El grupo antiinmigrantes surafricano Operación Dudula se ha hecho famoso por asaltar negocios pertenecientes a ciudadanos extranjeros y obligar a cerrar tiendas.
BBC Africa Eye ha obtenido un acceso excepcional a miembros del movimiento callejero contra la migración más destacado del país.
Les hemos acompañado en una de sus misiones en Soweto.
En la cocina de una escuela en Kwa Thema, un municipio al este de Johannesburgo, Dimakatso Makoena está ocupada preparando sándwiches.
Esta madre soltera de 57 años tiene tres hijos y trabaja allí como cocinera desde hace más de 10 años.
«Siendo sincera, odio a los extranjeros. Me encantaría que hicieran las maletas se fueran de nuestro país», dice, luchando por contener las lágrimas.
Es difícil entender la fuerza de este odio hasta que Makoena saca su teléfono para mostrar una foto de su hijo.
Demacrado con una mirada vidriosa en sus ojos, lo vemos cubierto de cicatrices de quemaduras que se extienden por su cuerpo, sus brazos y su cara.
«Comenzó a fumar drogas cuando tenía 14 años», dice, explicando cómo su hijo a menudo sale a robar cosas para costearse su adicción.
Un día, intentando llevarse unos cables eléctricos para venderlos, se electrocutó y se quemó gran parte del cuerpo.
Su hijo consume metanfetamina y nyaope, una droga callejera altamente adictiva que ha devastado comunidades en toda Sudáfrica.
Su apoyo a la Operación Dudula queda claro cuando empieza a culpar a los extranjeros de vender drogas.
«Dudula es lo único que me hace seguir adelante», le dice a la BBC.
La Operación Dudula se creó en Soweto hace dos años y fue el primer grupo que formalizó lo que habían sido oleadas esporádicas de ataques de vigilantes voluntarios.
Desde 1994
Alimentados por la xenofobia en Sudáfrica, sus inicios se remontan al periodo poco después de que terminara el gobierno de la minoría blanca en 1994.
Se autodenominan un movimiento cívico basado en una plataforma antiinmigrantes, con la palabra «dudula» que significa «forzar a salir» en zulú.
Soweto estuvo a la vanguardia de la resistencia contra el apartheid y fue el hogar de Nelson Mandela, el primer presidente elegido democráticamente de Sudáfrica.
Ahora, el municipio se ha convertido en el hogar del grupo antiinmigrantes más destacado del país.
Dado que uno de cada tres sudafricanos está desempleado en una de las sociedades más desiguales del mundo, los extranjeros en general se han convertido en un blanco fácil.
Pero el número de migrantes que viven en Sudáfrica ha sido tremendamente exagerado.
Según un informe de 2022 del Instituto de Estudios de Seguridad (ISS), una organización de investigación independiente con sede en la capital, Pretoria, hay casi 4 millones de migrantes en Sudáfrica, lo que representa el 6,5% de la población, una cifra que está en línea con las estadísticas de otros países.
Esta cifra incluye a todos los migrantes, independientemente de su estatus legal o de su procedencia.
Salto a la política nacional
La retórica xenófoba utilizada por algunos funcionarios públicos, políticos y grupos antiinmigración ha contribuido a alimentar el mito de que el país está invadido por migrantes.
La Encuesta de Actitudes Sociales de Sudáfrica de 2021 reveló que casi la mitad de la población de 60 millones de personas creía que había entre 17 y 40 millones de migrantes en el país.
Las encuestas actuales sugieren que el apoyo al gobernante Congreso Nacional Africano (ANC), el partido alguna vez dirigido por Mandela, podría caer por debajo del 50% por primera vez en la historia.
La Operación Dudula tiene la ambición de llenar ese vacío y ahora se ha transformado de un grupo antiinmigrantes local a un partido político nacional, declarando sus objetivos de participar en las elecciones generales del próximo año.
Zandile Dabula, elegida presidenta de la Operación Dudula en junio de 2023, se muestra tranquila y carismática, y enfatiza en el mensaje del grupo: los «extranjeros» son la causa fundamental de las dificultades económicas de Sudáfrica.
Cuando le dicen que esta campaña se basa únicamente en el odio, responde a la BBC: «Debemos ser realistas. La mayoría de los problemas que tenemos son provocados por la afluencia de ciudadanos extranjeros”.
«Nuestro país es un desastre. Los extranjeros trabajan en un plan de 20 años para apoderarse de Sudáfrica».
Y cuando se le cuestiona la veracidad de este plan de 20 años, admite que era un rumor, pero dice que cree que es cierto.
«Hay drogas por todas partes y la mayoría de los drogadictos son sudafricanos y no extranjeros. Entonces, ¿qué está pasando? ¿Proporcionan sustancias a nuestros propios hermanos y hermanas para que les resulte fácil controlarlos?», dice.
Sin embargo, hay situaciones en las que la ira dirigida a los inmigrantes acaba recayendo en aquellos que están en el país legalmente y trabajan legítimamente.
Un comerciante nigeriano, que fue objeto de una redada por parte de miembros de la Operación Dudula en Johannesburgo a principios de este año, le dice a la BBC que las dos mujeres que lo atacaron con una pistola Taser y destrozaron su ropa arrojándola a la alcantarilla no se detuvieron a hacer preguntas.
Mientras disparaban, dice que lo insultaron y le dijeron: «Vuélvete a Nigeria… Somos Dudula, somos sudafricanos».
