Ella Scott y Alyssa Hoy solo estaban tratando de «salir vivas» de la escuela secundaria hasta que encontraron su vocación: defender el derecho a elegir qué libros leer.
La madre de Hoy, una maestra local, les contó en diciembre de 2021 que las autoridades educativas en Leander, una ciudad en el estado de Texas, estaban prohibiendo varios libros de instituciones académicas, alegando que habían recibido «quejas» de los padres.
La conversación estimuló a las dos adolescentes a establecer un club de lectura de libros prohibidos.
Desde entonces, muchos más han surgido en todo Estados Unidos en respuesta a la creciente censura de obras literarias en escuelas y bibliotecas públicas.
«No teníamos idea de lo que estaba ocurriendo con la prohibición, y sentimos que era necesario hacer algo para crear conciencia», le dijo Scott, de 17 años, a la BBC.
«Definitivamente es desconcertante pensar que esto está sucediendo en un lugar como EE UU, donde tenemos esta cultura de libertad».
El club de lectura de Scott y Hoy comenzó con un grupo de niñas de su clase y luego creció hasta incluir estudiantes de la Vandergrift High School, una escuela estatal con 2.709 alumnos.
«Vienen personas de diferentes grados y orígenes. Es genial escuchar las diversas conversaciones que surgen cuando hablamos de un tema que nos afecta a todos», agrega Hoy, también de 17 años.
Miles de libros prohibidos
Leander está lejos de ser un caso aislado en el que las autoridades educativas han restringido el acceso a obras literarias consideradas controvertidas.
La Asociación de Bibliotecas de EE UU (ALA, por sus siglas en inglés) informó en marzo que las solicitudes para la retirada de libros de las bibliotecas escolares y públicas en 2022 alcanzaron su mayor número desde que comenzaron los registros hace 20 años.
En su informe más reciente, que cubre el año escolar 2021-2022 en EE UU, PEN America, una ONG con sede en Nueva York que rastrea la censura literaria, informó que más de 2.500 prohibiciones de libros fueron emitidas por distritos escolares en 32 estados.
PEN America estima que esas decisiones afectaron a 5.000 escuelas y a casi cuatro millones de estudiantes.
Texas, donde viven Scott y Hoy, tuvo el mayor número de prohibiciones de libros (801), seguido de Florida (566) y Pensilvania (457).
Los números podrían aumentar aún más en todo EE UU.
A fines de marzo, la Cámara de Representantes de mayoría republicana aprobó una ley conocida como la Carta de Derechos de los Padres, que según los críticos otorgaría a los padres derechos de veto sobre los libros en el sistema escolar.
El proyecto de ley aún no ha sido aprobado por el Senado, que tiene una mayoría demócrata.
«Es natural que haya siempre alguien que se sienta incómodo con ciertos temas», dice Scott.
«Pero eso no es necesariamente motivo para retirar los libros o quitarles la oportunidad a los demás de que formen su propia opinión».
«Tratando de silenciar la verdad»
La mayoría de las solicitudes de prohibición involucran obras que tratan sobre identidad racial y sexual.
PEN America dice que de los más de 1.600 títulos que sufrieron algún tipo de censura de 2021 a 2022, más del 80% tenían personajes prominentes de la comunidad LGBTQ+ o no blancos.
Uno de estos libros fue All Boys Aren’t Blue de George M. Johnson, una memoria sobre la experiencia de crecer como negro y queer, que se ha convertido en el tercer título más prohibido por las autoridades escolares.
«Cada vez que escribes un libro en el que hablas sobre tu verdad, habrá personas que querrán silenciarla», dijo Johnson en una entrevista de 2022 con la radio pública estadounidense NPR.
El escritor y periodista, que usa los pronombres neutros, cree que el plan de estudios que se enseña en la mayoría de los sistemas escolares estadounidenses todavía está fuertemente orientado hacia el adolescente heterosexual, blanco y hombre, y que a las personas que toman tales decisiones les queda difícil aceptar la diversidad.
«Es como: ‘¡Oh, Dios mío, cuán peligroso sería que los adolescentes blancos tuvieran que aprender sobre las otras personas que existen en la sociedad?».
Pero la censura también afecta a los textos básicos que han sido leídos por estudiantes estadounidenses durante décadas.
Un ejemplo es Matar a un ruiseñor, la novela ganadora del Premio Pulitzer de Harper Lee publicada en 1960 que analiza la injusticia racial en EE UU. Fue prohibido por los distritos escolares de Oklahoma y Carolina del Norte en 2021.
