Tres bocas que alimentar son muchas hoy en día en Venezuela. Cuatro, demasiadas.
Es la amarga conclusión a la que llegó Marlene* al poco de saber que estaba embarazada del que iba a ser su cuarto hijo, una niña esta vez.
«Aquí no hay comida, no hay agua; si no se alimenta una bien, ¿cómo iba a alimentar yo a otro bebé?», se pregunta en conversación con BBC Mundo en las afueras de la ciudad de Maracaibo, donde vive con sus otros tres niños.
Así que tomó una decisión que, según cuenta, aún le duele.
Entregar a su hija recién nacida a una familia que pudiera darle el bienestar que ella dice que no podía ofrecerle.
A juzgar por lo que cuentan quienes trabajan en la atención a la infancia en el contexto de la actual crisis venezolana, el suyo no es un caso excepcional.
Claudio Biern, presidente de la ONG Proadopción, explica que »el abandono y la entrega vienen creciendo de año en año y de mes a mes».
Eso es lo que aprecia en la labor diaria de su organización, que colabora con las autoridades venezolanas en la búsqueda de un hogar para los menores procedentes de familias en situación de necesidad.
«Madres solas»
Las carencias en la atención a la infancia son una de las consecuencias de la crisis que vive Venezuela, que, según los datos que manejan los organismos internacionales, sufre una fuerte contracción de su Producto Interno Bruto, una constante subida de los precios y la salida de cientos de miles de sus ciudadanos en busca de un futuro mejor en el extranjero.
El gobierno venezolano, sin embargo, lo niega y asegura que la revolución bolivariana es víctima de una conspiración mediática internacional en su contra.
Gloriana Faria, defensora de niños y adolescentes de la Red por los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes (Redhnna), otra ONG, corrobora que «la entrega voluntaria por no poder cubrir las necesidades materiales de los hijos ha aumentado».
Los ONG aseguran que la mayoría de mujeres que entregan a sus hijos son madres que no cuentan con el apoyo del padre y viven en zonas deprimidas
Faria explica que las que lo hacen son «generalmente madres solas que tienen más de tres o cuatro hijos, personas de escasos recursos con déficit nutricional, problemas de transporte, dificultades para conseguir un trabajo, nivel de escolaridad bajo y viven en zonas deprimidas».
Es justo el perfil en el que encaja Marlene. Ella es una de esas mujeres solas con pocos recursos.
«El padre se separó de mí y no quiso asumir su responsabilidad», recuerda.
Dice que fueron sus difíciles circunstancias actuales las que la llevaron a dar un paso tan traumático como el de separarse de su hija recién nacida.
«Nada que comer»
«Antes mis hijos comían una vez al día, a veces dos, pero ahora… Yo le pido a mi vecina que me preste una harina o algo, lo que sea, pero ella me dice que cómo me va a prestar, si en su casa tampoco tienen».
Marlene se ganaba antes la vida limpiando casas y patios pero dice que ya nadie paga por eso en la zona en la que vive.
«Mucha gente se ha ido por la situación económica, los malandros (delincuentes) y las mafias. Aquí no se progresa; no hay trabajo, no hay nada».
En el barrio de Catia, en Caracas, entidades ligadas a la iglesia desarrollan actividades de atención a la infancia como esta escuela de fútbol
Así que decidió pedirle ayuda a una amiga para encontrar una familia que pudiera y quisiera hacerse cargo de su pequeña.
No fue fácil, pero contó con un apoyo inesperado en su hija mayor, de 13 años.
Cuenta que le decía: «Mami, dala; si no tienes para darnos de comer a nosotros, ¿cómo le vas a a dar de comer a ella? Va a ser un bien para ella».
Finalmente, en el tercer mes de gestación, su amiga dio con una pareja de Valencia que llevaba años intentando sin éxito tener hijos.
Empezaron a pagarle una cantidad con la que pudo alimentar a su familia durante los meses de embarazo y someterse a las ecografías y otros exámenes médicos necesarios.
Entre las mujeres que dejan Venezuela en la actual oleada migratoria, hay muchas que lo hacen embarazadas
No puede contener las lágrimas cuando se le pide que explique cómo se sentía en los meses en que llevó en su vientre a la hija a la que renunció.
«Yo solo pensaba que iba a tener algo con lo que darle de comer a los niños y que la pequeña iba a estar bien». Según dice, otras mujeres de la zona habían buscado una salida similar ante un embarazo no deseado.
Se trata de un problema frecuente en Venezuela, que, de acuerdo con un informe del Fondo para la Población de Naciones Unidas, es el tercer país de América Latina con más embarazos entre adolescentes.
Repudiada por sus hermanos
El día que su pequeña nació, la mujer que se la iba a llevar la acompañó hasta el hospital en el que dio a luz.
Fue lo más duro.
«Solo pensaba y pensaba que ya no iba a estar conmigo. Al día siguiente, llegó la hora, tenía que dársela. Me costó y todavía me cuesta. Siento no tenerla conmigo».
Muchas madres en Venezuela tienen serios problemas para mantener a sus hijos
No fue su hija lo único que perdió. Sus hermanos la repudiaron por lo que hizo. Asegura que ha intentado varias veces explicarles sus razones, pero ellos no quieren escucharla.
«Creen que estuvo mal, no ven la situación en la que estoy».
Pese a todo, no se arrepiente.
«Yo digo que hice lo correcto, porque ella va a estar bien y le van a dar una buena educación. Yo ahora no podía».
Aunque no lo diga, Marlene parece una mujer rota.
«Hasta ahora me han enviado fotos para mostrarme que está bien. Yo quisiera volverla a ver».