Eran las 6 de la mañana cuando el teléfono de la habitación 216 sonó.
-Diga
-¿Señor Di Stéfano?
-Sí, dígame
-Hay unos policías aquí que quieren hacerle unas preguntas y piden que baje
-Si quieren hablar conmigo, que suban ellos
Y colgó.
Alfredo Di Stéfano, considerado el mejor futbolista de la época, pensaba que se trataba de una broma de sus compañeros del Real Madrid, le cuenta a BBC Mundo Alfredo Relaño, presidente de honor del diario deportivo español AS y coautor de «Gracias, vieja», el libro de memorias de la Saeta rubia.
Pero a los pocos minutos escucharía que tocaban a su puerta.
Cuando el futbolista argentino abrió, vio a un empleado del hotel y a tres hombres que se identificaron como policías, quienes le explicaron que querían hacerle unas preguntas y que bajara con ellos.
Su compañero José Emilio Santamaría, que estaba en la habitación del lado, escuchó lo que estaba pasando y entró a través de una puerta que comunicaba a ambos cuartos.
«Le dijo: ‘Espera. Vamos a decirle a un directivo antes de que bajes‘. Pero respondió que no y prefirió bajar», recuerda el periodista español.
Santamaría los vio irse.
Estaban en la convulsa Caracas de 1963. El día: el 24 de agosto. El lugar: el Hotel Potomac.
España en vilo
Lo metieron en un automóvil y le informaron que se trataba de un secuestro.
«Le vendan los ojos y le ponen unas gafas oscuras. Le dicen que esté tranquilo, que no le pasará nada. Y empieza un baile: primero a un apartamento, luego a una casa de campo, finalmente a un piso por el centro de la ciudad. Él, vendado, no podrá identificar los trayectos», escribió Relaño en 2013 en «¡Han secuestrado a Di Stéfano en Caracas!» del diario El País.
«A la una de la tarde, un portavoz de la organización subversiva Fuerzas Armadas de Liberación Nacional (FALN) llama por teléfono al hotel» e informa que «Di Stéfano está bien, que no sufrirá ningún daño y que le soltarán en cuanto el secuestro haya alcanzado suficiente publicidad».
Relaño tenía 12 años cuando el secuestro ocurrió.
«Recuerdo que mi papá trabajaba de noche en el hotel Palace de Madrid y cuando llegó en la mañana me lo contó. Traía el periódico ABC», le dice a BBC Mundo.
«Me impresionó mucho. Durante tres días toda España estuvo en vilo«, señala.
«Era el futbolista más famoso del mundo. Había sido portada de la revista Time. Ya había ganado cinco Copas de Europa, de 1956 a 1960».
El Real Madrid, uno de los clubes más importantes del mundo, se encontraba en Venezuela para disputar un torneo amistoso de gran prestigio.
Lo llamaban el Mundialito de Clubes o la Pequeña Copa del Mundo de Caracas.
Di Stéfano, quien era la estrella del equipo español, había pasado por las filas del River Plate y Huracán, en Argentina, y por Millonarios, en Colombia.
Era un ídolo de la región.
«Nadie puede entrar ni salir»
El periodista venezolano Alex Candal no había nacido cuando ocurrió el secuestro, pero cuando habla sobre ese episodio, da tantos detalles que pareciera que hubiese vivido esa época en Caracas.
Describe el hotel («con interiores diseñados al estilo art déco»), la peluquería que quedaba en la planta baja («muy famosa y gigante»), la urbanización (San Bernardino), la pastelería que estaba cerca y, aún más, las emociones.
Y es fácil descubrir por qué tiene esos recuerdos: una serie de coincidencias.
El periodista de DirecTV Sport es hijo del gran narrador de fútbol español Lázaro Candal, quien trabajó décadas en Venezuela.
Cuando ocurrió el secuestro, Lázaro era el corresponsal del diario deportivo español Marca en Venezuela y también era periodista del periódico venezolano El Mundo.
Su madre trabajaba en la peluquería del hotel Potomac y su tío (un hermano de ella), en una pastelería cercana.
