Jamás se le cruzó por la cabeza que esa noche terminaría en la cárcel y mucho menos que pasaría ahí más de nueve meses.
«Yo nunca lo tomé como una celebración política. Yo tomé la bandera porque es la bandera de mi nación y salí a la calle», dice a BBC Mundo Ramírez desde Ciudad de Guatemala, adonde llegó el 5 de septiembre tras un acuerdo de Nicaragua con Guatemala y Estados Unidos que permitió la excarcelación de 135 presos.
Ramírez, de 35 años, estaba consciente, sin embargo, de que la bandera tenía el escudo invertido, considerada una señal de protesta contra el gobierno de Daniel Ortega, y llevaba una leyenda que decía: “No más dictadura”.
De acuerdo a la acusación, fue detenido por «robo agravado y portación Ilegal de armas».
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La liberación de Ramírez y el resto de presos fue por razones humanitarias y se logró tras una mediación de Estados Unidos. Según el Mecanismo para el Reconocimiento de Personas Presas Políticas en Nicaragua aún quedan 36 presos políticos.
Este martes, cinco días después del destierro, la Corte Suprema de Justicia de Nicaragua, cercana al gobierno de Ortega, informó a través de un comunicado que despojaba de la nacionalidad a los 135 presos políticos enviados a Guatemala y además confiscaba sus bienes.
El comunicado asegura que los «condenados por hechos delictivos» promovieron «la violencia, el odio, terrorismo y desestabilización económica» y que el decomiso de todos sus bienes es para que respondan por «los severos daños materiales e inmateriales».
El 18 de noviembre de 2023 cuando se realizó el certamen de Miss Universo, Ramírez había salido a celebrar el cumpleaños número tres de su hijo.
Cuando regresó a casa y se enteró del triunfo de Sheynnis Palacios en el certamen de belleza tomó la bandera que tenía guardada desde 2018, año que participó en las protestas en contra del gobierno de Ortega, y salió en su motocicleta.
La bandera, dice, la llevaba enrollada en su mano.
“Yo no sabía que había presos políticos. La desinformación en Nicaragua es increíble. Solamente sabía de algunas personas, pero no sabía que había tantos presos políticos”, asegura.
Ramírez había decidido años antes no participar más en manifestaciones y «guardar silencio» por temor a que le hicieran algo a él y a su familia.
El delito de manifestarse
A pesar de que en Nicaragua desde septiembre de 2018 el gobierno prohibió las manifestaciones y las considera un delito, en noviembre pasado los ciudadanos salieron a las calles a celebrar el triunfo de la nicaragüense en el certamen de belleza.
Era la primera vez en años que se veía a multitudes con banderas azul y blanco por las calles del país. Hubo celebraciones en ciudades como Managua, Diriamba, Jinotega. Varias personas terminaron en la cárcel.
Esa noche, Ramírez cuenta que estuvo aproximadamente media hora en una celebración en Managua cuando un hombre se le acercó a preguntarle qué decía su bandera y al ver la leyenda y el escudo invertido lo retuvo. Luego comenzaron a rodearlo más personas.
El triunfo de Palacios como Miss Universo se ha convertido en un tema controversial y hasta político en Nicaragua.
Tras su victoria, Ortega desterró a la dueña de la franquicia de Miss Nicaragua, Karen Celeberrti, y la acusó de “conspiración y traición a la patria”.
En mayo pasado la dueña de la organización Miss Universo, Anne Jakrajutatip, afirmó a través de Instagram que Palacios vivía un “exilio indefinido”.
Sin embargo, luego la nicaragüense dijo que no era así.
«Quiero informarte que no estoy exiliada, quiero informarles a todos los medios acá que no estoy exiliada. Las puertas de mi país están abiertas para ir a celebrar con todos los nicaragüenses», afirmó.
Sheynnis Palacios, sin embargo, es la única Miss Universo que no ha regresado a su país a celebrar la corona en los últimos 20 años, según un recuento publicado por el diario La Prensa.
Aunque en diversas ocasiones ha asegurado que volverá al país, le quedan únicamente dos meses para que finalice su reinado.
«Yo sentí: ‘Esto acabó aquí, me van a matar'»
Ramírez estuvo preso por más de nueve meses, desde el 18 de noviembre de 2023 hasta el pasado 5 de septiembre. “Estuve preso por celebrar el triunfo de la Miss Universo”, asegura.