Sin nada que vender ya, ahora duerme en la calle.
«Voto en este país. Soy ciudadano aquí. Nunca he visto un país que trate a la gente de esta manera. Si estoy haciendo algo ilegal, está bien. Depórtenme. Pero no estoy haciendo nada ilegal. Ahora me hacen la vida imposible, no puedo pagar el alquiler. Quiero irme, es demasiado».
Operación Dudula sostiene que su principal preocupación es la enorme afluencia de drogas a las comunidades más desfavorecidas de Sudáfrica, pero no hay datos que respalden que los vendedores sean ciudadanos extranjeros.
No hay estadísticas comparativas disponibles para los delitos relacionados con las drogas.
Aunque el informe de la ISS cita al ministro de Justicia diciendo que los inmigrantes representaron el 8,5% de todas las condenas en 2019 y el 7,1% en 2020.
La ISS añade que el 2,3% de los reclusos encarcelados cada año son extranjeros indocumentados.
En Diepkloof, en el este de Soweto, la BBC se une al llamado grupo de trabajo Dudula.
Hombres en camiones se enfrentan a un comerciante mozambiqueño que, según una casera sudafricana, no ha pagado el alquiler.
Amenazas y palizas
Se supone que es una negociación, pero rápidamente desemboca en una confrontación en la que uno de los hombres, Mandla Lenkosi, amenaza con darle una paliza.
Cuando la BBC les pregunta sobre su comportamiento violento, afirman que están obligando a cumplir la ley.
Lenkosi, también de Soweto y desempleado, participa en redadas en hogares y lugares de trabajo de inmigrantes, personas sospechosas de cualquier cosa, desde tráfico de drogas hasta de permanecer en el país después de la fecha de su visa.
«Crecimos en tiempos del apartheid, donde las cosas eran mucho mejores que ahora», dice Lenkosi, señalando los problemas de las drogas.
«La ley era la ley».
Su compañero de Dudula, Cedric Stone, está de acuerdo: «Sudáfrica necesita volver a la antigua Sudáfrica que conocemos”.
«Nuestros padres fundaron pequeñas tiendas, pero hoy en día todas son extranjeras, especialmente bangladesíes, somalíes y etíopes. ¿Por qué?».
Plan de Acción Nacional
El presidente Cyril Ramaphosa se ha pronunciado en contra de las protestas contra los inmigrantes y condenó a los grupos de autodefensas por acosar y atacar a los inmigrantes.
Ha comparado su comportamiento con las estrategias adoptadas por el régimen del apartheid para oprimir a las comunidades negras.
En 2019 lanzó el Plan de Acción Nacional para combatir el racismo y la xenofobia, pero los activistas quieren que el gobierno haga más.
Annie Michaels, activista del «Panel Asesor de Migrantes» de Johannesburgo, dice que los sudafricanos están culpando a las personas equivocadas por sus males y, de hecho, deberían admirar a los migrantes por sus habilidades de supervivencia.
«Deja de estar sentado quejándote y dejándote morir en un rincón mientras esperas a que el gobierno te falle a diario», le dice a la BBC.
«Los migrantes son los más pobres entre los pobres. Prefieren ir a por ellos y sacudirlos, en lugar de sacudir las jaulas de los tipos que viven en las casas de cristal».
«No promovemos la violencia»
Por su parte, Dabula dice que quienes tachan a la Operación Dudula como un colectivo de vigilantes violentos están equivocados.
«No promovemos la violencia y no queremos que la gente se sienta acosada», pero añade: «No podemos dejar que los extranjeros nos superen y no hacer nada al respecto».
Cientos de simpatizantes viajaron para asistir a la primera conferencia nacional en Johannesburgo en mayo, donde los miembros votaron para registrar al grupo como partido político.
Mientras ondeaban banderas sudafricanas y bailaban y cantaban por las calles hasta llegar al Ayuntamiento, todo parecía una celebración.
Sin embargo, las canciones que cantan llevan un mensaje amenazador: «Quemen al extranjero. Iremos al taller, compraremos gasolina y quemaremos al extranjero».
La vestimenta militar recuerda la lucha por la liberación de Sudáfrica.
Todo indica una disposición para la batalla.
La señora Makoena también está allí, sonriendo y vestida con su camiseta de fiesta.
«La Operación Dudula hoy va a hacer historia», afirma.
En el escenario, Isaac Lesole, asesor técnico de la Operación Dudula, hace una pregunta a los entusiastas seguidores: «¿Hacemos las paces con los extranjeros ilegales?»
«No», grita el público al unísono.
Según la ley sudafricana, registrar un partido no significa que automáticamente calificará para participar en unas elecciones.
Todavía debe cumplir algunos requisitos.
Chivos expiatorios
La Operación Dudula no tiene un manifiesto ni otra política que no sea su postura hacia los extranjeros, aunque Dabula sostiene que tiene presencia en todas las provincias excepto en Cabo Norte.
Los partidarios del nuevo partido que hablaron con la BBC parecen querer genuinamente que se arreglen las cosas en sus comunidades.
Reflejan un cambio de ambiente en el panorama político de Sudáfrica, en el que la gente se muestra harta del «status quo».
Sin embargo, una mezcla tóxica de pobreza, drogas y miedo ha resultado en un juego de culpas en el que los migrantes se han convertido en chivos expiatorios.
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