Cuando comencé a trabajar en este artículo, no pude dejar de pensar en los veranos de 2021 y 2022, cuando en dos años consecutivos Inglaterra jugó y acogió las finales de las Eurocopas masculina y femenina en el estadio de Wembley en Londres.
En la primera, la masculina, Inglaterra se enfrentó a Italia. Y lo que comenzó como una fiesta acabó como una “vergüenza nacional” por los miles de hinchas ebrios, muchos también drogados, que protagonizaron actos de violencia y vandalismo y forzaron los accesos del estadio.
Aquellas imágenes contrastaron con la celebración familiar, emotiva y sin incidentes, que se vivió en el verano siguiente cuando las inglesas vencieron a Alemania en un título histórico.
La Euro de 2022 certificó la explosión de popularidad del fútbol femenino desde el Mundial de Francia 2019, rompiendo récords de asistencia y consiguiendo una cobertura mediática que enganchó a millones de espectadores.
En todo el mundo, muchos fans, hombres y mujeres, se interesan cada vez más por el fútbol femenino y, además de halagar el ambiente más seguro y festivo de las gradas, disfrutan de la calidad y espectáculo de las jugadoras.
Puede que el fútbol femenino aún tenga que crecer más, y que en muchos sentidos, incluido el económico, todavía hay importantes brechas entre ambos, pero en su camino ya deja lecciones dentro y fuera de la cancha de las que puede tomar nota la versión masculina.
La disputa de un nuevo mundial, esta vez en Australia y Nueva Zelanda, es buen momento para señalarlas.
Un fútbol menos defensivo
El periodista Tom Garry, del periódico británico The Telegraph, lleva ocho años cubriendo el fútbol femenino.
Y señala varios aspectos de su juego que lo diferencian del masculino y que lo hacen más atractivo en su opinión, sobre todo en el fútbol de selecciones.
“Las jugadoras, en general, fingen menos cuando reciben faltas y muestran más deportividad”, le dice Garry a BBC Mundo.
El especialista también observa que más equipos intentan salir jugando desde la defensa con el balón controlado en vez de utilizar el pelotazo.
“Hay un alto porcentaje de equipos que muestran menos actitudes defensivas, menos proclives a aparcar ‘el clásico autobús delante de la portería’”.
Para los no entendidos, esa expresión implica acumular muchos jugadores en defensa, lo cual es una táctica criticada y aplaudida según el color de la camiseta.
Pero se puede decir con seguridad que un juego más ofensivo suele ser más atractivo para el espectador.
“Definitivamente muchos equipos femeninos presionan arriba, juegan al ataque e intentan priorizar la técnica sobre el físico”, añade Garry.
Sin embargo, hay quienes alegan que estas características del juego femenino pueden también deberse a que, en general, el balompié femenino tiene una «menor profesionalización».
“Conceptos defensivos, tácticas de pérdida de tiempo y fingimiento se enseñan en las academias. Muchas jugadoras senior actuales no han tenido esa formación completa desde los 12-13 años como en el caso de los hombres”, coinciden Garry y Christine Philippou, experta en finanzas del deporte en la Universidad de Portsmouth en Reino Unido.
Garry, por último, aclara que se necesitan más de datos y estadísticas para profundizar en estas observaciones.
Audiencias y juntas más diversas
Expertos y organismos deportivos llevan años motivando a que haya más diversidad en las juntas directivas de los clubes y federaciones de fútbol.
FIFPRO, organización que representa a más de 65.000 futbolistas a nivel mundial, pide más esfuerzo a las estructuras del fútbol.
“Es crucial que tanto nuestra junta directiva -como los ejecutivos de todo el fútbol profesional- puedan identificarse realmente con todos los jugadores y representarlos”, ha dicho Jonas Baer-Hoffmann, secretario general de FIFPRO.
Según Philippou, este problema se da menos en el fútbol femenino gracias a una mayor diversidad en sus juntas directivas.
Una diversidad que, de acuerdo a la experta, contribuye a encontrar nuevas audiencias y expandir el negocio.
“El fútbol masculino debería aprender que hay mucha más diversidad de aficionados interesados en el juego que no se han sentido incluídos en sus partidos, entre otras cosas por su ambiente más hostil”, afirma Philippou.
Debido a la mayor madurez del mercado fútbol masculino, mayoritariamente formado por hombres, “se ha perdido la noción de vender el producto a nuevas audiencias”.
“Pero el fútbol femenino está demostrando que existe otra demografía masiva interesada que no estaba siendo atendida”, añade.
La atención del fútbol femenino ha crecido exponencialmente en los últimos años.
Durante el Mundial de Francia 2019 la audiencia media en directo alcanzó los 17,27 millones de espectadores, el doble de los 8,39 millones que se registraron en el Mundial de Canadá en 2015, según datos de la FIFA.
Un crecimiento que Philippou atribuye, entre otros factores, a lo que ocurre en las oficinas.
“Mientras más voces diversas haya en la toma de decisiones y las juntas se parezcan más a la diversidad de sus fans, más y mejores decisiones se pueden tomar en favor de ellos”, explica.
Ambiente menos tóxico
Por fortuna, episodios extremos como los de la Euro en 2021 en Inglaterra no se repiten cada vez que hay una final, pero los partidos de fútbol masculino siguen siendo territorio hostil para muchos, con frecuentes insultos racistas, sexistas y misóginos.
“Son comportamientos que durante mucho tiempo hemos asumido como parte del fútbol, pero que en la versión femenina estamos viendo que no tiene que ser así”, le dice a BBC Mundo Stacey Pope, profesora asociada del Departamento de Deporte y Ciencia del Ejercicio en la Universidad de Durham en Reino Unido.
Pope investigó las percepciones de los aficionados de las selecciones nacionales masculinas y femeninas de Inglaterra, uno de los países con mayor profesionalización del fútbol femenino.
“Los entrevistados sentían que este es un espacio más amigable para las familias y mucho más acogedor para mujeres, niños y aficionados LGBT”, cuenta Pope sobre los resultados.
Esos encuestados encontraron el ambiente del fútbol femenino mucho más seguro, con menos vulgaridad, ebriedad y agresiones físicas y verbales que a veces sufrían en el masculino.
El fútbol femenino es una industria creciente y aún faltan más investigaciones de este tipo para sacar conclusiones más generales, pero Paola Kuri, analista mexicana y seguidora de tanto fútbol femenino como masculino, corrobora lo hallado por Pope.
“En el fútbol varonil se ven episodios de odio y racismo que no vemos en el femenil, donde prima un ambiente de movimiento social más respetuoso y, más que los colores, se celebra también la oportunidad y lucha de las jugadoras”, le dice Kuri a BBC Mundo.
En su búsqueda de mayor profesionalización e inversión, los analistas también advierten que el fútbol femenino debe protegerse de “errores” del fútbol masculino que a la larga pueden minar su popularidad.
Philippou pone como ejemplo la distancia económica entre los clubes de élite y los modestos, que impacta el nivel de las competiciones.
“En el fútbol femenino ya se está empezando a notar en aquellos clubes poderosos que han abierto secciones femeninas, aunque no al mismo nivel que en el masculino”.
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