“Me tomaron fotos, me quitaron mi cédula, me empezaron a decir: ‘Nosotros somos del Frente (Sandinista, del que forma parte Ortega)’. Me quitaron las llaves de mi moto, empezaron un interrogatorio», recuerda Ramírez sobre el día que lo detuvieron.
Luego lo llevaron al distrito policial donde un oficial le dijo: “¿Sabés qué? Sos digno de que te peguen un balazo y que esto se acabe. Por tu culpa el país está así”.
Tras la amenaza de muerte, Ramírez sintió miedo.
“Fue la hora que yo sentí: ‘Esto acabó aquí, me van a matar, van a tirar mi cuerpo y decir que fue un asesinato, un robo, un asalto’. Esto fue lo que pensé y empecé a pedir perdón al señor, sentí mucho temor por mi vida en ese momento”.
Los motivos por los que terminaron presos algunos de los 135 encarcelados son diversos.
Al periodista Víctor Ticay, por ejemplo, lo encerraron por transmitir una procesión religiosa a través de Facebook; a Óscar Parrilla y Kevin Laguna por intentar dibujar un mural en honor a la Miss Universo en la ciudad de Estelí, a unos 150 kilómetros al norte de la capital del país centroamericano; a Anielka García por hacer unas camisas en honor a la crisis de 2018; y Olesia Muñoz ni siquiera sabe bien por qué la llegaron a sacar de su casa.
En la cárcel por un comentario en redes
Es la segunda vez que Olesia Muñoz se convertía en presa política. La primera vez fue en 2018, cuando estuvo diez meses en prisión. En esa ocasión, la acusaron de terrorismo, crimen organizado, portación ilegal de armas.
Esta vez la encarcelaron en abril de 2023, estuvo 17 meses en la cárcel: la acusaban de “ciberdelito”.
Muñoz supo después de que se la llevaran de su casa que la acusaban de haber comentado en una supuesta publicación en redes sociales donde un obispo hacía una crítica al gobierno.
La publicación, sin embargo, dice ella, nunca existió: era fabricada. Además, afirma, “yo ni redes tengo” y dice que debido a la persecución en contra de los sacerdotes por parte del gobierno, ella “por prudencia” había tratado de retirarse un poco.
Las condiciones que vivieron los presos políticos en las cárceles en Nicaragua ha sido denunciada desde Guatemala, donde se encuentran.
Jared Ramírez asegura que él sufrió maltrato físico y psicológico. Cuando recién lo detuvieron, cuenta que un oficial le dio dos golpes en la parte trasera de la cabeza.
“Nos decían: ‘De aquí no van salir’. Teníamos menos derecho que cualquier preso común. Teníamos solamente una visita al mes, durante 30- 40 minutos. Teníamos patio y sol 10-15 minutos al día. Pasábamos todo el tiempo encerrados, un calor asfixiante”.
Olesia Muñoz asegura que estaba “prácticamente en una jaula: hierro en el techo, hierro a los lados y el calor era insoportable. Yo pasaba encerrada todo el día”.
Volver a empezar
El gobierno de Guatemala acogió la pasada semana a los que considera como «presos políticos».
«Una vez en Guatemala, a estas personas se les ofrecerá la oportunidad de solicitar formas legales de reconstruir sus vidas en Estados Unidos u otros países”, dijo el asesor de Seguridad Nacional del gobierno de Joe Biden, Jake Sullivan.
Este es el segundo grupo de presos políticos que son desterrados de Nicaragua en los últimos dos años. El primero fue el 9 de febrero de 2023, cuando un grupo de 222 fueron enviados en avión a Washington.
«Mi prioridad es que este proceso termine lo más pronto para poder asentarme económicamente y traer a mi esposa o que las organizaciones me ayuden a poder reencontrarme con mi familia. Un reencuentro y volver a empezar de nuevo. Este es un nuevo inicio”, dice Ramírez, que le gustaría poder darle un “mejor futuro” a su hijo en Estados Unidos.
«Realmente lo más doloroso fue dejar mi patria. Yo amo a mi nación, yo sé la situación que está pasando Nicaragua. Me tocó dejar iglesias, familias, una vida consagrada a Dios”, asegura.
Pero algún día está convencido de que podrá volver a Nicaragua. “Sin ningún miedo, sin ningún temor para poder estar con aquellas personas que dejé”.
Antes del 5 de septiembre Ramírez nunca se había subido a un avión.
Su primera vez fue para ser desterrado.
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