Tras el incidente, las autoridades ordenaron el cierre de la peluquería.
«Mi madre se entera cuando le dicen: ‘Nadie puede entrar ni salir porque acaban de secuestrar a un jugador de fútbol llamado Di Stéfano'», le cuenta a BBC Mundo.
«En medio de sus nervios, inmediatamente llama a mi padre y a su hermano y les cuenta. ‘Estoy aterrada porque no me dejan salir de la peluquería. La policía está aquí’, decía».
«Mi padre logra dar la exclusiva primero que nadie porque se entera por mi madre. Le dice que se tranquilice: ‘ya voy para allá’, pero antes llama a Madrid y le dice a la redacción de Marca: ‘Señores: acaban de secuestrar a Di Stéfano en Caracas'».
De acuerdo con Candal, el periódico venezolano El Mundo, en cuya sala de redacción se encontraba su padre, salió esa misma tarde con la noticia en la primera plana.
«Cuando mi madre se lo cuenta a mi tío, él se lo cuenta a su compañero de trabajo, quien le responde: ‘Ese fue Paulito'».
«Este muchachito»
No era que el colega del tío de Candal supiera del plan, no. De hecho, su tono fue de lamento. Fue más bien una intuición, un temor.
El «Paulito» al que se refería el inmigrante español era su hijo: Paúl del Río, quien desde hacía un tiempo se había entregado a la lucha revolucionaria.
Del Río fue el guerrillero, conocido como Máximo Canales, que lideró el secuestro de Di Stéfano.
«En ese momento era un muchachito, tendría unos 19 años y ya se había iniciado en ese proceso revolucionario», indica Candal.
Al salir de España, sus padres se fueron a Cuba, donde él nació, y posteriormente a Venezuela.
Su papá había sido «un anarquista que tuvo que salir exiliado de su país».
«Paúl creció imbuido de ideas de izquierda. La caída de la dictadura y el triunfo de la Revolución Cubana hicieron de él un prototipo del Buen Revolucionario», escribió Alex Candal en su libro «Disculpen las molestias, es Fútbol a mi manera».
De hecho, Relaño reflexiona sobre las similitudes del secuestro de Di Stéfano y el secuestro del mejor piloto de Fórmula 1 de la época: Juan Manuel Fangio, en 1958 en La Habana, por parte del Movimiento 26 de Julio.
La familia de Candal y la del secuestrador del astro se conocían de años atrás, por ser miembros de la comunidad española:
«La sorpresa cuando mis padres llegan a casa es darse cuenta de que conocían quién lo había hecho, lo cual le añadía más drama a la historia. Decían: ‘Pero Dios mío, cómo este chico se mete en esto si su padre es un hombre de bien. Este muchachito pudiese ser mi hijo y está inventando con cosas revolucionarias'», señala el periodista venezolano.
«Menudo susto»
La promesa de tratarlo bien se mantuvo todo el tiempo.
«Di Stéfano cuenta que cuando le quitan la venda de los ojos lo primero que ve son muchas pinturas. Se da cuenta de que está en un apartamento lleno de cuadros«, señala Candal.
Se trataba de la casa de Del Río y esas eran sus obras. Él era pintor.
El periodista venezolano cuenta que habían colocado unas lonas en las ventanas para que la Saeta no se pudiera asomar y ver dónde estaba.
Años después, en otra coincidencia, Lázaro Candal se encontraría con Di Stéfano porque juntos cubrieron los Mundiales de 78 y del 82 para un canal de televisión venezolano.
«Mi papá era el narrador de los partidos y Di Stéfano era el comentarista. Allí establecieron una gran amistad y mi padre le contó que él conocía al padre de Paúl y a Paúl desde que era chiquito».
«Y Di Stéfano le dijo: ‘Menudo susto me metió. Abrí la puerta de la habitación porque me dijo que era policía y eran tres tipos. Me metieron en el coche. Pero bueno, me trataron bien, me dieron de comer muy bien: unos sándwiches muy ricos y luego jugamos ajedrez».
