueda reconocer los resultados.
El organismo electoral venezolano declaró ganador a Maduro con un 51,2% de los votos frente a un 44,2% de su principal opositor Edmundo González Urrutia, con un 80% de los votos escrutados.
La oposición denunció fraude y dice que tiene más de un 70% de las actas de votación que muestran el triunfo arrollador de su candidato.
Por medio del excanciller y asesor especial del presidente en Asuntos Internacionales, Celso Amorim, Brasil mantiene el diálogo con Maduro y con González Urrutia, además de Estados Unidos y los principales líderes de la región.
«Estamos viendo dos movimientos simultáneos: por un lado, la diplomacia brasileña de la Cancillería y de Amorim (…), por otro, Lula está jugando a la diplomacia presidencial», escribió Thiago Amparo, profesor de Derecho Internacional y Derechos Humanos de la Fundación Getulio Vargas en «Folha de S.Paulo».
La primera llamada de Biden a un líder regional tras las elecciones del domingo fue a Lula, a quien le «agradeció su liderazgo sobre el asunto Venezuela», según informó la Casa Blanca en un comunicado.
«Coincidimos [con el presidente de Brasil] en la necesidad de que las autoridades electorales venezolanas publiquen inmediatamente los registros completos, transparentes y detallados sobre la elección», dijo Biden.
El rol de Lula como mediador -restringido a las presiones de los sectores más radicales de su propio partido- es un intento de una parte de la comunidad internacional por tender puentes de diálogo entre el gobierno y la oposición.
“El presidente Lula puede ayudar mucho, al igual que otros presidentes de América Latina», dijo María Corina Machado, líder de la oposición venezolana, en una entrevista con el diario brasileño «O Globo» antes de las elecciones.
«Lula tiene comunicación directa con Nicolás Maduro, algo que otros presidentes no tienen. Creo que este debe ser el momento en que Maduro comprenda que una transición negociada les conviene a todos, incluso a él”, expresó Machado.
Otra muestra de la influencia de Lula es que Brasil ha asumido la custodia de las embajadas de Perú y Argentina en Caracas, donde permanecen bajo protección seis opositores venezolanos que pidieron asilo allí.
Venezuela expulsó al personal diplomático de ambos países este martes por las críticas de estos a Maduro y por considerar a González Urrutia como el ganador.
Para entender por qué la región mira a Brasil sirve mirar la simpatía política de Lula con el chavismo, su historial democrático y su posible capacidad de influencia.
Afinidad ideológica
Lula siempre fue un gran amigo y aliado de Hugo Chávez.
El acercamiento entre el líder del Partido de los Trabajadores (PT) y el fundador del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) empezó mucho antes de que Chávez llegará al Palacio de Miraflores en 1999.
«Conocí a Chávez en el tiempo del Foro de São Paulo», recordó el expresidente de Brasil en un video publicado por el Instituto Lula, en 2013, a los pocos días de la muerte de Chávez a quien definió como un «hombre 80% corazón».
El de Sao Paulo es un foro de partidos y grupos políticos de izquierda de América fundado en 1990 por Lula y Fidel Castro.
En 1998 Chávez ganó las elecciones en Venezuela y coincidió luego con Lula, que presidió Brasil en su primera etapa de 2003 a 2011.
Ambos lideraron la llamada «marea rosa» con la que se definió el triunfo en varios países de América Latina de partidos de izquierda agrupados en el Foro de Sao Paulo.
Y esa cercanía con Chávez y el chavismo, del que Maduro es su heredero, es clave en este momento.
«La fortaleza de Brasil en su papel de mediador es que Lula mantiene canales de comunicación abiertos con Maduro», dice el analista venezolano Mariano de Alba.
De Alba habla de un equilibrio que queda de manifiesto en que Lula le exige a Maduro y el CNE la publicación de las actas en su conversación con Biden, pero a la vez su partido, el PT, mantiene su apoyo a Maduro, algo que agradeció el ministro de Asuntos Exteriores venezolano, Yván Gil.
Y eso le valió críticas a Lula al interior de Brasil.
«El rol del presidente es bastante desacertado. Perdió varias oportunidades de posicionarse en contra del fraude electoral, que es cada vez más claro en Venezuela», le dice a BBC Mundo Eduardo Mello, coordinador del programa de Relaciones Internacionales de la Fundación Getulio Vargas de São Paulo.
