Rusia llega otra vez a la cumbre de los pesos pesados de la economía mundial -y de los que aspiran a serlo- como una de las naciones que más roces ha generado con los demás estados miembros.
Y aunque los temas oficiales de la cumbre se orientan hacia el cambio climático, el proteccionismo, el comercio mundial y las tensiones con Irán y Corea del Norte, en las reuniones bilaterales las polémicas con Moscú también han estado en el orden del día.
Desde la anexión de Crimea en 2014, Occidente ha impuesto un grupo de sanciones al gobierno de Vladimir Putin que, de cierta forma, lo han aislado del escenario internacional.
De ahí que las cumbres del G20 sean uno de los pocos espacios para el Kremlin en el que intentar recuperar su lugar en el discurso global.
Pero las tensiones con Ucrania no han sido el único factor que ha tensado las relaciones de Moscú con el resto del mundo.
Desde 2016, las agencias de inteligencia de Estados Unidos aseguran que el Kremlin intentó interferir en las elecciones de su país, una acusación que Moscú niega.
Sin embargo, las denuncias le han valido nuevas sanciones de Washington y se han convertido en un tema que reaparece en cada encuentro entre los dos países, como ocurrió este viernes en Osaka, Japón.
Con el paso de los años, nuevas denuncias sobre supuestas interferencias rusas en situaciones electorales se han reportado en diversos países, incluidos los de la Unión Europea, el bloque regional que constituye uno de los miembros de más peso del G20.
Pero no ha quedado ahí.
El apoyo a Nicolás Maduro en Venezuela o a Bashar al Asad en Siria, las denuncias de envenenamiento contra disidentes rusos en Reino Unido, el despliegue ruso en el Ártico o supuestas campañas de desinformación y ciberataques también han marcado las relaciones del Kremlin con el resto de la comunidad internacional.
Mientras, otros temas pendientes como sus conflictos territoriales con otros miembros del G20 (como China y Japón) o las denuncias de violaciones de los derechos humanos de minorías y disidentes también han dificultado una potencial mejoría de sus vínculos internacionales.
Pero Putin, que niega todas esas acusaciones, ha llegado a Osaka dispuesto a mostrar que Rusia debe ser tenida en cuenta en el escenario internacional.
En BBC Mundo te comentamos tres momentos que mostraron cómo Rusia marcó la primera jornada del encuentro.
El dedito de Trump
Fue uno de los encuentros más esperados de la cumbre.
Los dos líderes de las mayores potencias militares del mundo volvieron a darse las manos: Putin, y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump.
Fue la primera reunión entre los dos mandatarios desde que se publicó en Estados Unidos el reporte final del fiscal especial Robert Mueller, que investigó una supuesta colusión entre la campaña de Trump y el Kremlin.
Trump le pidió en tono de broma que no interfiera en las elecciones de 2020 en EE.UU.
Mueller no encontró evidencias de conspiración con Rusia, pero los reportes de inteligencia de EE.UU. concluyeron que Moscú sí estuvo detrás de una campaña de ataques cibernéticos y noticias falsas para beneficiar a Trump.
El hecho ha marcado como una sombra la presidencia del estadounidense, al punto que Trump ha señalado que ha sido víctima de una «cacería de brujas».
Y aunque tanto Trump como Putin evitaron referirse -al menos en público- al asunto, una pregunta de los periodistas volvió a llevar el foco a la interferencia rusa.
Un reportero le preguntó a Trump si le pediría a Putin que no interfiera en las elecciones de 2020, a las que el republicano se presentará para la reelección.
El inquilino de la Casa Blanca -en tono jocoso y señalando a Putin con el dedo- le pidió que no lo hiciera, ante lo que el mandatario ruso sonrió.
La imagen de Trump apuntando con su índice a Putin se volvió una de las más comentadas de la cumbre, aunque algunos analistas dieron más relevancia a sus palabras.
El hecho de que Trump tomara como broma uno de los hechos que más tensiones ha levantado entre los dos países generó incomodidad entre algunos sectores, incluso afines al mandatario, que no vieron una respuesta contundente ante la «agresión» de uno de los adversarios históricos de Estados Unidos.
Las polémicas declaraciones sobre el liberalismo
Si antes de llegar a Japón Trump incendió las redes sociales con comentarios controvertidos sobre algunos de sus aliados, Putin hizo algo parecido, pero contra Occidente como conjunto.
Previo a la cumbre, en una entrevista con el Financial Times, el presidente ruso no solo ofreció sus opiniones sobre la política global y doméstica, sino que también cargó contra lo que considera un valor «obsoleto»: el liberalismo.
