Una olvidada versión de televisión de «El señor de los anillos», producida en la entonces Unión Soviética, ha sido redescubierta y está causando sensación en YouTube entre los fanáticos rusos del escritor británico JRR Tolkien.
La serie producida con bajos recursos, tuvo una transmisión limitada en 1991 —el año en que se disolvió la URSS— pero este mes el canal ruso 5TV, el sucesor del productor original Leningrad TV, la ha subido a YouTube.
Y el primer episodio ya ha sido visto más de medio millón de veces.
Khraniteli («Los guardianes») está basada en la primera novela de la trilogía de Tolkien, «La comunidad del anillo», pero aunque es posible que los lectores puedan reconocer la trama y los personajes, esta extraña y psicodélica versión soviética es muy diferente a la épica producción cinematográfica de Peter Jackson.
Para conocer qué tanto difieren ambas versiones, hablamos con Irina Nazarova, una artista rusa que vio Khraniteli cuando salió al aire por primera vez y está familiarizada con las corrientes artísticas que la inspiraron en la otrora Leningrado (la segunda ciudad de Rusia, conocida ahora como San Petersburgo).
¿Cuándo la viste por primera vez?
Cuando todavía era estudiante. Sólo recuerdo que estaba empacando mi valija para viajar a Moscú a visitar a mi familia y la televisión estaba encendida en la cocina de mi piso. Reconocí la música como típica de la escena de los clubes de rock de Leningrado, así que fui a mirar.
Después de eso, la versión de televisión simplemente desapareció. Unos dijeron que nunca había existido. Y ahora aquí está en YouTube.
¿Qué te pareció, al verla ahora?
Como todos mis amigos, sentí conmoción y lástima… En realidad, reí y lloré.
De hecho, va más sobre cómo se desvaneció la URSS que sobre las aventuras de la Tierra Media [el mundo imaginario donde se desenvuelve la acción en El señor de los anillos].
¿Pueden los aficionados de Tolkien esperar un fastuoso espectáculo visual?
Para nada. Tuvo cero presupuesto.
Sospecho que algunas de las personas que participaron en la producción trabajaron gratis, o la financiaron ellas mismas, como si fuera una obra de escuela, para que se pudiera rodar.
El vestuario parece recogido de las distintas presentaciones de teatro de Leningrado, desde obras de Shakespeare hasta de Lope de Vega, lo que explica por qué Gandalf [el mago] parece un caballero andante y por qué Elrond [el líder de los elfos] parece haberle robado el traje a Otelo.
Por alguna razón, Sam [el compinche del protagonista Frodo Baggins] tiene cuatro cejas, mientras que el águila mecánica que lleva a Gandalf a un sitio seguro parece una gaviota que ha bebido combustible de avión. Tal vez por eso vuela como lo hace.
¿Qué tan especiales son los efectos especiales?
Son penosos. Los gráficos computarizados acababan de llegar al canal Leningrad TV y no había quién los pudiera usar profesionalmente.
¿Cuánta fama tieneTolkien en Rusia?
¡Es masiva! Después de que Jackson [el productor y director neozelandés] hiciera su gran trilogía, el interés se disparó.
Rusia esta lleno de fanáticos, gente que se disfraza y todo lo demás. Una amiga mía estaba buscando champiñones en el campo cerca de Moscú y se encontró con una banda de elfos con arcos y flechas.
Conozco un herrero que se gana la vida fundiendo sables y cascos, y me contó de un mafioso que le encargó unas rejas para su mansión como las de Mordor [el imperio del malvado Sauron de las novelas].
¿Que cuenta Khraniteli de la otrora Unión Soviética?
No es la historia en sí, sino la manera en la que fue hecha. Un vestuario absurdo, una película sin dirección ni edición, maquillaje y actuación lamentables: todo refleja un país colapsado.
¡Gracias a Dios todo eso quedó en el pasado! La serie debería ser preservada tan sólo como testimonio de la época en la que fue hecha.
Fue un intento desesperado por llevar un libro muy querido [publicado en Reino Unido en 1954] a las masas a través de la televisión.
Lo hicieron sin ayuda de nadie. No había dinero, no había expertos. En esa época las personas podían pasar medio año sin recibir sus sueldos y no sabían cómo iban a darles de comer a sus hijos.
Sabiendo eso, hay que tener un poco de compasión con la gente que hizo esto y reconocer que por lo menos lo intentaron.
No estoy segura que alguien hubiera podido hacer algo mejor dadas las circunstancias.