Lula quedó atrapado en un juego de pinzas que pone en riesgo su propia legitimidad en su país.
«El problema que enfrenta Lula en Brasil no es en términos institucionales sino más bien al interior del PT. Dentro de su propio espacio político, en la izquierda brasileña, existen sectores que no abrazan totalmente las normas democráticas», dice Mello.
Por lo tanto, para los analistas, la identidad política de izquierda, que hace de Lula un actor confiable para Maduro, es la misma que puede llegar a limitarlo en su capacidad negociadora, entendiendo que también necesita representar los reclamos de la oposición.
Reglas democráticas
Lula da Silva es un político que sabe de derrotas.
El antiguo dirigente sindical perdió tres veces las elecciones presidenciales de Brasil antes de ser electo en 2003. Además, su candidatura quedó inhabilitada en 2017, lo que contribuyó a que su partido perdiera ante Jair Bolsonaro.
Lula consiguió volver al Palacio de Planalto recién en 2023, después de siete años, gracias a un amplio y heterogéneo acuerdo electoral que necesitó incluir a su histórico adversario, Geraldo Alckmin, el actual vicepresidente de Brasil.
Por el contrario, el chavismo -después de llegar a Miraflores en 1999 por medio de un proceso electoral democrático, tras un fallido intento de golpe de Estado en 1992- nunca en 25 años se ha movido del poder.
Para los analistas, el respeto de Lula a las reglas de la democracia lo convierte en un actor confiable entre los distintos países del continente, en especial, con Estados Unidos, y sobre todo entre los principales líderes de la oposición a Maduro.
«Lula es un interlocutor respetado por los mismos países que Maduro enfrenta», dice Mariano de Alba.
Para Mello, el presidente Lula «defendió las normas democráticas en Brasil durante su campaña para el tercer mandato» de 2023, pero no hay garantías que vaya a hacer lo mismo en el caso de «los regímenes autocráticos que son de izquierda».
Aunque el gobierno de Brasil está integrado por una diversidad de sectores, para Mello, la preocupación acerca del alcance y las limitaciones de Lula sobre el manejo de la crisis política en Venezuela se explica en su base electoral.
«Hay sectores significativos y políticamente importantes que no consideran que las autocracias de izquierda deban ser condenadas», dice el investigador de la Fundación Getulio Vargas.
Es por eso que la tarea que tiene por delante Lula no es sencilla.
«El problema de que la ideología política esté por encima de la democracia divide la base política del presidente y lo expone a las críticas de la extrema izquierda de su base», dice Mello.
«Eso es un problema para Lula y un problema, en general, para todos los líderes de izquierda de América Latina».
Por otro lado, Lula también recibe críticas de aquellos que le exigen más contundencia con Maduro.
Capacidad de influencia
Es incierto saber cómo es la relación actual entre Maduro y Lula y qué capacidad de influencia tiene en Miraflores.
El Tribunal Superior Electoral de Brasil decidió cancelar casi a última el envío de observadores a las elecciones del domingo después de que Maduro cuestionara la fiabilidad del sistema de votación brasileño.
El TSE brasileño había aceptado previamente la invitación del Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela para participar en la elecciones
La crítica de Maduro llegó después de que Lula interpelara al mandatario venezolano.
«Maduro necesita aprender que cuando ganas, te quedas. Cuando pierdes, te vas», dijo Lula antes de las elecciones.
“Si Maduro quiere contribuir a resolver el retorno del crecimiento en Venezuela, el retorno de la gente que se fue de Venezuela y establecer un estado de crecimiento económico, tiene que respetar el proceso democrático», reiteró el mandatario brasileño.
Para Mariano de Alba, analista de la Universidad de Georgetown, la debilidad del gobierno de Lula está en que sabe que «su capacidad de influencia con el chavismo no es infinita y ve como probable que Maduro prefiera cerrar los canales de comunicación».
La prioridad de Lula es mantener cierta estabilidad en el vínculo con Maduro pero sin perder la firmeza en sus reclamos democráticos.
«Eso puede llevar a que adopte una posición excesivamente cautelosa o irrealista sobre cómo resolver la crisis», advierte el analista venezolano.
Lula parece estar trabajando de manera coordinada con sus homólogos de Colombia, Gustavo Petro, y de México, Andrés Manuel López Obrador.
Los tres son de izquierda, cercanos a Maduro, y por lo tanto, su posición es vista como clave en el ajedrez internacional de la nueva crisis venezolana.