Según el mandatario ruso, los «socios occidentales» de Rusia habían «admitido que algunos elementos de la idea liberal, como el multiculturalismo, ya no son sostenibles».
«La llamada idea liberal (…) ha sobrevivido a su propósito. Ha entrado en conflicto con los intereses de la abrumadora mayoría de la población», afirmó.
Trump desencadenó una polémica antes de aterrizar en Japón por algunos comentarios que realizó sobre países miembros de G20.
Putin calificó de «error cardinal» la decisión de la canciller Angela Merkel (que también participa en la cumbre) de permitir que más de 1 millón de refugiados ingresen a Alemania.
A Trump, por su parte, lo calificó de «persona talentosa», antes de elogiar al líder estadounidense por sus esfuerzos para detener el flujo de inmigrantes que llegan desde México.
«La idea liberal presupone que no hay que hacer nada. Los migrantes pueden matar, saquear y violar con impunidad porque sus derechos como migrantes deben ser protegidos. ¿Qué derechos tienen estos? Todo crimen debe tener su castigo», alegó.
Las declaraciones de Putin generaron malestar en el Consejo Europeo, cuyo presidente Donald Tusk aseguró estar «muy [en desacuerdo]» con sus puntos de vista.
«Quienquiera que afirme que la democracia liberal está obsoleta, también afirma que las libertades son obsoletas, que el estado de derecho está obsoleto y que los derechos humanos son obsoletos», afirmó Tusk.
«Lo que encuentro realmente obsoleto son el autoritarismo, los cultos a lapersonalidad, el gobierno de los oligarcas, aunque a veces parezcan efectivos», agregó.
La cara larga de May
Fue otra foto para la historia: el saludo de Putin con la primera ministra británica, Theresa May.
Fue, probablemente, el último encuentro entre ambos antes de que May abandone el cargo (renunció a finales de mayo), pero también el primero desde el envenenamiento en Salibsury del exagente ruso Serguei Skripal.
Según Londres, Moscú fue responsable del intento de asesinato con un agente nervioso (Novichok) del exespía ruso, una acusación que Moscú niega.
Pero si la reunión de Putin con Trump estuvo llena de sonrisas, con la primera ministra británica abundaron las caras largas.
Fue el primer encuentro entre May y Putin desde los envenenamientos de Salisbury.
Según un portavoz de Downing Street, May le dijo a Putin que cualquier intento de normalizar las relaciones entre ambos países dependerá de que «Rusia detenga su actividad irresponsable y desestabilizadora», como «intervenciones hostiles en otros países, desinformación y ciberataques».
Sobre el caso de Skripal, de acuerdo con el comunicado, la primera ministra señaló que el uso del Novichok es «parte de un patrón más amplio de comportamiento inaceptable» y que «fue un acto verdaderamente despreciable».
«Ella dijo que este comportamiento nunca podría repetirse y que Reino Unido quiere ver a los responsables enjuiciados», comentó el portavoz.
El vocero del Kremlin, Dmitri Peskov, por su parte, indicó que «May recibió respuestas necesarias del presidente ruso».
«El presidente Putin está dispuesto al diálogo incluso sobre los temas más candentes», afirmó.
Skripal reconoció haber sido reclutado por los servicios de inteligencia a británicos en 1995
La primera ministra, según el comunicado británico, también pidió a Putin por la protección de «los derechos humanos y la igualdad de todos los grupos, incluidas las personas LGBT».
Varios grupos de derechos humanos denuncian supuestas violaciones de los derechos de grupos religiosos (como Testigos de Jehová) o de la comunidad gay en Rusia, donde «conductas homosexuales» pueden llevar a una persona a la cárcel.
En su entrevista con el Financial Times Putin volvió a negar cualquier implicación de su país con el envenenamiento de Skripal, por el que ya antes había pedido «pasar la página».
«Esta historia de espionaje (…) no vale cinco kopeks (el equivalente a céntimos en Rusia). O incluso cinco libras, en realidad», afirmó.
Putin, de 66 años, también afirmó en la entrevista que Rusia no tiene «problemas con las personas LGBT», pero que algunas cosas le parecen «excesivas».
«Ahora dicen que los niños pueden desempeñar cinco o seis roles de género. Que todos sean felices, no tenemos ningún problema con eso. Pero no se debe permitir que esto ensombrezca la cultura, las tradiciones y los valores familiares tradicionales de millones de personas que conforman la población principal», afirmó.
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional