Las fotografías en este artículo pueden herir tu sensibilidad.
Y es que hoy en día, pensar en tomarle una foto a un ser querido poco después de que haya muerto puede parecer morboso.
Pero éstas son imágenes de una época muy distinta, una en la que tener retratos de familia eran un lujo y la muerte, sobre todo de niños, frecuente.
Es por eso que este tipo de fotografías se convirtieron en una forma de conmemorar a los muertos y de atenuar la agudeza del dolor.
Son imágenes inquietantes y extrañamente conmovedoras, en las que las familias posan con los muertos, los bebés parecen dormidos y los jóvenes aparecen elegantemente inclinados, como si la enfermedad que les quitó la vida los hubiera hecho más bellos.
Muerte presente
Las fotos que ves aquí son de la era victoriana británica, de la década de 1830 hasta 1900.
En ese entonces, la vida estaba impregnada de muerte. La difteria, el tifus y el cólera cobraban miles de vidas, y desde 1861, con la muerte de su amado esposo, el príncipe Alberto, la desconsolada reina Victoria puso de moda el duelo.
Los memento mori, que literalmente significa «recuerda que morirás», ya eran comunes.
Los deudos cargaban consigo mechones de pelo de los muertos guardados en medallones y anillos, se crearon máscaras mortuorias en cera, e imágenes y símbolos de la muerte aparecían en pinturas y esculturas.
Pero a mediados de 1800, la fotografía se estaba volviendo cada vez más popular y asequible, lo que hizo posible que el surgimiento del retrato fotográfico como memento mori.
Imágenes para más gente
La primera forma exitosa de fotografía, el daguerrotipo era un lujo costoso, pero no tanto como tener un retrato pintado, que anteriormente había sido la única forma de preservar permanentemente la imagen de alguien.
La nueva tecnología le dio la oportunidad a mucha más gente de tener lo que por siglos había sido privilegio de unos pocos.
A medida que aumentó el número de fotógrafos, el costo de los daguerrotipos disminuyó.
Y en la década de 1850, se introdujeron procedimientos menos costosos, como el uso de metal delgado, vidrio o papel en lugar de plata.
El retrato de la muerte se hizo cada vez más popular.
Las guarderías victorianas estaban además plagadas de sarampión, difteria, escarlatina, rubéola, todo lo cual podría ser fatal.
A menudo la muerte de niño era la causa de que por primera vez las familias consideran tomarse una fotografía: era la última oportunidad de tener una imagen permanente de un hijo querido.
La atención médica mejoró así como la esperanza de vida de los niños, por lo que la demanda de fotografías de muerte disminuyó.
La llegada de las instantáneas fue la estocada final para este arte, ya que de ahí en adelante, las familias se tomarían fotografías en vida.
Las imágenes que personas contuvieron estoicamente su dolor para preservar la semejanza de un ser querido que se fue demasiado pronto, continúan haciéndole honor a su nombre.
Memento mori: recuerda que morirás.
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