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“La noche de la caída del Muro de Berlín fue la peor de mi vida”: Egon Krenz, último líder comunista de la Alemania Oriental

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Es uno de los tours guiados más extraños en los que he estado. Estoy conduciendo alrededor de Berlín con Egon Krenz, el último líder comunista de Alemania Oriental.

«¡Esta avenida solía llamarse Stalinallee!», me dice mientras nos dirigimos hacia Karl-Marx-Allee. «La renombraron después de la muerte de Stalin».

«Y allí estaba la Plaza Lenin. Había una gran estatua de Lenin. Pero la derribaron».

Mira por la ventana y sonríe.

«La RDA (República Democrática Alemana) construyó todo esto».

Krenz, de 82 años, está en mejor forma que el país que alguna vez dirigió. La República Democrática Alemana -Alemania Oriental- ya no existe. Treinta años después de los tumultuosos acontecimientos de 1989 y la caída del Muro de Berlín, Krenz ha aceptado reunirse conmigo.

Debido a mi pobre alemán y a que Krenz no habla inglés, nos comunicamos en ruso. Es un idioma que él conoce bien. Tenía que hacerlo: la RDA era un Estado satélite de Moscú.

En octubre de 1989 había una estatua de Lenin en la Plaza Lenin, en Berlín Orienta Foto: Getty IMAGES/BBC

«Amo a Rusia y amaba a la Unión Soviética», me dice. «Todavía tengo muchas conexiones allí. La RDA era hija de la Unión Soviética. La URSS estuvo junto a la cuna de la RDA. Y, lamentablemente, también estuvo junto a su lecho de muerte».

Para la Rusia comunista, Alemania Oriental fue su puesto de avanzada clave en Europa. La Unión Soviética tenía 800 guarniciones militares en la RDA y medio millón de soldados.

«Ocupando el poder o no, veíamos a las tropas soviéticas como nuestros amigos», explica Krenz.

Pero, ¿cuál fue el beneficio de ser parte del imperio soviético?

«Esa frase ‘parte del imperio soviético’… es la típica terminología occidental», responde. «En el Pacto de Varsovia nos vimos como socios de Moscú. Aunque, por supuesto, cuando se trataba de mi país, la Unión Soviética tenía la última palabra».

Cómo Krenz alcanzó la cima

Hijo de un sastre nacido en 1937, Egon Krenz subió la escalera comunista rápidamente.

«Era un joven pionero. Luego fui miembro de la Juventud Libre Alemana -organización oficial de la juventud en la RDA-. Luego me uní al Partido Socialista Unificado. Luego me convertí en jefe del partido. ¡Lo hice todo!»

Durante muchos años fue visto como el «joven príncipe», el sucesor del veterano líder de Alemania del Este, Erich Honecker.

Pero cuando reemplazó a Honecker en octubre de 1989, el partido gobernante estaba perdiendo el control del poder.

«¿Pero quién nos pregunta a nosotros, Egon?» 3.000 personas protestaron contra el líder comunista en Berlín el 24 de octubre de 1989. Foto: Getty%BBC

Desde Polonia hasta Bulgaria, el poder popular crecía por el bloque. Alemania Oriental no fue la excepción.

En qué se equivocó Krenz

Una semana antes de la caída del Muro de Berlín, Krenz voló a Moscú para mantener conversaciones urgentes con el líder soviético Mijaíl Gorbachov.

«Gorbachov me dijo que la gente de la Unión Soviética veía a los alemanes orientales como sus hermanos», contó.

«Y que después del pueblo soviético, a quién más amaba era a la gente de la RDA. Entonces le pregunté: ¿todavía te ves como una figura paternal para la RDA? ‘Por supuesto, Egon’, dijo. ‘Si estás insinuando una posible reunificación alemana, no está en la agenda'».

«En ese momento pensé que Gorbachov era sincero. Ese fue mi error».

¿Siente que la Unión Soviética le traicionó?, le pregunto.

«Sí».

Cómo Alemania Oriental llegó a su fin

El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín. Una multitud de alemanes del este eufórica cruzó la frontera abierta.

«Fue la peor noche de mi vida», recuerda Krenz.

«No me gustaría volver a experimentar eso. Cuando los políticos en Occidente dicen que fue una celebración de la gente, lo entiendo. Pero asumí toda la responsabilidad. En un momento tan emocionalmente cargado, si alguien hubiera sido asesinado esa noche, podríamos haber sido absorbidos por un conflicto militar entre las grandes potencias».

Berlineses del este escalando el Muro de Berlín el 9 de noviembre de 1989 Derribando el Telón de Acero en Alemania. Foto: Reuters/BBC

Un mes después de la caída del Muro, Krenz renunció como líder de Alemania Oriental. Al año siguiente, Alemania Oriental y Occidental se reunificaron. La RDA fue consignada a la historia.

No pasó mucho tiempo antes de que la Unión Soviética se desmoronara. Pero en toda Europa del Este, Mijaíl Gorbachov, a diferencia de Egon Krenz, es visto como un héroe por permitir que se derribara la Cortina de Hierro.

En 2013, el expresidente soviético dijo: «A menudo se me acusa de regalar Europa Central y del Este. ¿Pero a quién se lo di? Le di Polonia, por ejemplo, a los polacos. ¿A quién más pertenece?»

Krenz había perdido el poder y su país.

Luego perdió su libertad.

En 1997 fue condenado por el homicidio de los alemanes del este muertos a tiros al intentar huir a través del Muro de Berlín. Pasó cuatro años en prisión.

«La Guerra Fría nunca terminó»

A Egon Krenz todavía le interesa la política. Y todavía apoya a Moscú.

«Después de presidentes débiles como Gorbachov y (Boris) Yeltsin, es una gran fortuna para Rusia que tenga (al presidente Vladimir) Putin».

Insiste en que la Guerra Fría nunca terminó, sino que «se lucha ahora con diferentes métodos».

Hoy en día, Krenz vive una vida tranquila en la costa alemana del Mar Báltico.

«Todavía recibo muchas cartas y llamadas telefónicas de nietos de ciudadanos de la RDA. Me dicen que a sus abuelos les encantaría si pudiera desearles un feliz cumpleaños. A veces la gente se me acerca y me pide un autógrafo o un selfie».

Cuando salimos del auto en el centro de Berlín, un profesor de historia y su grupo de estudiantes de décimo grado se nos acercaron. Es su día de suerte.

«Estamos en un viaje escolar desde Hamburgo para estudiar la historia de la RDA», le dice el profesor a Krenz. «Es increíble tenerte como testigo vivo. ¿Cómo fue para ti cuando cayó el Muro?»

«No fue un carnaval», declara Krenz. «Fue una noche muy dramática».

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