El último ensayo nuclear de Corea del Norte el pasado domingo volvió a disparar las alarmas en Washington D.C. y en los países vecinos de la nación asiática.
Después de la detonación de lo que los medios oficiales de Pyongyang presentaron como una bomba de hidrógeno en el área de ensayos nucleares de Punggye-ri, el presidente estadounidense Donald Trump convocó a sus asesores militares para ser informado de las opciones disponibles.
A la reunión siguió un anuncio del secretario de Defensa, James Mattis, advirtiendo de »una respuesta militar masiva» si Kim Jong-un se atreve a atacar a Estados Unidos o a sus aliados en la región.
Pero no es la primera vez en las últimas semanas que EE.UU. amenaza a Corea del Norte con acciones militares que, finalmente, no se materializaron.
Son muchos los analistas que subrayan los peligros de una intervención militar contra Pyongyang y de los devastadores efectos que podría tener su respuesta.
Así que el camino que parece abrirse paso, al menos de momento, es el de la presión política y diplomática.
Estas son las opciones probables sin recurrir al uso de la fuerza.
1. Endurecimiento de las sanciones
Estados Unidos promueve en la ONU una nueva ronda de sanciones contra Corea del Norte.
Como suele suceder siempre que Corea del Norte lleve a cabo alguno de sus ensayos nucleares, contraviniendo así las resoluciones de Naciones Unidas, el Consejo de Seguridad se reunió de urgencia para abordar una respuesta.
La representante de Estados Unidos, Nikki Haley, urgió a los estados del Consejo de Seguridad a adoptar «las medidas más fuertes posibles».
La diplomacia estadounidense presentará un nuevo borrador de resolución que incluirá, previsiblemente, una nueva ronda de sanciones contra Pyongyang.
La pregunta es si más represalias serán efectivas.
La ONU ya adoptó siete tandas anteriores de sanciones, a las que hay que sumar las impuestas a su vez por Estados Unidos o la Unión Europea y sus estados miembros, y ninguna sirvió para que Kim Jong-un renuncie a su programa de desarrollo nuclear.
Incluso después de que China, su histórico gran valedor, cambiara su política en 2006 y empezara a votar a favor de las sanciones en el Consejo de Seguridad, Corea del Norte se ha mostrado muy resiliente.
Pese a la opacidad oficial, las informaciones disponibles indican que la economía del país está creciendo gracias a las medidas liberalizadoras puestas en marcha por Kim Jong-un desde que asumió el poder en 2011.
Sin embargo, se revelen eficaces o no, Estados Unidos quiere castigos adicionales.»Se trata de agotar todos los medios diplomáticos antes de que sea demasiado tarde», según Haley.
Aún cuando no existe constancia de su verdadero impacto.
A la espera de conocer el resultado de las negociaciones en la ONU, tanto Rusia como China repitieron sus condenas a los ejercicios de Pyongyang pero pusieron el énfasis en evitar una escalada bélica en la región.
Los representantes de ambas potencias mostraron un tono diferente al de Estados Unidos.
El embajador chino ante la ONU, Liu Jieyi, recordó que su país, «nunca permitirá el caos y la guerra en la península» y reiteró que las negociaciones diplomáticas son la única vía para resolver la crisis.
En la misma línea, Rusia manifestó la necesidad de «mantener la cabeza fría» y no caer en reacciones precipitadas. El presidente Putin conversó por teléfono con el líder de Corea del Sur, Mun Jae-in, e insistió en la apuesta por el diálogo para rebajar la tensión.
Tanto China como Rusia ven el arsenal nuclear de Pyongyang y la presencia militar estadounidense en la región del mar de China con idéntico recelo.
2. Embargo comercial
China es el principal socio comercial de Corea del Norte.
Tras el último desafío de Kim Jong-un, el presidente Trump recurrió a su altavoz habitual en Twitter para introducir un nuevo elemento en sus admoniciones al régimen de Pyongyang.
«Estados Unidos está considerando, entre todas las opciones, interrumpir todo comercio con los países que hagan negocios con Corea del Norte», afirmó.
Hasta ahora las amenazas y reprimendas de Washington se habían limitado a Corea del Norte y a China, a quien acusa de no actuar con la suficiente dureza.
Ahora apunta también a sus socios comerciales.
Pero llevar a la práctica una medida como la anunciada por Trump tendría también consecuencias para Estados Unidos.
En la lista de quienes intercambian bienes y servicios con Corea del Norte se incluyen algunos de sus aliados estratégicos, como Alemania o Francia, y países con un enorme peso en la balanza comercial de EE.UU., como China o México.
Los expertos creen que la economía estadounidense acabaría pagando las consecuencias de dar tal paso.
Karishma Vaswani, corresponsal económica de la BBC en Asia, estima que podrían perderse cerca de un millón de puestos de trabajo en EE.UU.
Vaswani se basa en las cifras que maneja el representante para el comercio de la oficina presidencial.
Más aún, la analista prevé que si Trump intentara llevar su tuit a la práctica, se encontraría con el bloqueo del Congreso.
