Se ha convertido en el rostro más visible de la oposición al gobierno cubano.
Artista, negro, joven y de origen humilde, Luis Manuel Otero Alcántara es hoy uno de los integrantes más destacados del Movimiento San Isidro (MSI), un colectivo disidente que denuncia la falta de libertades en la isla y exige una apertura.
Lleva años en su pulso al Estado, pero últimamente ese pulso está más tenso que nunca.
El 25 de abril inició una huelga de hambre y sed después de que un grupo de funcionarios irrumpieran en su casa y se llevaran sus obras.
Ocho días más tarde, volvieron a hacerlo, esta vez para llevárselo a un hospital de La Habana.
Desde entonces, la Dirección Provincial de Salud de La habana ha emitido varios partes médicos con información escasa y aparentemente contradictoria. En una primera comunicación, se dijo que había sido hospitalizado por una «inanición voluntaria referida», pero no se constataban «signos de desnutrición» y «sus parámetros clínicos y bioquímicos eran normales».
El 10 de mayo, un comunicado colgado en Facebook afirmó que había sido atendido por «un equipo multidisciplinario que garantizó la recuperación de su estado de salud» y que «actualmente se encuentra asintomático».
¿Por qué si su estado de salud es bueno continúa bajo custodia en el hospital? Ninguno de los tres videos que desde entonces se han difundido, en los que aparece en el centro sanitario, han servido para aclararlo.
Sus allegados denuncian que el gobierno lo hospitalizó para acallar su voz crítica y que el enorme despliegue de seguridad en torno al hospital impide que familiares y amigos lo visiten.
Representantes de Estados Unidos y la Unión Europea han pedido a las autoridades que garanticen su salud y reiterado sus llamados al respeto a la libertad de expresión y reunión en Cuba. Amnistía Internacional ha reclamado al gobierno cubano su liberación «inmediata e incondicional».
El gobierno, en cambio, lo acusa de ser «un mercenario al servicio de Estados Unidos» y montar «shows y farsas mediáticas».
Paciente o preso, Otero Alcántara es hoy uno de los personajes más destacado de la escena cubana y un problema recurrente para el gobierno de la isla.
El propio presidente de Cuba, Miguel Díaz-Canel, escribió en Twitter en noviembre pasado que el MSI, que tiene en Otero Alcántara a uno de sus fundadores, era un «espectáculo de reality show imperial» y alegó que «funcionarios del gobierno de Estados Unidos» estaban «encargados de la atención y avituallamiento de su base operacional en Cuba».
Las declaraciones del mandatario tuvieron lugar luego de que el artista junto a otro grupo de persona iniciara otra huelga de hambre que fue también frenada a la fuerza por la policía.
Un día después, más de 500 jóvenes se reunieron frente al Ministerio de Cultura de la isla para mostrar su solidaridad con los huelguistas en una de las mayores manifestaciones que han tenido lugar contra el gobierno en los últimos 60 años.
Desde entonces, la detención de miembros del MSI o actos de la policía en su contra han llevado también a inusuales manifestaciones en Cuba.
Un chico de barrio
Aunque se ha convertido en un ícono del barrio habanero de San Isidro, Otero Alcántara no nació allí, sino en El Cerro, otra zona popular de la capital cubana.
La curadora de arte Claudia Genlui, que fue su pareja hasta el mes de enero y sigue siendo su amiga, le dijo a BBC Mundo que el artista «tuvo una infancia muy difícil y creció prácticamente sin recursos».
Primogénito de cuatro hermanos, su padre pasó mucho tiempo en la cárcel por un delito común y, según Genlui, «en ese mundo se entendía que el hijo mayor, más si era varón, debía centrarse en buscar dinero para ayudar a su familia, por lo que a Luis Manuel le costó mucho que en su entorno aceptaran su vocación artística».
La ausencia de su padre contribuyó a que ganara peso la figura de su tío Énix, quien le facilitó sus primeros libros y lo llevó por primera vez a galerías de arte.