Las organizaciones de libertad de expresión argumentan que la frecuencia y el volumen de objeciones se han intensificado debido a la polarización política desatada después de las amargamente disputadas elecciones presidenciales estadounidenses de 2016 y 2020.
PEN America dice que ha identificado al menos 50 grupos que abogan por prohibiciones a nivel local, estatal y nacional. La mayoría, dice la ONG, parece haberse formado en 2021.
«Los padres y los miembros de la comunidad juegan un papel importante en la configuración de lo que los estudiantes aprenden en la escuela», dijo Suzanne Nossel, directora ejecutiva de PEN America, en un comunicado.
«Pero esto va mucho más allá de las expresiones orgánicas de preocupación o el intercambio normal entre padres y educadores en un ambiente escolar saludable».
Además, las reglas sobre quién puede cuestionar un determinado libro varían en cada distrito escolar.
Algunos incluso permiten que las personas que no son padres de estudiantes expresen sus preocupaciones.
Enfrentándose a las autoridades
Scott y Hoy quieren que su voz se escuche en este debate.
Uno de los libros discutidos recientemente en la reunión de su club es otro título frecuentemente prohibido, Fuera de la oscuridad, de Ashley Hope Pérez, una novela centrada en una historia de amor entre una adolescente mexicano-estadounidense y un adolescente afroestadounidense en la década de 1930 en Texas.
«Es tan extraño que en una sociedad tan individualista como EE UU haya algunas personas tratando de eliminar historias que muestran diferentes individualidades», señala Hoy.
«Eso crea un tipo de persona ‘ideal’ que se supone que debes ser. Da miedo crecer en tiempos como estos».
Las adolescentes texanas son parte de un movimiento de base que está haciendo más que desafiar las prohibiciones de libros leyéndolos.
En el estado de Missouri, dos estudiantes llevaron al distrito escolar de Wentzville a los tribunales el año pasado por la decisión de eliminar ocho libros considerados «obscenos», incluido Ojos azules de Toni Morrison, ganadora del Premio Nobel de Literatura en 1993.
Siete títulos fueron devueltos voluntariamente a las bibliotecas escolares por las autoridades educativas.
Otro caso que llegó a los titulares en EE UU fue una larga protesta de estudiantes de secundaria en Pensilvania en 2021 por la decisión de restringir el acceso a más de 300 libros, películas y artículos vinculados principalmente a autores negros y latinos.
Las campañas para facilitar el acceso a obras específicas también forman parte de este movimiento.
En Florida, el activista y poeta Adam Tritt creó la Fundación 451, que compra libros prohibidos y los distribuye en lugares públicos, como cafeterías y heladerías.
«Hemos distribuido casi 3.000 de esos libros a niños y jóvenes, y mi sueño es recaudar más fondos para hacer lo mismo en todo el país», le dijo Tritt, de 58 años, a la BBC.
Tritt, un profesor de inglés en una escuela secundaria en la ciudad de Palm Bay, comenzó la campaña en mayo del año pasado después de recibir un mensaje de las autoridades educativas locales solicitando la eliminación de dos libros de su clase –Cometas en el cielo de Khaled Hosseini y Matadero cinco de Kurt Vonnegut- porque las obras eran consideradas «pornográficas» y «anticristianas».
«Las alarmas sonaron en mi cabeza y, de inmediato, supe que era necesario actuar».
Tritt dice que su campaña provoca dos tipos de reacciones: por un lado, el agradecimiento de jóvenes, algunos de la comunidad LGBTQ+, y de sus padres. Por el otro, intercambios airados con personas que se oponen a la iniciativa.
«Me insultan y me acusan de ser pedófilo. Y a menudo recibo amenazas de muerte», agrega el maestro.
Él dice que es importante crear conciencia sobre una causa que, irónicamente, la mayoría de los estadounidenses apoyan en principio.
Las encuestas nacionales muestran que la mayoría de las personas de todas las tendencias políticas se oponen a las prohibiciones.
El problema, cree Tritt, es que esta mayoría no está involucrada en el debate.
«Por eso es importante ver a los jóvenes protestando. Puede que todavía sean demasiado jóvenes para votar y cambiar la ley, pero ya están luchando».
Eso es música para los oídos de las estudiantes Ella Scott y Alyssa Hoy en Texas y su Club de Lectura Prohibida.
«Estamos defendiendo una posición sobre un debate que creemos que está ocurriendo principalmente en las reuniones de la junta educativa y que está siendo planteado por padres que no quieren que sus hijos lean un determinado libro», dice Scott.
«Está bien sentirse incómodo y no leer un libro. Pero quitárselo a todos los demás no es justo«, añade Hoy.