Hablar de los socios comerciales de Corea del Norte es hablar sobre todo de China, que según el Foro Económico Mundial aporta hasta el 85% de lo que importa Corea del Norte y adquiere hasta el 83% de lo que exporta.
El norte colapsaría si este flujo comercial se detuviera.
En las últimas semanas, las autoridades chinas se pusieron más rigurosas en la aplicación de las sanciones y prohibieron la entrada en el país de carbón norcoreano.
Pero, de acuerdo con Stephen McDonell, corresponsal de la BBC en Pekín, es mucho más lo que podría hacer.
«La mayoría de observadores saben que, si realmente quisiera, podría paralizar la economía de Corea del Norte e interrumpir el suministro de gas y petróleo», señala McDonell.
Por otra parte, se cree que el régimen de Pyongyang utiliza los bancos chinos para blanquear grandes capitales.
Estas entidades son además la vía que utilizan los emigrantes norcoreanos para enviar divisas a su país.
Pero si Corea del Norte depende de la pujanza económica china, también lo hace Estados Unidos.
Pekín es también su principal socio comercial y la interrupción de sus transacciones tendría efectos dañinos en ambas economías.
Solo en 2016, EE.UU. importó bienes y servicios chinos por valor de US$450.000 millones, cuatro veces más de lo que exportó, una cifra que ilustra un fuerte desequilibrio.
Además, China es financiador principal de la economía estadounidense y uno de los mayores tenedores de títulos de su deuda pública.
No en vano, la que fuera rival demócrata de Trump en la carrera hacia la Casa Blanca, Hillary Clinton, señalaba en 2009 la dificultad para cualquier administración de ser firme frente a Pekín.
«¿Cómo negocias con mano dura frente a tu banquero?, se preguntaba.
3. Acuerdo entre Estados Unidos y China
China ve con la misma preocupación la presencia militar estadounidense y los ensayos nucleares de Pyongyang.
Un acuerdo entre estas dos superpotencias para la reunificación de la península de Corea parece la única opción que llevaría a un arreglo definitivo.
Pero de momento parece muy lejano.
Aunque el presidente Xi Jimping tiene motivos para estar perdiendo la paciencia con su vecino meridional, todavía son poderosas las razones por las que evita ejercer toda la presión posible.
Mientras Estados Unidos siga teniendo la apabullante presencia militar que mantiene en la zona y actuando de facto como ejército de Corea del Sur y Japón, Pekín tendrá interés en que la díscola Corea del Norte actúe como estado-tapón y freno de seguridad.
McDonell explica que esa es la razón por la que Xi Jimping se resigna cada vez que las pruebas de Kim Jong-un empañan algún acontecimiento prioritario para la diplomacia china.
Si ya el pasado marzo un nuevo tipo de cohete lanzado con éxito por los ingenieros de Kim Jong-un se coló en la agenda de la reunión de Xi con el secretario de Estado norteamericano, Rex Tillerson, en Pekín, el ensayo de Punggye-Ri del domingo se produjo apenas horas antes de que el presidente chino pronunciara su discurso de anfitrión en la cumbre del bloque de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que acoge su país.
Pese a tanto, desplante, Pekín sigue eludiendo los pasos que le reclama Trump.
Y según el análisis de McDonell, lo seguirá haciendo a menos que alcance un acuerdo con EE.UU. para reunificar las dos coreas que llevaría a la retirada de los numerosos efectivos del Pentágono estacionados a las puertas del gigante asiático.
4. No hacer nada
A veces, no hacer nada también es una opción.
Cuando no se pueden mejorar las cosas, quizá lo más sensato sea, simplemente, intentar no empeorarlas.
O como dijo el economista estadounidense Joseph Alois Schumpeter, »una forma de afrontar un problema, y no la peor, es ignorándolo».
El Consejo de Seguridad se reunió en su enésimo intento de evitar que Corea del Norte se ingrese en el club de potencias con capacidad para desarrollar misiles balísticos intercontinentales, ICBM por sus siglas en inglés, con carga nuclear.
Pero hay indicios de que quizá ya sea demasiado tarde y Corea del Norte cuente con la tecnología para devastar objetivos muy alejados de su territorio, incluso en territorio estadounidense.
«Si Corea del Norte no probó una bomba de hidrógeno, como dijeron que hicieron esta vez, lo harán muy pronto», vaticinó al Washington Post la exanalista de la CIA Sue Mi Terry.
Cabe dudar que vaya a lograrse un consenso en la ONU que vaya más allá de la condena al último ensayo de Pyongyang. Y que si se logra vaya a provocar algún cambio en su política.
Dado que siete rondas de sanciones no han bastado para que Kim Jong-un desista de su apuesta atómica y que a cada declaración de Estados Unidos responde con un nuevo ensayo, otra opción posible, aunque a Washington le cueste admitirlo, es confiar en que en Pyongyang se aplaquen los ánimos.
El régimen norcoreano celebra el próximo sábado el aniversario de su fundación y el próximo 10 de octubre el de la creación del Partido de los Trabajadores de Corea, el partido único.
Queda la esperanza para los estrategas occidentales de que superadas esas fechas señaladas, Kim Jong-un abandone o al menos rebaje su reciente belicosidad.
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