Pero la Saeta nunca negó que fue una experiencia traumática: «Le cuenta a mi padre que estaba totalmente aterrado porque nunca se imaginó que eso le podía pasar».
La leyenda también se lo confió a Relaño: «Lo pasó muy mal».
«Para que lo soltaran, les decía que sus padres estaban mal del corazón y que se podían morir por lo que estaba pasando».
«Su principal temor era que pudiese llegar la policía y hubiese un intercambio de disparos y que resultara herido o muerto», indica el escritor.
Perros calientes y paella
Sus captores, especialmente Del Río, le reiteraban al astro que no le iba a pasar nada, que sólo querían atraer la atención a su causa.
«Durante el día estaban los jefes, unos intelectuales de izquierda, y en la noche quedaban unos chávales con unas metralletas grandes», cuenta Relaño.
Hubo tiempo para jugar cartas, dominó y algo más: «Le ponían los caballos para apostar porque a Di Stéfano le gustaban los caballos».
Lo dejaron escuchar por radio el partido entre el Real Madrid y el Oporto y le dieron perros calientes y «hasta le trajeron una paella».
Pero parecía que nada lograba tranquilizarlo. Incluso llegó a pensar en escapar, como lo contó el mismo Di Stéfano en el documental de la cadena ESPN en español: «El secuestro de la Saeta«.
«Estaba en una habitación, en un pisito en Caracas, que era un piso miniatura. No me saqué ni los zapatos ni la ropa. Estaba viendo si me podía escapar. Menos mal que no lo hice. Tenía la intención».
Pero temía que en su intento le pudieran disparar.
El desenlace
Después de tres días le informaron que lo soltarían.
«Le cambian la ropa que traía, le pretenden pelar al cero, para ser menos reconocible, pero él les disuade («¡si yo ya casi no tengo pelo, y además rubio!»), cambian de idea y le ponen un sombrero», escribió en su artículo Relaño.
Y el autor le cuenta a BBC Mundo que Di Stéfano les llegó a pedir una pistola en caso de que se desatara un tiroteo.
«No quiero morir como un conejo», les dijo. Pero no le dieron nada y le volvieron a tapar los ojos.
Lo metieron en un vehículo y después de un rato circulando, se detuvieron y abrieron la puerta en una avenida del centro de la capital.
«Bajó, corrió y se metió detrás de un árbol. Estaba muy asustado. No sabía si le iban a aplicar la ley de fuga, si lo iban a matar», señala el periodista.
Tomó un taxi y logró llegar a la embajada de España.
Relaño dice que cuando Di Stéfano recordaba esa parte en particular, la relataba con un poco de humor.
«Cuando llegó, vio el cartel que decía: ‘Abierto de 10:00 am a 2:00 pm’. Miró su reloj y eran las 2:10 pm. Y empezó a tocar el timbre sin parar y no lo soltó hasta que salió una de las personas encargadas de cuidar el lugar».
La mujer lo reconoció de inmediato y lo hizo pasar.
El escritor cuenta que llamaron al hotel y a la familia de Di Stéfano en España y en Argentina.
Se corrió la voz. Otra vez una noticia relacionada con el astro le daba la vuelta al mundo.
La partida
Di Stéfano ofreció una rueda de prensa en la que se le veía muy tenso.
Después contaría por qué: «Entre los policías que vio allí, reconoció a dos de los secuestradores. Estaban infiltrados en la policía», cuenta Relaño.
Tras el secuestro, Santiago Bernabéu, el presidente del Real Madrid, le pidió que jugará el siguiente partido, que era contra el Sao Paulo.
El 28 de agosto, la Saeta saltó a la cancha en medio de una gran ovación.
«Jugó el primer tiempo, aunque estaba muy nervioso», indica el escritor español.
Sao Paulo quedó campeón y el Real Madrid abandonó Venezuela.
En el aeropuerto de Madrid, a Di Stéfano no sólo lo espera con anhelo su esposa, Sara, y sus hijos, sino una multitud de aficionados.
En 1982, cuenta Alex Candal, su familia aceptó una invitación para quedarse unos días en la casa de los Di Stéfano en Madrid.
