Puede sonar extraño que la mayor economía del mundo se está autoinfligiendo una desaceleración económica, ¿no?
Eso que parece ser un contrasentido tiene que ver con la política monetaria imperante no solo en Estados Unidos, sino también en gran parte del mundo: la subida de tasas de interés para controlar la inflación.
La Reserva Federal de Estados Unidos (la Fed) -equivalente al banco central de otros países- se ha embarcado en una histórica subida de tasas de interés con el objetivo de bajar una espiral inflacionaria que en junio llegó a 9,1%, la más alta en 40 años en ese país, y que actualmente está en 8,3%.
La apuesta es la siguiente: si sube el costo del crédito, hay menos demanda por comprar productos y los precios comienzan a bajar.
Baja la inflación, pero el problema es que también baja el crecimiento, y por eso se dice que es una desaceleración autoinflingida.
El gran riesgo es que, si el crecimiento baja demasiado, puede transformarse en una recesión, argumentan los expertos.
Un «peligro real» de recesión
El debate actual en Estados Unidos gira en torno al dilema de hasta dónde subir las tasas de interés sin ir demasiado lejos.
A final de cuentas, si el precio a pagar por una inflación controlada es la recesión económica, el panorama para este año y el próximo no luce muy prometedor en EE UU y el resto de los países que también están subiendo el costo del crédito a una velocidad que no había ocurrido en décadas.
Hay un «peligro real» de contracción económica mundial para 2023, dijo este lunes el presidente del Banco Mundial, David Malpass, advirtiendo que la fortaleza del dólar está debilitando las monedas de las naciones en desarrollo.
Ello aumenta sus deudas a niveles «onerosos», dijo en un evento que dio inicio a las reuniones anuales del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) en Washington esta semana.
El FMI calcula que alrededor de un tercio de la economía mundial va a sufrir dos trimestres seguidos de contracción este año y en 2023, y que el nivel de producción perdida para 2026 alcanzará los US$4 billones.
Sin embargo, la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, planteó que las autoridades no pueden dejar que la inflación se convierta en «un tren sin frenos».
Ambos organismos argumentan que existen mayores riesgos de una recesión global, a medida que una inflación más veloz lleva a los bancos centrales a subir sus tasas de interés, lo que impacta sobre el crecimiento.
Esa alerta se produce cuando la Fed, el Banco Central Europeo y la mayoría de sus pares han dado señales de que seguirán subiendo el costo de los préstamos en las próximas semanas y meses.
Una encrucijada global
El historiador económico Adam Tooze, director del Instituto Europeo de la Universidad de Columbia, explica que en cuanto la Fed aplica medidas y el dólar se fortalece, otros países también aumentan sus tasas de interés o enfrentan una devaluación aguda, que aviva aún más la inflación.
La diferencia de lo que está ocurriendo ahora con experiencias anteriores, dice, es que ese patrón nunca había sido replicado por tantos países al mismo tiempo.
«Estamos en el centro de la política fiscal contractiva más extensa que el mundo haya visto», argumenta el economista.
«Hay momentos en los que descubres que vives un periodo histórico. Este es uno de esos momentos».
¿Lograremos que baje la inflación? Es muy probable, dice Tooze.
Pero, agrega, también podríamos caer en el riesgo de una recesión global que, en el peor de los casos, afectaría el mercado inmobiliario, llevaría a varias empresas y naciones a la quiebra, y dejaría a cientos de millones de personas en todo el mundo desempleadas y sumidas en una terrible aflicción.
No controlar la inflación sería «más doloroso»
«Nadie sabe si este proceso conducirá a una recesión o, de ser así, cuán significativa sería esa recesión», dijo el presidente de la Fed, Jerome Powell, tras anunciar el tercer aumento consecutivo de las tasas de interés (dejándola en un rango de 3%-3,25%) el 21 de septiembre.
«Es probable que las posibilidades de un aterrizaje suave disminuyan en la medida en que la política deba ser más restrictiva o restrictiva por más tiempo. No obstante, estamos comprometidos a que la inflación vuelva a bajar al 2%», expuso.
Esas declaraciones se suman a las advertencias que Powell ya había hecho a fines de agosto en el encuentro de banqueros centrales de Jackson Hole, en Wyoming, en relación a que el camino para bajar la inflación no sería fácil.
«Es probable que la reducción de la inflación requiera un período sostenido de crecimiento por debajo de la tendencia», dijo Powell, en un lenguaje críptico que analistas interpretaron como una señal de que el escenario recesivo no estaba descartado.
«Si bien las tasas de interés más altas, el crecimiento más lento y las condiciones del mercado laboral más blandas reducirán la inflación, también traerán algunos problemas a los hogares y las empresas», continuó.
«Estos son los costos desafortunados de reducir la inflación. Pero no restaurar la estabilidad de precios significaría mucho más dolor».
Pese a los temores de una posible recesión, la economía estadounidense sigue dando algunas señales misxtas: las empresas siguen contratando trabajadores, los salarios han subido, los consumidores siguen gastando y la manufactura se mantiene sólida, señalan expertos.
Es por eso que algunos análisis apuntan a que si EE UU cayera en recesión sería «como nunca antes» se ha visto en la historia del país.
Para muchos, esas señales mixtas se han vuelto como una especie de rompecabezas.
Los efectos de un dólar fuerte
Monedas fuertes como el euro o la libra esterlina se han depreciado frente al dólar, como también le está pasando a los países con menores ingresos, incluidos varios latinoamericanos, como Argentina, Colombia o Chile.
La fortaleza del dólar es una preocupación fuera de Estados Unidos.
Y es que cuando un banco central aumenta las tasas de interés, uno de los efectos que aprovecha para reducir la inflación es que se aprecia la moneda.
Tasas más altas en Estados Unidos han atraído a los grandes inversores en busca de mayor rentabilidad, lo que hace subir el tipo de cambio.
Así, un dólar más fuerte abarata las importaciones y reduce la inflación, pero deja a los demás países en una posición de desventaja.
Ante este escenario, los demás bancos centrales también suben sus propias tasas.
En América Latina, el costo del crédito en Argentina está en 69,5%; en Brasil, 13,75%; en Chile, 10,75%; en Colombia, 10%; México, 9,25%, y Perú, 7%.
Tasas tan altas ponen entre la espada y la pared a los deudores, sean estos individuos, empresas o países, pero aumentar el costo del crédito en la actual coyuntura internacional se ha convertido en la herramienta más utilizada por los bancos centrales para frenar la ola inflacionaria.
El gran riesgo para Estados Unidos y el resto del mundo, dicen los expertos, es que el control de la inflación deje como herencia una recesión cuyos efectos pueden prolongarse por años.
Eso está por verse.
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