Algunos ríos en el remoto estado de Alaska, en EE UU, se están “oxidando” y sus aguas están adquiriendo un desconcertante tono naranja, sin que los científicos tengan aún certeza del porqué.
Un grupo de investigadores de la Universidad de California Davis, en conjunto con científicos del Servicio Geológico de EE UU y del servicio estadounidense de Parques Nacionales, constató que al menos 70 ríos y arroyos de Alaska están sufriendo un fenómeno conocido como drenaje ácido de rocas.
Este proceso, que ocurre comúnmente en las minas pero que también se da de manera natural, tiene lugar cuando los metales que llevan guardados en la roca miles de años entran en contacto con moléculas de agua y comienzan un proceso de oxidación.
“Yo solía dar una clase de laboratorio enfocada en el drenaje ácido de rocas y drenaje ácido de minas en las Montañas Rocosas de Colorado y llevábamos a los estudiantes a las minas abandonadas”, cuenta el profesor de la UC Davis Brett Poulin, investigador principal del estudio que revela el fenómeno.
“En estos ríos de Alaska estamos viendo las mismas secuencias de cambios en la química del agua, pero con la diferencia de que están muy lejos de cualquier fuente minera”.
Un fenómeno nuevo
Cuando el biólogo del Servicio Meteorológico de EE UU, Mike Carey, volvió a Alaska en 2018 a continuar con sus investigaciones sobre los peces e insectos, se encontró con algo que nunca había visto antes.
“Todo estaba bien en 2017”, dice el investigador. “Estábamos recolectando peces, macroinvertebrados”.
“Pero cuando volvimos en 2018, todo el río, todo el tributario, se había vuelto color naranja. No podía encontrar peces en el arroyo y la comunidad de macroinvertebrados había sido diezmada”.
Al principio, los investigadores creyeron que era una anomalía: un evento único de ese año, y relacionado a factores pasajeros. Pero el fenómeno se ha seguido presentando y actualmente afecta a 75 ríos y sus tributarios en la cordillera de Brooks, que atraviesa el estado.
“Nuestra hipótesis de trabajo”, explica el profesor Poulin, “es que el derretimiento del suelo del permafrost -capas de suelo congeladas- está permitiendo que el agua se filtre de manera más profunda y que interactúe con minerales que han estado atrapados por miles de años”.
“Esos minerales están generando una reacción con el oxígeno en el agua”.
“Cuando esa agua entra al río, el PH se incrementa bastante y hace que se precipite la salida de metales. Y el que más se puede apreciar visualmente es el hierro, que es por lo que se ve como si los ríos se estuvieran oxidando”, explica el investigador.
Más datos
Para Taylor Eviunger, investigadora del equipo del profesor Poulin, estos cambios en la composición del agua generan un reto para todo el estado: “El ecosistema ártico en conjunto, tanto los ambientes acuáticos como la salud humana, están bajo riesgo por este cambio en la composición química del agua en la región”.
Asegura que las vertientes hídricas de la zona han visto un incremento exponencial de metales tóxicos como zinc, cobre, níquel y plomo: “Estos metales son tóxicos para los peces y esto puede tener un impacto negativo en la salud del ecosistema acuático, lo cual de paso deteriora la calidad del agua que es importante para las comunidades rurales locales que dependen del agua potable y la pesca sostenible”.
Actualmente, los investigadores están enfocados en tratar de entender las causas de la oxidación, especialmente para saber si se va a empezar a presentar en otros lugares, dice el biólogo del servicio de parques nacionales de EE UU Jon O’Donnell.
“El ártico se está calentando a un ritmo mucho más rápido que el resto del planeta”, dice O’Donnell, quien ha estado recolectando datos del fenómeno de oxidación en los ríos de Alaska desde que se empezó a constatar. “Creo que los estimados recientes dicen que se estaría calentando a cuatro veces la velocidad del resto del mundo”.
“Si el derretimiento del permafrost es el principal mecanismo que permite que esto ocurra, donde sea que haya lugares con este tipo de depósitos minerales existirá el potencial de que este drenaje de roca ácida logre alcanzar los arroyos y ríos”, asegura.
Dinamismo y esperanza
Para el investigador Brett Poulin, quien quedó impactado al darse cuenta de que el naranja de los ríos en Alaska ya se puede ver desde el espacio, su trabajo está apenas comenzando.
“Son más las cosas que no sabemos que las que sabemos en este momento, y mi esperanza es tener la oportunidad de dedicar años a responder esas preguntas clave: ¿cuáles son los impactos en los organismos acuáticos?, ¿qué pasa río abajo? y ¿cómo puede esto impactar procesos más grandes en el ártico?”.
Pese a todo, se muestra esperanzado.
“Lo que hemos observado hasta el momento es que, de un año a otro, los sistemas son dinámicos. Están cambiando. Así que en términos de cómo van a cambiar las cosas a largo plazo, no tenemos una respuesta, pero tengo confianza de que habrá algunos lugares en los que podrá haber una mejora”.
Por ahora, la investigación se enfocará en identificar los ríos más sensibles a este fenómeno y los lugares donde es más probable que ocurra.
“Con esas dos piezas de información podemos hacernos una idea del impacto que tendrá en la vida acuática” y por consiguiente en la población local.