«Ahí estaban los cuadros que le regaló Paúl del Río a Di Stéfano años después», cuenta el periodista.
«No se los había regalado para pedirle perdón sino como una muestra de que su intención no fue hacerle daño, que se trató de una acción para hacer ruido», le dijo Del Río a Candal cuando muchos años después lo entrevistó y hablaron sobre el secuestro y su «idealismo» de esos años.
El exguerillero se había dedicado a la pintura y al arte.
Tras varias décadas, cuando se hizo un documental sobre lo ocurrido lo invitaron a él y al ídolo merengue al estreno.
«Quisieron que se dieran la mano en una especie de elemento de marketing de la película, pero Di Stéfano no quiso porque recordó el miedo que pasó y el que experimentaron sus padres y su familia», recuerda Relaño.
¿Qué pasaba en Venezuela?
Relaño evoca que en un partido previo al secuestro, los jugadores del Real Madrid habían escuchado disparos y disturbios afuera del estadio.
«El descanso duró 40 minutos mientras la policía controlaba la situación», cuenta.
El doctor Agustín Blanco Muñoz, profesor del Centro de Estudios de Historia Actual de la catedra «Pio Tamayo» de la Universidad Central de Venezuela, le explica a BBC Mundo que para comprender el secuestro de Di Stéfano es importante recordar que desde 1959 hasta 1963, el país vivió un periodo de mucha violencia política.
«Estamos en pleno proceso de lo que se llamó la lucha armada, la cual tenía un componente fundamental: una violencia gubernamental muy bien estructurada, tanto en el aparato político como en el militar».
«Y, por otro lado, unas fuerzas llamadas revolucionarias que estaban diseñadas por la improvisación y por prácticas que no llegaban a ser efectivas ni en la lucha armada urbana ni en la rural».
De acuerdo con el historiador, la confrontación comenzó cuando el presidente Rómulo Betancourt declaró en su toma de posesión de 1959 que el Partido Comunista (PCV) era enemigo de la democracia y que por eso quedaba excluido de cualquier actuación política.
El PCV, de hecho, había luchado junto a las principales fuerzas políticas de Venezuela y jugó un rol importante en el derrocamiento del régimen del general Marcos Pérez Jiménez en 1958.
Pero con la decisión de Betancourt, esa organización «se desespera» y decreta en 1961 la vía de la violencia.
Las guerrillas urbanas
Antes, en 1960, surge el Movimiento de Izquierda Revolucionaria, que se desprende del partido gobernante Acción Democrática (AD).
El PCV une sus fuerzas a este nuevo movimiento, que se llevó gran parte de la juventud de AD.
La izquierda en esa época también apostó por los golpes militares, gracias a sus vínculos con miembros de las fuerzas castrenses, indica el doctor.
Hubo dos intentonas que fracasaron en 1962, año en el que aparece la consigna: «Nuevo gobierno ya«.
Pero las guerrillas urbanas y rurales no avanzaron lo suficiente y a finales de 1962, se proclama la lucha larga y prolongada que se extiende hasta 1963, que fue un año electoral.
«Las izquierdas estaban necesitadas de mostrar que aún tenían fuerza, pese a estar muy debilitadas por la represión y por los fracasos militares», señala el docente.
«Ahora decían que el enemigo fundamental no era el gobierno de Betancourt, sino el imperialismo que impedía el avance para establecer el socialismo».
Es así como en 1963 se intensificaron las actividades publicitarias.
Hubo varias, pero el secuestro de Di Stéfano fue la que más impacto internacional tuvo.
Candal reflexiona: «Di Stéfano era el Messi de ahora. Imagínate que Messi estuviera ahora en Venezuela y desapareciera secuestrado».
«Imagínate el impacto que tendría. Era el mejor futbolista del mundo, pretendido por los grandes equipos, era un mago, un ídolo, seguido, leído. Ese era Di Stéfano».
Y es que al informar sobre su muerte, ocurrida el 7 de julio de 2014, el Real Madrid lo calficó como «el mejor jugador de todos los tiempos«.