«Su tío es un opositor de hace muchos años y lo apoya incondicionalmente. Ambos mantienen una admiración mutua», cuenta Genlui.
El joven Luis Manuel tuvo que sortear las críticas y burlas que en el ambiente callejero en el que creció provocaba su inclinación por el arte, que se acentuó cuando unos problemas físicos truncaron su incipiente carrera en el atletismo, disciplina en la que llegó a disputar pruebas de velocidad en categorías juveniles.
«A partir de ahí empezó a tomarse más y más en serio el arte», explica Genlui.
Al margen del Estado
Padre de dos hijos con dos mujeres distintas, Otero Alcántara, de 33 años, fue haciéndose un nombre en el panorama artístico cubano, siempre al margen de los circuitos oficiales.
«Era negro y de barrio, y eso le marcaba a ojos de los artistas que se beneficiaban de que sí tenían un diálogo con el poder», le dijo a BBC Mundo Anamely Ramos, también curadora de arte y hoy integrante del Movimiento San Isidro.
Esa fue una de las razones por las que Ramos quiso conocerlo. «Me encontré a un artista hecho a sí mismo, que, pese a que muchos en la academia lo rechazaron al principio, estaba muy seguro de lo que había creado», afirma en conversación con BBC Mundo.
«Empezó en la escultura. Dejaba sus obras abandonadas en las calles, buscando poner de manifiesto la crisis de lo público que existe en Cuba y mostrando una gran capacidad para conectar con el público más humilde y hacerle reflexionar».
Para quienes le han tratado, su capacidad para sintonizar con los más desfavorecidos en la sociedad cubana es un reflejo de su personalidad. «Es un hombre muy alegre y abierto, al que le resulta muy fácil conectar con la gente y hacer suyos sus problemas», dice Ramos.
Según el periodista Abraham Jiménez Enoa, es eso lo que ha hecho que «el régimen esté tan preocupado con él».
Sus performances fueron cada vez más provocadoras y levantó ampollas con una a la que llamó «Drapeau», en la que llevó la bandera cubana como una segunda piel durante un mes, en un aparente intento de denunciar cómo el gobierno cubano suple con propaganda su incapacidad para satisfacer las demandas de la población.
Esta performance conllevó a que las autoridades de Cuba le abrieran una causal penal y lo arrestaran, aunque el rechazo que provocó su detención en redes conllevó a su rápida liberación.
Iniciativas como esta dieron pie a una de las críticas que más frecuentemente le hacen sus detractores: «Nada de esto tiene que ver con el arte», opinó Pedro de la Hoz, presidente de la Unión de Artistas y Escritores de Cuba, en declaraciones citadas por el portal «14 y Medio».
Para Carlos Manuel Álvarez, periodista y amigo suyo, Otero Alcántara «desafiaba las jerarquías que a menudo se asumen en Cuba sin que nadie las cuestione y entendió rápido que cualquier propuesta de cambio viable debía plantearse fuera de las estructuras del Estado».
Pascal Fletcher, analista especializado en Cuba de BBC Monitoring, señala que «siempre hubo disidentes, pero la diferencia con Otero y el resto del MSI es que sus críticas al poder son frontales y abiertas, y han sabido explotar el desarrollo de internet en Cuba para que sus acciones tengan más visibilidad».
«Hoy vemos escenas en las que la gente se enfrenta a las autoridades y eso no era habitual en Cuba», señala Fletcher, que cree que mensajes como los del MSI encuentran un caldo de cultivo favorable en la difícil situación económica que atraviesa el país. «A principios de año empezaron eso que el gobierno llamó Tarea Ordenamiento, que en realidad es una reforma que ha causado un impacto social en medio de la pandemia. Hay un malestar muy grande porque los precios han subido y es más difícil conseguir comida».
