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La nueva fuerza política que puede definir la segunda vuelta en Chile

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Mientras los otros candidatos se reunieron en lujosos hoteles de Santiago de Chile tras las elecciones del domingo, el Frente Amplio, la tercera fuerza, se instaló en plena calle de un barrio de clase media.

La iluminación era insuficiente. No había comida para los invitados ni salón de prensa. Los asistentes no solo eran militantes y periodistas: había estudiantes, parejas de homosexuales, niños.

El contraste con los partidos tradicionales está en la esencia del Frente Amplio. Su acto del domingo lo reflejaba.

Chile volverá a votar el 17 de diciembre para elegir un presidente: se enfrentarán en segunda vuelta el exmandatario y empresario Sebastián Piñera y el expresentador de televisión Alejandro Guillier.

Pero, aparte de que Piñera obtuvo cerca del 37% de los votos en lugar de 44% que esperaba, la sorpresa y protagonista de la noche fue Beatriz Sánchez, la candidata del Frente Amplio.

No estará en segunda vuelta, pero su respaldo electoral le dará un poder de negociación que puede ser clave en la manera en que se decida el próximo presidente de Chile.

«Vamos a ir a una conversación», aseguró Sánchez en un emotivo discurso. Ella ha dicho que no pedirá a su gente votar por Guillier.

Pero ahora el escenario cambió, porque tiene suficiente capital para lograr importantes concesiones en materia de su programa, que, entre otras, busca cambiar la Constitución heredada del gobierno militar de Augusto Pinochet.

El mensaje de Guillier tras los comicios fue en ese sentido: «Necesitamos construir una unidad profunda de todos los chilenos».

Pero cuando Sánchez convocaba a la conversación algunos de sus simpatizantes hacían gestos y ruidos de escepticismo.

Dentro del Frente Amplio, que está conformado por 11 asociaciones, muchos ven como una traición negociar con un representante de la política tradicional como Guillier.

El movimiento, que se consumó en las protestas estudiantiles de 2011 y tiene su mayor fanaticada entre los jóvenes, se ve a sí mismo como una alternativa a la política binominal que gobernó a Chile por los últimos 19 años.

En el seno de su nacimiento está su mayor obstáculo: no poder negociar con las principales fuerzas políticas del país.

Los obstáculos

Pero esa es solo una de varias otras limitaciones.

«Sus integrantes son todos de izquierda, pero no son todos iguales; y su voto no es popular, sino el del estudiante, del ilustrado», le dice a BBC Mundo José Cabezas, politólogo de la Universidad Diego Portales, en Santiago.

En 2010, cuando ganó Piñera, el joven político Marco Enríquez-Ominami obtuvo un también sorpresivo 20% y se proyectó como una renovación de la Concertación que gobernó al país desde 1990.

El dirigente no negoció con el candidato democratacristiano que competía en la segunda vuelta, Eduardo Frei, y ganó Piñera.

MEO, como le conocen en Chile, no terminó de despegar e incluso fue candidato el domingo y obtuvo un 5%.

Cabezas cree que Beatriz Sánchez tendrá que ser hábil en su relación con la política tradicional, que sigue siendo mayoritaria, si no quiere desinflarse.

Origen estudiantil

Bea, como le dicen acá, nació en la ciudad costera de Viña del Mar en 1970. Fue una prominente periodista de radio y televisión hasta que entró en política para ser la cara del Frente Amplio.

En 2006 y 2011 Chile vivió intensas protestas estudiantiles.

Millones de estudiantes protestaron durante meses en contra de un sistema educativo que consideraban excluyente, en el que había que pagar miles de dólares para estudiar y el Estado brindaba un apoyo muy limitado.

Las protestas tuvieron dos efectos principales.

Por un lado la siguiente presidenta, Michelle Bachelet, puso como prioridad de su gobierno una profunda reforma para dar educación gratuita a millones de chilenos en escuelas y universidades.

La victoria de este domingo se puede ver como un apoyo a esas cuestionadas reformas, que incluyen otras de carácter político, tributario y de derechos de homosexuales y mujeres.

Por otro lado, el movimiento estudiantil se tradujo en la emergencia de movimientos que desde enero de 2017 se aglomeran bajo la coalición del Frente Amplio.

Candidatos de dichos partidos obtuvieron tres escaños en la Cámara de Diputados hace cuatro años y en 2016 ganaron la alcaldía de Valparaíso, sede del puerto más importante del país, con un candidato de 31 años, Jorge Sharp.

Pero después de esas pequeñas victorias el movimiento pareció apagarse, luego de que quedaron en evidencia las fuertes disputas entre sus dirigentes y que en las primarias obtuvo una pobre participación.

Ahora, la esperanza volvió, en parte porque tendrán entre 15 y 20 diputados y al menos una silla en el Senado, una cámara que no permite congresistas menores de 35 años.

«Llegamos para quedarnos»

Entre los enormes edificios de clase media, con gente curioseando desde las ventanas, los militantes del Frente Amplio celebraban y decían una y otra vez: «Llegamos para quedarnos», «nadie daba un peso por nosotros «.

Javiera Cabello, joven directora del Movimiento Autonomista, le dijo a BBC Mundo que «estamos haciéndole sentido a la gente, les estamos llegando a la gente que nunca votó en este país».

«Por eso no vamos a tranzar, porque nosotros ya tenemos nuestro programa y somos una fuerza que irrumpe en el escenario político», aseguró, sentada en un andén, con un bandera en la mano.

También en el mitin de Sánchez estaba Jorge Pardo, un técnico y ahora estudiante de periodismo de 49 años que ve «esta victoria como un despertar de la gente que se cansó de votar por el mal menor».

«Y aunque suene paradójico, porque ahora apoyaremos a Guillier para que no gane Piñera, ahora tenemos la esperanza de golpear la mesa, de negociar con fuerza para que se acaben las AFP (fondo de pensiones privado) y se llame a la Constituyente», concluyó.

Mientras tanto, Beatriz Sánchez empezaba un discurso festivo, como si se celebrara una victoria, al son de «Piñera, escucha, ándate a la chucha» y «te amo, Bea».

«Mañana mismo quiero una explicación de estos tipos que se sienten dueños de Chile», dijo la dirigente.

«¿Cómo puede ser que íbamos a sacar un 8 si sacamos 20%?», se preguntó la candidata, en referencia a las encuestas, que erraron en estimar su votación.

«Si esas encuestas hubieran dicho la verdad, estaríamos en segunda vuelta», acusó la dirigente.

En círculos de izquierda se cree que las encuestas en Chile están del lado de los grandes medios locales, que implícitamente apoyan a Piñera, y que al proyectar una elección decidida generaron la abstención que afectó directamente al Frente Amplio.

Ni Sánchez ni sus seguidores -y probablemente sus votantes tampoco- confían en la clase política que representa Guillier.

Negociar con él puede ser firmar un acta de defunción. Pero también la única forma de subsistir. La política les da la bienvenida.