«Creo que si me obligaran, a pena de muerte, a nombrar instantáneamente la cosa más perfecta del Universo, arriesgaría mi destino en el huevo de un pájaro», declaró en 1862 el abolicionista estadounidense Thomas Wentworth Higginson.
Quizás no sería el único.
Hermosos, frágiles, misteriosos, son un símbolo de una nueva vida, de una transformación que nos habla de grandes verdades más allá de lo puramente biológico.
Han sido metáfora del origen del Universo así como alimento desde que estamos en la Tierra.
Los huevos han sido fundamentales para la existencia humana durante miles de años.
Y no sólo porque tiene la mezcla perfecta de aminoácidos necesarios para construir tejido humano, solo superada por la de la leche materna, sino porque varias de las características de su forma y contenido son asombrosas.
El principio
No por nada varias religiones y múltiples tradiciones -como los antiguos egipcios, los griegos, los romanos y los incas- tienen huevos en el centro de sus historias de creación.
En el sur de California, por ejemplo, la historia de origen de la tribu Cahuilla compara la creación del Universo con el momento en el que se parte un huevo.
Un poco más al este, la tribu Omaha de Nebraska e Iowa cuenta de la caída de un huevo en los océanos del mundo.
Protegido por una serpiente pájaro, dentro de este huevo duermen todas las madres y todos los padres de todos los que aún no han nacido.
Pero esas son leyendas.
¿Dónde está la ciencia?
En y dentro de su caparazón, que por cierto está hecho de carbonato de calcio y tiene una textura irregular y granulada, una sola cáscara de huevo puede tener hasta 17.000 pequeños cráteres y es semipermeable, para permitir que el aire y la humedad la atraviesen.
Rodea a la yema, esa esfera repleta de alimento, y a la clara, la sustancia incolora conocida como albumen, uno de los materiales más extraordinarios y misteriosos de la naturaleza.
Actúa como una barrera biológica y física.
Para un microbio, viajar por la clara para llegar a la yema es como para un humano atravesar un desierto: no hay nada para mantener la vida.
Pero el albumen contiene muchas otras cosas.
Se han encontrado e identificado más de 100 proteínas antimicrobianas hasta el momento, y parece que hay muchas más por descubrir.
Así que esa clara que ves en los huevos del desayuno es un sistema de defensa milagroso.
Más allá de su contenido
Toda esa protección la provee una de las creaciones más frágiles de la naturaleza.
Los huevos no soportan las fuerzas desiguales, por eso se agrietan fácilmente cuando los golpeas al costado de un tazón.
Aunque parezca que lo deja vulnerable, esa debilidad es necesaria para el pollito; si no fuera así no podría atravesar la cáscara con su picoteo, una fuerza desigual dirigida a un solo punto en el huevo.
No obstante, la forma de los huevos, por otro lado, es el pináculo del diseño arquitectónico.
¿Por qué?
Porque se trata de una estructura sin soporte interno sólido y, sin embargo, lo suficientemente fuerte como para proteger del mundo exterior una vida en su interior.
Un huevo es capaz de soportar todo el peso de un animal adulto -y a veces dos- durante la incubación pero es tan frágil que permite que la cría se libere sola.
Y es que aunque los huevos son más fuertes en los extremos, incluso si presionas en otras partes de la cáscara, su forma curva distribuye todo el peso de manera uniforme y minimiza el estrés y la tensión.
Es por eso que si rodeas completamente el huevo con la mano, no importa cuán fuerte lo aprietes, no se quebrará.
¿Cómo replicar el diseño aerodinámico perfecto de la naturaleza?
Un huevo no tiene un comienzo o un final obvio, entonces, ¿por dónde empezar?
Aunque hubo antes construcciones curvas que se beneficiaban de la fortaleza de esa forma, no fue hasta el siglo XX que los arquitectos lograron construir estructuras en forma de huevo a gran escala.
Uno de ellos es ‘El huevo’ en Beijing, que tiene capacidad para 5.452 personas en tres salas y más de 1.000 metros cuadrados.
Una curiosidad
En Filipinas, durante la era colonial española -de 1521 a 1898-, la relación entre la arquitectura y los huevos fue de otra naturaleza.
Los españoles llegaron a evangelizar y construyeron muchas iglesias… con claras de huevo.
Las usaban para formar una especie de mortero, conocido como argamasa, que aglutinaba y protegía los materiales de construcción.
Las claras de huevo hacían que la mezcla fuera «más duradera», y los registros históricos dan fe de esta práctica generalizada.
«Los registros muestran que la cúpula de la Catedral de Manila fue sellada en 1780 con una capa de cal, ladrillo en polvo, huevos de pato y savia de bambú», señala la historiadora culinaria de Filipinas Pia Lim-Castillo, en un documento titulado «Huevos en la arquitectura de la iglesia de Filipinas y su cocina».
«Fray Mariano Gomes de Cavite incluyó huevos de pato para el mortero en su lista de gastos de 1824; su predecesor en 1808 también usó huevos de pato».
Es por eso, dicen expertas como Lim-Castillo, que la gastronomía filipina cuenta con tantas recetas para postres hechos con grandes cantidades de yemas de huevo.
A propósito de eso, en varios idiomas se dice: «No sabe ni cómo hervir un huevo» para indicar que alguien no sabe cocinar.
Y, sin embargo, al buscar «cómo hervir un huevo», Google te ofrece millones de resultados.
Quizás no sea tan simple como se piensa. Al igual que el huevo.