El decreto 349
El activismo de Otero se acentuó después de la aprobación en 2018 del polémico Decreto 349, uno de los primeros firmados por el nuevo presidente, Miguel Díaz-Canel, que impuso fuertes restricciones a la creación artística en la isla y que motivó incluso la crítica moderada de Silvio Rodríguez, cantautor identificado desde hace décadas con el oficialismo cubano.
«Empezamos a hacer performances en las que buscábamos poner de manifiesto que en Cuba el Estado puede hacer lo que quiera con las personas», recuerda Claudia Genlui, que lo acompañó en algunos proyectos.
De esa época data «El garrote vil», una de sus creaciones más conocidas y provocadoras, y una de las que recientemente le han sido confiscadas por las autoridades. Solía sentarse en él como parte de sus actuaciones contra lo que consideraba abusos del poder.
Junto con la historiadora de arte Yanelys Núñez Leyva y otros colaboradores, creó el Museo de la Disidencia de Cuba, un espacio virtual que, en palabras del propio Otero Alcántara, reivindica «el valor de la libertad de expresión como columna vertebral de todas las sociedades».
Iniciativas como esta le hicieron confluir cada vez más con un grupo heterogéneo de artistas, intelectuales y activistas que compartían su demanda de una apertura en el sistema político cubano, que en 2018 iniciaba el relevo en su jefatura, con la salida de Raúl Castro de la presidencia y culminada recientemente con su abandono del cargo de primer secretario del Partido Comunista.
La casa de Otero Alcántara en la calle Damas, en el histórico barrio de San Isidro de La Habana Vieja, se convirtió en el epicentro de este activismo disidente y en la sede del movimiento que llevaría el nombre del barrio.
Sus amigos cuentan que la había comprado casi en ruinas por poco dinero y la reformó él mismo hasta dejarla como un espacio casi vacío, por el que deambulaba libremente su mascota, una gallina a la que nunca puso nombre pero bien conocida entre sus vecinos por su querencia a saltar a la calle desde el tejado.
«Para él, lo importante no es tener cosas, sino espacio para poder hacer cosas para la gente», sostiene Genlui.
Según el gobierno cubano, lo que allí ocurrían eran actividades «contrarrevolucionarias». Humberto López, presentador de la televisión estatal recientemente designado para integrar el Buró Político del Partido Comunista, ha acusado varias veces a los disidentes de recibir financiación de Estados Unidos y seguir los procedimientos de la «guerra no convencional» supuestamente diseñada en Washington contra la «revolución» cubana.
El presidente Díaz-Canel acudió a un concierto en La Habana para denunciar una «campaña mediática» en apoyo del Movimiento San Isidro.
Fletcher destaca que «el desarrollo de internet en Cuba en los últimos años ha dejado al gobierno sin el monopolio de la narrativa y ahora se ven obligados a contestar. Ahora casi todos los días hay ataques a la oposición en la prensa estatal, cuando antes se podían permitir ignorarlos».
Coincidiendo con el relevo en el poder de Raúl Castro por Miguel Díaz-Canel y el ascenso de una nueva generación de dirigentes, los roces del MSI con las autoridades se hicieron más frecuentes y graves.
Carlos Manuel Álvarez, ahora en Miami, comenta: «O nos veíamos en las fiestas o nos veíamos cuando nos detenía la Policía».
Últimamente, su intento de llevar a cabo una performance con público infantil para denunciar lo difícil que lo tienen los niños cubanos para conseguir dulces y caramelos le había vuelto a poner bajo la lupa y desde su círculo aseguran que la seguridad del Estado lo mantenía encerrado e incomunicado en su casa.
Otero denunciaría además que las autoridades de la isla colocaron una cámara de vigilancia a la entrada de su edificio.
A la irrupción de los agentes que se llevaron sus obras le siguió su huelga de hambre y sed. «Sus demandas eran bien accesibles», asegura Genlui. «Solo quería que le devolvieran sus obras, pero el gobierno se ha negado a dialogar».
Pocos se atreven a pronosticar cuándo y cómo saldrá del hospital; tampoco cómo terminará su desafío al Estado.